Yami entró en la cabaña, cerrando la puerta tras de sí para mantener el frío afuera. Se quitó las zapatillas cubiertas de nieve y fue directamente hacia el baño. La ducha caliente era exactamente lo que necesitaba después del entrenamiento en el gélido exterior. El vapor llenó rápidamente la pequeña habitación mientras el agua caliente caía sobre su piel, relajando sus músculos y lavando el cansancio del día.
Después de secarse, Yami decidió buscar algo de ropa en el cuarto de Ryu. Sabía que su tío guardaba ropa que ya no usaba en su armario, y tenía la esperanza de encontrar algo cómodo. Al abrir el armario, sus ojos se posaron en un jersey de manga larga rosa, algo desgastado pero cálido, y un mono vaquero clásico de pantalones largos. Aunque el mono era un poco más grande para ella, no le importó; al menos le serviría para estar más cómoda.
Mientras sacaba la ropa, algo más en el armario captó su atención. Era la caja que habían abierto días atrás. La curiosidad la invadió de inmediato. Con cuidado, la tomó en sus manos, cerrando el armario lentamente sin apartar la mirada de la caja. Salió de la habitación de Ryu con pasos silenciosos, dirigiéndose hacia su propia habitación.
La habitación de Yami era sencilla, sin demasiadas decoraciones. Había una cama pequeña con mantas gruesas para combatir el frío, una mesita de noche con una lámpara de aceite y un pequeño escritorio de madera donde arriba había un espejo que solo podías ver tu cara y parte de tu cuerpo, solía estudiar o practicar con sus navajas. La habitación era modesta, pero acogedora, un reflejo de la vida tranquila que llevaba en la cabaña.
