¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
《𝘊𝘐𝘛𝘠 𝘈𝘙𝘊》
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me quedé mirando a la nada, abrazando mis piernas y apoyando la cabeza en mis rodillas. Se suponía que tenía que estar feliz, ¿no? Se supone que esto era lo que querían papá y mamá. Giré mi cabeza hacia la ventana, que estaba a unos metros de mi cama. A través del cristal, pude ver un amplio jardín lleno de flores que parecían bailar al ritmo del viento. La mayoría caían en racimos elegantes, con pétalos suaves y delicados, formando cortinas naturales que colgaban de ramas largas. Otras flores eran más grandes y abiertas, con colores vibrantes entre blancos y lilas, contrastando con el verde del fondo. Aunque no sabía el nombre de estas flores, su presencia llenaba el jardín de una calma que, por un momento, hizo que el peso en mi pecho se aligerara un poco.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sentía el leve calor que emanaba el sol a pesar del cielo grisáceo. Me subí el cuello de la camisa, intentando retener el poco calor que tenía, y extendí la mano para tocar una de las flores. Era tan hermosa que me acerqué a ella, respirando profundamente, como si pudiera absorber su pureza.
—Se llaman crisantemos —dijo una voz detrás de mí.
Me giré, sobresaltada, para encontrarme con alguien que parecía un chico... aunque había algo distinto. Era un panda, en dos patas, observándome. Eso ya era bastante sorprendente, pero lo extraño era que también podía hablar. Me quedé mirándolo unos segundos, incrédula.
—¿Eres de verdad? —pregunté, y al instante sentí que había sido una pregunta tonta. Claro que era real. "Yami, qué tonta eres," pensé, reprendiéndome internamente mientras seguía mirando al panda, sin saber si estaba soñando o si todo esto era parte de este nuevo mundo extraño al que había llegado.
Sentía el leve calor que emanaba el sol a pesar del cielo grisáceo. Me subí el cuello de la camisa, intentando retener el poco calor que tenía, y extendí la mano para tocar una de las flores. Era tan hermosa que me acerqué a ella, respirando profundamente, como si pudiera absorber su pureza.
—Claro que soy de verdad. Me llamo Panda —dijo con una sonrisa.
Eso hizo que un sonrojo de vergüenza apareciera en mis mejillas por lo absurda de mi pregunta. Miré mis manos, que movía tímidamente.
—Yo me llamo Yami —dije mientras alzaba un poco la cabeza para ver su reacción.
—Bien, el señor Yaga dice que te vistas para que entrenes —anunció alegremente.
Asentí, levantándome lentamente para empezar a caminar, y él me seguía por detrás con un aire festivo. Ahora que me daba cuenta, era bastante grande (obviamente, era un panda, así que eso era obvio). Su presencia me hacía sentir un poco más segura.
Mientras me preparaba, no podía dejar de pensar en lo raro y maravilloso que era tener a un panda hablando y animándome a entrenar. Este lugar, aunque desconocido, comenzaba a parecer un poco más acogedor.
