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《𝘊𝘐𝘛𝘠 𝘈𝘙𝘊》
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Yami salió de la estación de tren de Tokio, y en cuanto puso un pie fuera, las luces brillantes de la ciudad la cegaron por un instante. Parpadeó varias veces hasta que sus ojos se acostumbraron a la intensidad, y fue entonces cuando pudo ver todo a su alrededor. Edificios imponentes se alzaban en todas direcciones, algunos tan altos que parecían tocar el cielo, mientras que las estructuras modernas y los carteles luminosos la rodeaban con una energía que jamás había experimentado. Todo era diferente a lo que conocía; el bullicio de la ciudad era drásticamente diferente con la calma de su pueblo natal.
Avanzaba lentamente, mirando con asombro los edificios, las personas que caminaban deprisa a su alrededor, y las luces parpadeantes de los carteles publicitarios. Todo era tan alegre, tan lleno de vida, que por un momento se perdió en el paisaje. Fue justo cuando dio un paso más, sin mirar al frente, que casi choca de frente con alguien. En el último segundo, giró sobre sí misma, esquivando el impacto por pura suerte. Su corazón dio un vuelco, y se dio cuenta de lo distraída que estaba.
—¡Perdón! —murmuró rápidamente, sin mirar atrás, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.
Yami se tocó las mejillas con fuerza, sintiendo el calor de la vergüenza por la situación, mientras su mochila rebotaba ligeramente a cada paso. Sus hombros ya estaban adoloridos por el peso, y deseaba descansar cuanto antes. Al levantar la vista, vio un cartel luminoso que decía "Hotel Estrella del Amanecer". Las luces titilantes y el letrero llamativo la cautivaron, y sin pensarlo dos veces, entró atraída por las letras brillantes que parecían prometerle un descanso merecido.
Al cruzar la puerta, Yami fue recibida por un aire cálido y un suave aroma a madera que inundó sus fosas nasales.
Yami se acercó al mostrador y notó a un chico joven, de cabello desordenado y ojos oscuros, que la miraba con una mezcla de sorpresa y nerviosismo. Tenía una expresión tímida, como si fuera su primer día en el trabajo, y su uniforme le quedaba un poco grande. La forma en que se frotaba las manos le daba un aire adorable, y Yami sintió un ligero sonrojo en sus mejillas al darse cuenta de que lo encontraba atractivo.
