Capítulo 5: Jugando con fuego

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Alexander:
Hay un delicado arte en jugar con la mente de alguien, en enredar lentamente sus pensamientos hasta que no sepan distinguir entre lo que es real y lo que no. Con Clara, ese juego apenas comienza, y lo disfruto más de lo que debería.

Desde nuestro último encuentro, he pensado mucho en ella. Su mirada temblorosa, su incapacidad para ocultar lo que realmente siente, me dejó ver claramente el alcance de su obsesión. No fue una sorpresa. Lo que sí me sorprendió fue el placer que sentí al descubrirlo. Hay algo fascinante en saber que me observa, en sentir su atención fija en cada uno de mis movimientos, incluso cuando cree que no me doy cuenta.

Pero claro, no se trata solo de saber. Se trata de darle algo a cambio, de mostrarle que también estoy atento, sin llegar a exponerme del todo. Un juego de señales, de mensajes ocultos que solo ella entenderá. Empecé sutilmente, como siempre. Nunca he sido fanático de la torpeza o de los movimientos bruscos. No, con Clara esto debe ser manejado con precisión.

Esta mañana, antes de salir a la oficina, envié el primer mensaje. No fue un mensaje escrito ni una llamada. Fue mucho más personal. Una rosa roja. La dejé en la cafetería donde trabaja, en la barra donde siempre me siento cuando paso por allí. Sabía que la vería. Sabía que la rosa no tendría ningún sentido para el resto de sus compañeros, pero para ella sería un recordatorio, una marca que no podría ignorar.

Imaginé su rostro al verla. Ese momento en que sus ojos la encontrarían, en que su mente empezaría a preguntarse: "¿Por qué una rosa?" No la firmé, no dejé ningún rastro obvio de que provenía de mí. Pero Clara no necesita eso. Sabe perfectamente quién la envió. Y eso es lo importante.

Después de la rosa, decidí aumentar el ritmo. Algo pequeño pero significativo: una visita inesperada. No a la cafetería esta vez, sino a un lugar donde ella no pensaría encontrarme. Aquel pequeño parque cerca de su apartamento. Sé que a veces camina por allí después de sus turnos, buscando algo de tranquilidad. Me aseguré de aparecer allí, casualmente, sentado en un banco, leyendo un libro que había traído solo para fingir una excusa.

Cuando ella llegó, la vi detenerse al verme. Fue solo un segundo, una pausa en su andar, pero eso fue suficiente. No me miró directamente, como si intentara fingir que no me había visto, pero yo sé que lo hizo. Sentí su mirada clavada en mi perfil mientras continuaba caminando, sin atreverse a acercarse. Y eso es exactamente lo que quería.

No necesitaba hablarle, no necesitaba siquiera hacer contacto visual. Mi presencia allí era suficiente para sembrar la duda en su mente. ¿Había sido coincidencia? ¿O había algo más detrás de mi aparición?

Lo siguiente fue aún más sutil. Cambié algunos detalles en mi rutina, pequeños gestos que sabía que ella notaría. Me aseguré de que mis visitas a la cafetería fueran más irregulares, evitando el patrón que solía seguir. Y cuando aparecía, mis interacciones con los empleados, con el entorno, eran más cautelosas, menos obvias. Le dejaba pistas, pequeñas señales que solo ella podía captar.

Pero la clave de todo esto era el misterio. No debía mostrar todas las cartas demasiado pronto. Clara debía seguir sintiendo que estaba fuera de su alcance, que a pesar de estar tan cerca, aún no podía descifrar del todo lo que estaba pasando. Esa incertidumbre la mantendría en tensión, atrapada en el juego, sin poder escapar.

Y es que, en el fondo, Clara y yo no somos tan diferentes. Ambos estamos obsesionados, aunque por razones distintas. Ella me sigue porque quiere entenderme, porque busca algo que no puede nombrar. Yo la sigo porque quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar, hasta dónde puede desmoronarse bajo la presión de mi atención.

Hoy, decidí darle un nuevo mensaje, uno que la haría cuestionarse más profundamente. Dejé una nota. No fue difícil. Una simple hoja doblada, deslizada discretamente entre los libros que ella siempre organiza en la cafetería. La nota no decía mucho, solo una frase:

"Cuidado con lo que deseas."

Lo suficientemente enigmático como para encender más su curiosidad, pero no lo suficiente como para asustarla. Aún no. Todavía estoy calibrando el equilibrio entre la seducción y el control, midiendo cuánto puedo empujar antes de que retroceda.

Ahora, solo queda esperar. Sé que tarde o temprano Clara descubrirá la nota, y cuando lo haga, sentirá esa misma mezcla de fascinación y miedo que ya ha comenzado a experimentar

Lo que Clara aún no comprende es que este juego lo controlo yo. Cada paso que doy, cada movimiento que hago, está pensado para llevarla exactamente a donde quiero. No hay escapatoria. Ambos estamos atrapados en este círculo vicioso de deseo y poder, y yo estoy decidido a llevarlo hasta las últimas consecuencias.

El fuego en el que estamos jugando no es fácil de apagar. Pero eso es lo que lo hace tan irresistible.

Sombras en el MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora