El regreso a la ciudad fue un torbellino de conversaciones, besos furtivos, caricias traviesas y sonrisas que se grabaron en su memoria. El viaje a la cabaña había sido mágico, y la noche íntima que compartieron era solo el comienzo de algo más profundo.
Para Ling, la conversación sobre ser novias daba vueltas en su cabeza. Se sentía confundida; pensaba que, tras lo que habían hablado—donde Orm la había perdonado, y ambas admitieron sus sentimientos—ya deberían ser novias, o al menos eso sentía ella. No podía negar lo que sentía por Orm, cómo su corazón se aceleraba al verla, ni el intenso deseo de besarla y tenerla cerca. ¿No era eso lo que sentían las parejas enamoradas?
Siendo sincera consigo misma, sabía que no tenía ni la más mínima idea de lo que significaba realmente querer a alguien más. ¿Cómo podría saberlo? Nunca le había interesado nadie más que ella misma y su abuela; ni siquiera sus padres. Les agradecía por proveerle lo material, pero no había un vínculo afectivo. Las pocas veces que los veía, ni siquiera se molestaban en preguntar cómo estaba. La conversación siempre giraba en torno a lo material, al éxito y a las apariencias, y la importancia de llevar el apellido Kwong era lo único que les importaba desde que tenía memoria.
Nunca había experimentado afecto real, lo mismo sucedía con sus relaciones románticas. En el colegio, estaba tan enfocada en ser la mejor estudiante, tanto en los estudios como en las actividades extracurriculares, que sabía que eran clave para ingresar a una buena universidad.
Durante esos años, fue bastante solitaria; no le interesaba hacer amigas ni relacionarse con personas que consideraba inferiores, que se preocupaban por su primer beso o las típicas cosas de adolescentes.
Siempre supo que era atractiva tanto para chicos como para chicas. Formaba parte del equipo de atletismo, del coro y del comité estudiantil, actividades que despertaban el interés de las universidades. Esto la expuso a más personas y la convirtió en un centro de atención. Muchas chicas la consideraban su "girl crush", algunas se atrevían a declararse, dejándole notas anónimas o chocolates en su asiento, pero todas acababan con una negativa inmediata y contundente por su parte.
Los chicos eran más directos, pero también menos agradables, y sus intentos terminaban de la misma manera; no le interesaban. No podía recordar haber sentido un interés genuino por nadie en esa época.
Su primer beso fue con un chico cuyo nombre no recordaba, capitán del equipo de atletismo, después de una reunión de capitanes. Él se le declaró y la besó, y fue entonces cuando pensó que el amor estaba sobrevalorado.
Sabía que lo había hecho más por cumplir con el famoso "primer beso" que porque realmente lo deseara; sin expectativas, resultó decepcionante, nada memorable.
Luego llegó la universidad, donde, en un intento por liberarse de la presión de sus padres, comenzó a experimentar con algunas relaciones. Las fiestas de bienvenida fueron el escenario perfecto para conocer a más personas.
Se dejaba llevar por la atmósfera vibrante, rodeada de estudiantes de diversas carreras. A menudo se encontraba en medio de grupos animados, donde las conversaciones fluían gracias al alcohol en los vasos. Era fácil dejarse llevar, y los coqueteos eran constantes.
El primero fue Chet, un buen chico, serio y estudioso. Se habían conocido en una reunión organizada por un profesor que buscaba tutores para otros estudiantes. Aunque no le interesaba ayudar a otros, sabía que era un buen reconocimiento.
Sus conversaciones giraban en torno a la universidad y, aunque lo consideraba confiable para experimentar, Chet quería algo más formal. Ella, en cambio, no estaba interesada en él ni en establecer ningún tipo de compromiso y su escaso interés terminó frustrándolo.
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Entre rivalidades y corazones (LingOrm)
RomanceEn la competencia por el puesto de CEO de Aurora Enterprises, Lingling y Orm, dos mujeres con personalidades opuestas, se enfrentan en una batalla por el liderazgo. Lingling de 29 años de edad, es una profesional meticulosa y reservada, conocida por...