La mañana siguiente a la conversación en el hotel, Orm despertó con una determinación renovada. Decidida a mostrarle a Lingling que merecía cariño y que ella podría ser la persona adecuada para brindárselo, Orm se preparó para el volver a la rutina en la oficina con una mentalidad distinta.
Lingling, por otro lado, se encontraba en un estado de indecisión. A pesar de la conexión que había sentido con Orm, no estaba segura de si debía dejarse llevar por esos sentimientos incipientes.
La rutina en la oficina pronto se estableció. Después del gran logro con el inversionista, el equipo se enfocó en seguir adelante con el proyecto, volviendo a la normalidad con las reuniones, correos electrónicos y tareas diarias.
Sin embargo, la presencia de Orm en la vida de Lingling comenzó a ser un elemento constante en sus pensamientos. Los días transcurrieron con una nueva capa de complejidad emocional para Lingling, que se debatía entre la seguridad de su rutina y los sentimientos crecientes que tenía por Orm.
Aunque Lingling intentaba concentrarse en el trabajo, no podía evitar notar los pequeños y constantes gestos de Orm.
Con una discreción calculada, Orm encontraba maneras de mostrar su cariño: una sonrisa cálida al cruzarse en los pasillos, un pequeño apretón de hombro cuando veía a Lingling estresada por el trabajo, un café extra en el escritorio, o un breve mensaje de aliento durante la jornada.
Cada gesto, por pequeño que fuera, estaba cargado de una intención que hacía que Lingling sintiera una mezcla de sentimientos. A pesar de sus esfuerzos por ignorarlos, la atención y la ternura de Orm empezaron a hacerle cada vez más difícil seguir ignorando lo que sentía en su interior.
Cansada de luchar contra lo que estaba sintiendo y sin saber exactamente qué hacer en una situación como esta, Lingling decidió actuar conforme a lo que dictaba su corazón.
Comenzó a cuidar de Orm de formas sutiles pero significativas. Se aseguraba de que Orm tuviera todo lo necesario para sus presentaciones, a veces le dejaba té en su escritorio, mensajes recordándole la importancia de comer y descansar bien después de un largo día de trabajo y cuando Orm se sentía agobiada, Lingling se convertía en una presencia protectora, asegurándose de que tuviera momentos de descanso y paz.
Aunque sus gestos eran prácticos, estaban cargados de una preocupación genuina, y Lingling sentía que, al proteger a Orm, estaba de alguna manera respondiendo a sus propios sentimientos, incluso si no los comprendía completamente.
Las semanas siguientes se vieron marcadas por una rutina que Orm y Lingling desarrollaron casi sin darse cuenta. Sus mañanas comenzaban con mensajes deseándose un buen día, a menudo acompañados de pequeños toques coquetos. Aunque Orm solía iniciar estos gestos, Lingling comenzó a esperarlos con ansias cada mañana.
Orm: —¡Buenos días, Lingling! Espero que tu día esté tan brillante como tu linda sonrisa. —
escribió Orm un lunes por la mañana, con un toque de ternura que iba más allá de lo habitual.
Lingling, sonrojada pero sonriendo al leer el mensaje, respondió:
Ling: —Buenos días, Orm. Tu mensaje hace que mi mañana sea mejor. —
Orm, aprovechando la oportunidad para intensificar el coqueteo, respondió con un toque de audacia:
Orm: —Me alegra saberlo. Aunque, honestamente, creo que mi día también mejora mucho cuando pienso en ti. ¿Cómo te sientes al saber que tienes ese efecto en mí? —
Lingling, sintiendo un cosquilleo en el estómago y dejandose llevar, replicó con un toque de curiosidad:
Ling: —Vaya, me estás dejando curiosa. ¿Y qué pasa si el efecto es mutuo? —
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Entre rivalidades y corazones (LingOrm)
RomanceEn la competencia por el puesto de CEO de Aurora Enterprises, Lingling y Orm, dos mujeres con personalidades opuestas, se enfrentan en una batalla por el liderazgo. Lingling de 29 años de edad, es una profesional meticulosa y reservada, conocida por...