Desde ese primer cruce, su vida ya no había sido la misma, adentrándose gradualmente en ese mundo que tanto había profesado odiar.
Ahora su tarea era entrelazar los hilos sueltos para formarse como hechicera, impulsada tanto por el deseo de proteger...
—¿Mm?— dirigió la mirada a su teléfono que comenzaba a sonar —Aguarden un minuto, que me están llamando.
—Si es la niña bonita, dile que te secuestramos— alzó el volumen de su voz Hiroto Nakamura, recibiendo un codazo por parte de Ryunosuke Kato, quien seguía con cierto temor con provocar la ira del más poderoso con respecto a su novia.
La muchacha meneó un poco la cabeza para separarse unos metros de sus compañeros.
Era lunes por la tarde y acababan de salir de un breve entrenamiento con la nueva arma de ______. El menor de los tres dijo que el tiempo que estimó para que le agarrara la mano ya había pasado, por lo que ahora solo era pulir lo que aprendió. Le alegraba que pudieran estar con ella, practicando con esa katana que cargaba enfundada en su cadera.
—Hola, Shukumei— saludó al atender, colocando el teléfono a un lado de su oreja —. ¿Qué sucede?
—El señor Takumi encontró algo que te será de utilidad.
Ante su rápido y serio comentario, llegó a su consciencia la charla que tuvo el sábado en la noche con su familia. El Historial Ito.
—¿Si? ¿Es ese libro?— preguntó curiosa.
—¿Él te dijo?
—No, no. Fue mi abuela, que me dijo que le dijiste.
—Quería que fuera una sorpresa...— dijo en un cansado tono.
—Piensa que es el karma actuando por lo que le decías de cuando me veías— comentó con un poco de diversión, recargándose sobre una de sus piernas antes de bajar la mirada.
—Dile a Gojo a que venga por él. Adiós— y colgó.
______ aguantó la risa. Por lo menos se había despedido.
Tendría que aguantar un rato para ir a decirle a Satoru sobre ello, más si estaba en medio de una clase y si tenía que decirle de ir a ver de nuevo a su abuelo Takumi. Trataría de acompañarlo, porque no imaginaba qué podía suceder o decirle en tan poco tiempo de visita.
Bajó la mirada a su mano izquierda que reposaba sobre el mango de la katana. Alzó su dedo meñique para verlo detenidamente. Todavía no le había preguntar respecto a qué había funcionado, y tampoco fue como que quisiera comentarle por mensaje y acabó olvidándose hasta ese momento que lo volvía a sentir. ¿A qué se refería?
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Vio desde lo lejos como terminaba de hablar con Kento Nanami y Kiyotaka Ijichi, seguramente estaba molestándolos con algo y no tenía duda, para voltearse e irse acercando a ella con una gran sonrisa.
—Hola, mi bella princesa. Te vi entrenar más temprano. ¿Qué tal todo?— se inclinó sobre su rostro, cerrando los ojos para comenzar a refregar su rostro contra el de su novia que apenas había retrocedido un paso, y juntó apenas los párpados.
