quince

93 13 0
                                    

Sentí el peso de mis párpados hacerse cada vez más intenso, y justo cuando el sueño estaba a punto de vencerme, un leve golpeteo me hizo abrir los ojos de golpe. Al principio pensé que era solo mi imaginación, pero el ruido volvió, esta vez más insistente, alguien estaba tocando la puerta.

Uno que otro bostezo se escapó de mis labios mientras caminaba hasta la puerta. Sin estar del todo consciente, giré la manija.

—¡Ya escuché! Ya estoy abriendo, Jaeh- ¿Leehan? ¿Qué haces aquí?

—Hola para ti también, ¿puedo pasar?

—Lo siento... Hola —respondí, haciéndome a un lado para dejarlo entrar.

—¿Qué estabas haciendo? —preguntó mientras se sentaba en uno de los sillones— Aunque creo que lo puedo adivinar.

Cerré la puerta y me acerqué para sentarme junto a él.

—¿Cómo?

—Tu ropa, tu cara —dijo señalándome—. Y Jaehyun ya me había contado. Por cierto, bonita pijama —se burló.

Asentí un poco avergonzado. Llevaba puesta una pijama de patitos que Jaehyun me había regalado. Lo odiaba. Ahora entiendo por qué me obligó a ponérmela antes de ir a la tienda; claro, en ese momento no sabía que era una trampa. De todas formas, le cobraría venganza cuando regresara. Ese traidor.

—Jaehyun me avisó que estarías aquí, por eso vine. Necesito hablar contigo sobre algo.

—¿Pasó algo? —pregunté, mirándolo fijamente.

Sentí un poco de ansiedad. Aunque últimamente nuestra relación había mejorado, aún no éramos lo suficientemente cercanos como para que esa incomodidad desapareciera por completo. No entendía por qué quería hablar conmigo.

—Tranquilo, nada grave. Pero... no te enojes con Jaehyun, ¿de acuerdo? No quiso contármelo, solo se le escapó decir que tú y yo ya nos conocíamos de antes.

—¿Te contó... todo? —pregunté, ahora sí asustado, y con suficiente razón.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No creí que fuera importante.

—Yo no sabía nada... lo siento. Ni siquiera recuerdo bien esa noche, estaba muy alcoholizado.

—Está bien, no te preocupes.

—¿Seguro? —preguntó con un toque de duda en la voz.

— Muy seguro, no era importante, ya pasó hace muchos años…

— Ahora entiendo todo, ese día de la pelicula…

Si era posible, me sentía aún más avergonzado que cuando noto que llevaba puesta una pijama de patitos.

— Lo siento por eso.

— Está bien. Fue algo... divertido.

— Para ti.

— Dijiste que todo estaba bien.

— Solo estoy bromeando — solté entre risas.

— De verdad lo siento. Si hubiera recordado, obviamente te habría llamado.

— Claro — respondí con sarcasmo.

— ¡Lo digo en serio!

Me estaba empezando a gustar la idea de molestarlo, y no ser yo el banco de burlas.

Antes de que pudiera responder, un fuerte ruido nos interrumpió. Debía ser un relámpago.

— Parece que va a llover — comenté, mirando hacia la ventana.

— Quería quedarme más, pero supongo que debo irme antes de que empiece a llover en serio.

Asentí, mientras nos levantábamos para dirigirnos a la puerta.

— Entonces, ahora... ¿se puede decir que está todo bien entre nosotros? ¿Podremos ser amigos de verdad?

No sabía que esa amistad que apenas comenzaba no duraría ni una hora.

— Tal vez — respondí con una sonrisa.

Otro estruendo proveniente del cielo cortó el silencio.

— Mejor me voy ahora.

Lo detuve antes que se fuera. La lluvia tal vez lo agarre por el camino.

— Oye, tal vez sea mejor que te quedes. Jaehyun se compró un vino, y yo no puedo tomarlo todo solo. Serías de ayuda en mi venganza.

Él parecía sorprendido por mi propuesta, pero yo estaba seguro de que no la rechazaría, aunque fingiera estar pensándolo. Como intuía, ambos pasamos toda la noche bebiendo y hablando de tonterías, disfrutando de la compañía sin preocuparnos demasiado por lo que vendría después.

—¿De verdad no recuerdas nada? —pregunté, inclinándome un poco más cerca de él.

Él negó con la cabeza, su expresión reflejaba una genuina confusión.

— ¿Nada de nada? — volví a preguntar, arrastrando un poco las palabras. Me sentía bastante ebrio.

—Nada de nada —dijo mientras se acomodaba en el suelo, donde seguíamos sentados, con las botellas vacías esparcidas a nuestro alrededor—. Jaehyun no me contó los detalles. ¿Qué tanto hicimos?

—No pasó e-eso —respondí, sintiendo el calor subir a mis mejillas. Era el alcohol, obviamente. Yo no me sonrojaba con facilidad.

Él me miró con una sonrisa traviesa, como si no creyera del todo mis palabras.

—Me gustaría recordar algo... ayúdame —dijo mientras se acercaba un poco más, sus ojos oscuros buscando los míos.

—Leehan, yo...

—¿Solo nos besamos? —me interrumpió, fijando su mirada en mis labios, tan cerca que podía sentir la calidez de su aliento.

—Ya... ya no recuerdo nada —murmuré, mi voz temblando ligeramente.

—Yo quisiera recordar —susurró, rozando apenas mis labios con los suyos.

La tensión que sentía era demasiado, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido, dejándonos solos en esa pequeña burbuja de deseo. Cada segundo que pasaba, mi respiración se volvía más pesada, y el espacio ya era casi nulo hasta que nuestras bocas se encontraron en un beso lento, cargado de todo lo que ambos habíamos estado intentando ignorar.

Mordió levemente mi labio inferior, rápidamente el beso subio de intensidad. Yo no podía pensar con claridad, mi cabeza era un lío por el alcohol una vez más. No deberían juntarme con leehan cuando estaba alcoholizado o estás cosas pasaban.

Nos separamos por unos segundos en busca de aire. El se alejo un poco de mi para observarme completamente, ambos sabiamos lo que iba a suceder, y no había necesidad de palabras.

El se acercó de nuevo y, con movimientos decididos, comenzó a desvestirme. La ropa cayó al suelo y luego pude volver a sentir sus labios que aún conservaban el pequeño sabor a vino que habíamos tomado. Sus labios tomaban a los míos de forma casi brusca, sin delicadeza.

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo de manera necesitada y ansiosa. Sin separarnos me guió hacia el sofa, donde nos encontramos sin mucha distracción. No fue de manera tierna, solo eramos dos personas desesperados por fin rompiendo la tensión que siempre existió entre ambos.

Intente callar los sonidos de satisfacción mordiendome los labios cuando se adentro en mi pero el me susurro en el oido que quería escucharme. Yo no pude evitar obedecerlo.

El sonido de mis jadeos y el sonido de nuestras pieles chocando lleno la habitación, dejando en segundo plano la tormenta que había iniciado afuera.

No había nada delicado en lo que hacíamos, pero tampoco era necesario.

Pronto sentí que no podría aguantar por más tiempo. Un último sonido se escapó de mi boca y todo termino. Solo el sonido de nuestras respiraciones agitadas inundaron la habitación.

número Donde viven las historias. Descúbrelo ahora