Antes de ir a dormir, ambos se dedicaron a preparar meticulosamente todo lo necesario para el gran día que se avecinaba. La cabaña estaba llena de una expectante calma mientras organizaban sus pertenencias; cada detalle, desde la mochila de Yami hasta los mapas que Ryu había comprado, fue revisado con cuidado. La emoción en el aire era palpable, pero también había una sutil sombra de preocupación que Ryu no podía ignorar del todo.
Finalmente, cuando todo estuvo listo, se retiraron a sus habitaciones. El silencio nocturno cubrió la cabaña, y ambos se entregaron al sueño.
Con los primeros rayos del sol filtrándose a través de las ventanas, el nuevo día los despertó. No perdieron tiempo; apenas terminada la rutina matutina, se dirigieron al claro del bosque donde habían entrenado tantas veces antes. Como Ryu había prometido, hoy sería un día de entrenamiento intensivo, muy intensivo.
𝟶𝟻:𝟹𝟶𝙰.𝙼.
Yami corría con una resistencia que desafiaba el frío y la nieve que cubría el suelo. Cada vez que sus zapatillas golpeaban la nieve, el sonido sordo de sus pasos resonaba por el bosque, pero ella no se detenía. Estaba acostumbrada a correr hasta el límite del cansancio, a sentir sus músculos arder sin ceder. Su respiración, aunque pesada, se mantenía constante, sus jadeos se mezclaban con el crujido de la nieve y el susurro del viento, creando un eco persistente entre los árboles.
