¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
《𝘊𝘐𝘛𝘠 𝘈𝘙𝘊》
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝟸 𝙳Í𝙰𝚂...
El ambiente en la casa era opresivo, las sombras parecían más densas con la luz que se filtraba débilmente a través de las ventanas rotas. El hedor a muerte impregnaba el aire, y el primero en entrar fue un alto hombre de cabello blanco y ojos azules que eran cubiertos por unas gafas redondas. Al adentrarse en la estancia, frunció el ceño levemente ante el caos que lo rodeaba y el olor que desprendía, seguido de una mujer de pelo azul claro la cual repitió la acción, pero de una manera menos obvia. El sonido de sus pisadas resonaba en el destrozado salón. Allí, en el centro de la sala, yacía el cuerpo descompuesto de un hombre, su cadáver reposando en un charco seco de sangre.
El albino se agachó cerca del cuerpo, observando los detalles con una mirada afilada y analítica. El cadáver mostraba signos evidentes de una intensa lucha, y aunque la descomposición ya había avanzado, había algo en esos rasgos que le resultaba vagamente familiar. Frunció el ceño, perdido en sus pensamientos mientras trataba de recordar.
—¿De dónde lo conozco?—murmuró, más para sí que para su compañera. Sin embargo, su reflexión fue interrumpida por una voz fría que venía desde el marco de una puerta cercana.
—Al parecer vivían dos personas—dijo la mujer mientras inspeccionaba el cuarto contiguo. Su tono era distante, pero su mirada examinaba todo con un detalle clínico.
El hombre se levantó, dejando el cuerpo atrás y dirigiéndose hacia donde ella se encontraba.
—Los aldeanos mencionaron lo mismo—respondió con indiferencia mientras paseaba su mirada por el lugar—. Había una niña viviendo aquí con este hombre, aunque nadie en la aldea parecía conocerles bien. Mejor dicho, los repudian.
El cuarto donde la mujer estaba era más ordenado que el resto de la casa, pero mostraba claros indicios de que alguien había salido a toda prisa. Cajones abiertos, huellas en el polvo. La mujer observó el escritorio desordenado, tomando nota de cada pequeño detalle sin que su expresión cambiara.
—No es solo que se haya ido—comentó—. Parece que la niña fue forzada a huir. El desorden no es normal. Este lugar tiene las marcas de una salida apresurada... y también algo más.
