El día amaneció con una neblina ligera cubriendo la ciudad, y aunque la luz del sol tardaba en abrirse paso entre las nubes, Martín se sentía más claro de mente que en los días anteriores. Había pasado una semana desde su último intento de hablar con su padre, y aunque no lo había hecho, hoy sentía que finalmente debía enfrentarlo. La relación entre ellos siempre había sido tensa, y cada vez que su padre aparecía en su vida, Martín se encontraba dividido entre la obligación familiar y su necesidad de mantener la distancia.
Mientras caminaba hacia la cafetería donde había quedado con Clara, no pudo evitar revisar su teléfono. Su padre le había enviado otro mensaje.
"Martín, hablemos. Hay cosas importantes de las que quiero conversar."
Le resultaba difícil enfrentarse a esas palabras. Cada conversación con su padre parecía una puerta hacia los mismos temas: la empresa familiar que Martín había rechazado, las expectativas incumplidas, y el silencio que, para ambos, siempre había sido más fácil que las palabras. Pero algo en Martín había cambiado. Tal vez era la forma en que Clara lo escuchaba sin juzgar, o quizá simplemente estaba cansado de huir. Hoy, al menos, respondería.
"Podemos hablar esta tarde."
Envió el mensaje y guardó el teléfono antes de poder arrepentirse. Sintió el peso de esa decisión, pero también una pequeña chispa de alivio. Sabía que ese encuentro no resolvería todo, pero era un paso.Al llegar a la cafetería, Clara ya estaba allí, sentada junto a la ventana. Llevaba un abrigo gris y su expresión era relajada, como si el mundo no le exigiera demasiado en ese momento. Martín sonrió al verla y se acercó.
—Llegas justo a tiempo —dijo Clara, levantando la vista con una sonrisa cuando él entró.
—Siempre puntual —respondió él, acomodándose en la silla frente a ella.
Hubo un momento de silencio cómodo mientras ambos pedían café. Clara parecía estar en paz, pero Martín notaba una leve distracción en sus ojos, como si estuviera sumida en sus propios pensamientos. Decidió no apresurar la conversación.
—¿Cómo te fue con Sofía? —preguntó Martín, tomando un sorbo de su café.
Clara se rio, recordando la reunión con su amiga de la universidad. Había sido un encuentro que la sacudió un poco, y le había ayudado a ver su vida desde una perspectiva diferente.
—Fue intenso, como siempre —dijo Clara, jugando con su taza—. Sofía es una de esas personas que nunca se detienen. Siempre tiene algo que decir sobre la vida, el trabajo, el amor... pero fue bueno verla.
—¿Hablaron de cosas importantes? —preguntó Martín, levantando una ceja.
Clara asintió, aunque de manera más seria.
—Sí, hablamos mucho sobre cómo ha cambiado todo desde la universidad. Cómo las cosas no siempre salen como esperábamos —dijo, sus ojos bajando hacia el café—. Me preguntó sobre mi vida últimamente, y creo que fue la primera vez que realmente me detuve a pensar en ello.
Martín la miró en silencio, esperando que continuara.
—Me di cuenta de que, aunque me gusta mi trabajo y mi rutina, siento que hay algo que me falta. Como si estuviera estancada en una zona de confort que no me deja avanzar. Y Sofía, con su energía inagotable, me hizo ver que a veces necesito salir de esa comodidad para encontrar algo más.
Clara hizo una pausa y sonrió con tristeza.
—Le conté sobre ti, por supuesto. Y me di cuenta de que... bueno, no sé exactamente en qué punto estamos. —Clara lo miró directamente a los ojos, buscando algo en su reacción—. Pero lo que sé es que estoy contenta de que estés en mi vida.
Martín sintió un nudo en la garganta. Había algo tan honesto en las palabras de Clara que lo dejaba sin aliento. A diferencia de sus conversaciones con su padre, hablar con ella le daba una sensación de libertad, de no estar juzgado ni presionado.
—Yo también lo estoy —respondió Martín suavemente, sin querer complicar el momento.
Clara sonrió, y por un instante, la conversación quedó en pausa, ambos disfrutando de la compañía mutua.
—¿Y tú? —preguntó Clara, rompiendo el silencio—. ¿Has podido hablar con tu padre?
Martín sintió cómo la mención de su padre lo devolvía a una realidad más tensa. Soltó un suspiro y se apoyó en la mesa.
—Le envié un mensaje hoy. Vamos a vernos esta tarde.
Clara lo observó con atención, sabiendo que para Martín, ese tema era difícil. Habían hablado un poco sobre su padre antes, pero siempre con cautela, como si cada palabra pudiera despertar viejas heridas.
—¿Y cómo te sientes con eso? —preguntó ella, bajando el tono.
—Honestamente, no lo sé. Siempre es complicado —dijo Martín, frotándose las sienes—. Mi padre tiene una forma de hacerme sentir que nunca hice lo correcto, como si todas mis decisiones fueran errores. Desde que dejé de lado el negocio familiar para dedicarme al diseño... nunca lo entendió. Siempre ha visto mi trabajo como algo temporal, algo que no tiene verdadero valor.
Clara asintió, comprendiendo esa presión. A menudo había sentido que la gente no entendía la verdadera importancia de su trabajo en la editorial, como si los libros fueran solo entretenimiento y no una forma de vida.
—¿Crees que habrá algo diferente esta vez? —preguntó Clara, con suavidad.
—Quiero creer que sí —admitió Martín, pero su tono traicionaba su duda—. Pero no estoy seguro. No sé si él realmente puede cambiar su forma de ver las cosas. A veces, siento que hablamos idiomas diferentes, como si él siempre estuviera esperando que yo vuelva a ser el hijo que él quería.
Clara se inclinó hacia él, tocando su mano brevemente.
—Tal vez esta vez no se trata de que él cambie, sino de que tú estés más claro en lo que quieres decir —sugirió, con una leve sonrisa de apoyo—. A veces, las conversaciones no son para convencer al otro, sino para que nosotros mismos entendamos mejor lo que estamos buscando.
Martín la miró, asimilando sus palabras. Había algo en la manera en que Clara enfrentaba las cosas que siempre lo sorprendía. Mientras él se sumergía en el caos interno, ella encontraba maneras de poner todo en perspectiva. Y, aunque todavía no sabía cómo sería el encuentro con su padre, ahora sentía que tenía una pequeña herramienta más para manejarlo.
—Gracias —dijo él, sinceramente.
Clara sonrió.
—No tienes que agradecerme.
El resto de la tarde transcurrió entre charlas ligeras y silencios cómodos, pero ambos sabían que algo había cambiado en el aire. Tanto Martín como Clara estaban en puntos cruciales de sus vidas, enfrentando decisiones que los llevarían a lugares que aún no comprendían del todo.
Al despedirse, el sol ya comenzaba a ocultarse, proyectando una luz dorada sobre la ciudad. Clara miró a Martín antes de marcharse, deseándole suerte para su encuentro.
—Espero que todo salga bien con tu padre —dijo ella, con sinceridad.
—Yo también —respondió él, antes de verla desaparecer entre la gente.
Y mientras Martín caminaba hacia el encuentro con su padre, sintió que, aunque la conversación sería difícil, estaba más preparado de lo que había estado antes. Tal vez, por primera vez en mucho tiempo, no se trataba de cambiar a los demás, sino de estar seguro de quién era él mismo.
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El ritmo de dos corazones
RomanceEn un mundo donde las rutinas parecen inquebrantables y el amor se esconde detrás de los momentos más cotidianos, Clara y Martín cruzan sus caminos por azar, pero sus almas parecen estar destinadas a encontrarse. A través de libros, canciones y los...