Después de aquel primer encuentro torpe, Clara no podía dejar de pensar en Martín. Había algo en la naturalidad con la que sonreía, en su mirada oscura y profunda, que la había dejado inquieta. Así que cuando entró en la librería una semana después, su corazón latía un poco más rápido de lo habitual.
Se sentó en una de las mesas del café adjunto a la librería, con un ejemplar de Cien años de soledad en las manos, esperando perderse en el realismo mágico que tanto la fascinaba. Pero justo cuando estaba por comenzar a leer, escuchó una voz familiar detrás de ella.
—¿Otra vez con Gabriel García Márquez?—dijo Martín, con una sonrisa en los labios mientras se acercaba a su mesa—. No sabía que eras fanática.
Clara levantó la vista, algo sorprendida, pero feliz de verlo.
—Sí, es mi escapatoria—respondió ella, haciendo un gesto hacia el libro—. Me ayuda a desconectarme.
Martín se sentó a su lado sin dudarlo, pidiendo un café al mesero con una soltura que dejó a Clara pensando en lo cómodos que parecían juntos, a pesar de apenas conocerse.
—¿Sabes? Nunca terminé ese libro. Siempre me pierdo con todos los personajes. Demasiados Buendía para mi gusto—bromeó Martín, haciendo que Clara soltara una pequeña risa.
—Es cierto, la familia Buendía puede ser un laberinto. Pero eso es lo que me gusta. Esa complejidad es...—Clara buscó las palabras adecuadas, pero finalmente se encogió de hombros—, es como la vida misma, ¿no?
Martín la miró un instante, como si estuviera analizando algo más allá de las palabras que ella acababa de decir. Después, dejó escapar un suspiro ligero y respondió:
—Supongo que tienes razón. La vida es un caos en sí misma, pero eso es lo que la hace interesante.
—Exacto. Y a veces lo caótico es lo más bello—respondió Clara, sintiéndose más abierta de lo que hubiera esperado en esa conversación. Era como si hablar con Martín la hiciera querer decir lo que realmente pensaba, sin filtros.
—Ya veo que tienes un lado filosófico, Clara—dijo Martín, apoyando los codos sobre la mesa y acercándose ligeramente—. ¿Siempre eres así o solo lo sacas a relucir con García Márquez?
Clara sonrió, jugueteando con la taza de café entre sus manos.
—No sé, depende del momento. Tal vez me sacas ese lado—respondió, medio en broma, medio en serio.
Martín sonrió, claramente disfrutando de la conversación. Hubo un pequeño silencio, pero no incómodo, sino uno de esos momentos en los que ambos sabían que algo estaba cambiando entre ellos.
—¿Qué haces cuando no estás perdida en libros?—preguntó Martín, inclinando la cabeza con curiosidad.
—Trabajo en una editorial, aunque la mayoría del tiempo estoy revisando manuscritos que no me interesan tanto como este—dijo Clara, señalando el libro—. Y tú, ¿a qué te dedicas?
—Soy diseñador gráfico. Paso demasiado tiempo frente a una pantalla. Tal vez por eso me gusta escaparme a librerías como esta—Martín hizo un gesto amplio con las manos, señalando el lugar—. Es como si aquí el tiempo se detuviera.
—Es un lugar especial—admitió Clara, sintiendo que cada palabra de Martín la hacía querer saber más sobre él.
El ambiente en el café era cálido y acogedor, con el suave murmullo de las conversaciones a su alrededor, el tintineo de las tazas de café y el olor a libros viejos que impregnaba el aire. Clara se sintió envuelta en ese ambiente, como si estuviera en un refugio donde nada malo podía pasar.
—¿Tienes algún libro favorito?—preguntó Martín, volviendo la conversación hacia un tema que claramente les apasionaba a ambos.
—Difícil elegir solo uno, pero si tuviera que elegir, sería...—Clara se detuvo un momento, pensando—. Probablemente Cien años de soledad. Aunque suene cliché.
—¿Por eso lo traes siempre contigo?—respondió él, levantando una ceja en tono burlón.
—Quizás... me recuerda que a pesar del caos, hay algo de belleza en la locura. ¿Y tú? ¿Algún favorito?
Martín sonrió con una pizca de nostalgia antes de responder:
—El principito. Suena infantil, pero es el tipo de libro que leo cuando necesito recordar lo esencial. Como cuando el zorro le dice al principito que "lo esencial es invisible a los ojos". Me ayuda a mantener los pies en la tierra.
Clara lo miró, intrigada por la profundidad de sus palabras. A pesar de su actitud relajada, había una seriedad en Martín que lo hacía parecer más complejo de lo que dejaba ver a simple vista.
—Esa es una buena elección. Me gusta cómo piensas—respondió Clara, y luego, con una sonrisa juguetona—. Aunque El principito es mucho más fácil de leer que Cien años de soledad.
—Te concedo eso—dijo Martín, riéndose con ella—. Quizás algún día me anime a intentarlo de nuevo.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua y del ambiente tranquilo del café. La conversación fluía con una naturalidad que Clara no había experimentado en mucho tiempo. Había algo en Martín que la hacía sentir cómoda, como si no tuviera que pretender ser alguien más.
—Clara, me alegra haberme topado contigo esa vez—dijo Martín de repente, rompiendo el silencio—. Literalmente.
Clara soltó una carcajada.
—Yo también. A pesar del desastre que hice con mis libros.
—Fue un accidente afortunado, diría yo—respondió Martín, con una mirada que decía más de lo que las palabras podían expresar.
Clara sintió una calidez en su interior. Estaba claro que había una conexión entre ellos, algo que iba más allá de los libros y las bromas. Quizás era demasiado pronto para llamarlo algo más, pero no podía negar que Martín la había impactado de una manera que nadie lo había hecho en mucho tiempo.
Cuando se despidieron esa tarde, Clara se quedó un rato más en el café, releyendo las mismas páginas de Cien años de soledad sin realmente prestarles atención. Su mente estaba en otro lado, en los ojos oscuros de Martín y en esa conexión que, aunque inesperada, empezaba a sentirse como algo inevitable.
Martín, por su parte, salió de la librería con una sonrisa en los labios, pensando en lo fácil que había sido hablar con Clara. Había algo en ella que lo intrigaba, algo que lo hacía querer conocerla más, descubrir todos esos pequeños detalles que la hacían única.
Ambos se fueron a casa esa noche, con la sensación de que el destino había jugado un papel importante en su encuentro.
ESTÁS LEYENDO
El ritmo de dos corazones
RomanceEn un mundo donde las rutinas parecen inquebrantables y el amor se esconde detrás de los momentos más cotidianos, Clara y Martín cruzan sus caminos por azar, pero sus almas parecen estar destinadas a encontrarse. A través de libros, canciones y los...