Siempre es lo mismo. Todos los días. Las mismas mesas, las mismas caras, los mismos pedidos. "Café doble sin azúcar", "latte con leche de almendra", "croissant para llevar".La monotonía tiene su manera de hacerme sentir invisible, lo que agradezco.
Es mejor así. Mi vida es más fácil cuando
soy solo otra empleada más en esta cafetería.Pero
hoy, algo cambió.El timbre de la puerta sonó como siempre, pero el aire se volvió denso.No lo vi entrar al principio, pero lo sentí. Era como si una corriente de electricidad atravesara el lugar.
Levanté la mirada por puro reflejo, y ahí estaba él.Alexander Volkov. **Él.**
El hombre cuyas fotos llenan mi pizarra secreta, cuya vida he seguido en silencio durante los últimos meses. El magnate ruso, el inalcanzable, el misterioso... y ahora, aquí, en la cafetería en la que trabajo. Es casi ridículo pensar que esto es una coincidencia, pero, ¿cómo podría ser de otra forma? No soy nadie, solo Clara Martínez, la chica detrás de la barra que toma pedidos y sonríe mecánicamente.Pero cuando sus ojos se cruzaron con los míos, todo cambió. No fue una mirada común. Fue intensa, como si me conociera.
Me quedé paralizada, con la mano temblando mientras intentaba limpiar el mostrador.¿Por qué estaba aquí? No tiene sentido. Este lugar no es para alguien como él.
Es un hombre que se mueve entre hoteles de cinco estrellas y restaurantes exclusivos, no entre cafés comunes como este. Mis pensamientos corrían descontrolados, intentando encontrar alguna lógica.Respiré hondo, intentando calmar el temblor en mis manos, y me acerqué al mostrador.
"Hola, ¿qué te puedo ofrecer hoy?", pregunté, mi voz más suave de lo normal, casi apagada.Su mirada seguía fija en mí. Parecía analizar cada detalle, cada pequeño gesto.
Era como si pudiera ver a través de mí, como si supiera quién era yo, como si entendiera lo que escondía. Sentí mi corazón acelerarse, pero intenté no dejar que se notara.
"Un café negro", dijo con una voz profunda y grave.
Su acento ruso era claro, firme, pero no era su voz lo que me inquietaba.
Era la forma en que me miraba, como si supiera algo que yo no.
Asentí, apartando la mirada rápidamente y girando hacia la máquina de café. Mi mente era un caos. Cada movimiento parecía torpe, como si mis manos ya no respondieran bien.
¿Qué debía hacer? No podía dejar que supiera lo que significaba para mí. No podía mostrarme vulnerable.Cuando le entregué el café, nuestras manos casi se tocaron.
Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo, y me atreví a mirarlo nuevamente. Su expresión seguía imperturbable, pero en sus ojos había algo más. Algo oscuro, algo... que me atraía de una manera que no podía comprender del todo."Gracias", dijo brevemente, tomando el vaso. Dio un pequeño sorbo, sin apartar la mirada de mí.Sentí que me faltaba el aire.
Todo parecía ir demasiado rápido, como si el mundo hubiera comenzado a girar alrededor de este momento. Me pregunté si él también sentía lo mismo, o si solo era una coincidencia más para él.Pero algo en su mirada me decía que no.
Que este encuentro, este primer cruce de caminos, no era casualidad. Y mientras lo veía caminar hacia la puerta, con el café aún en la mano, supe que algo había cambiado.
Lo sentí en lo más profundo de mi ser.El timbre de la puerta volvió a sonar cuando salió, y el bullicio habitual de la cafetería regresó a mi alrededor.
Pero yo ya no era la misma. Alexander Volkov había estado aquí, frente a mí, y no podía dejar de preguntarme por qué.Me apoyé en el mostrador, respirando profundamente, intentando recuperar el control. Pero sabía, en el fondo, que nada volvería a ser como antes. Y aunque aún no sabía exactamente qué significaba ese encuentro, estaba segura de una cosa: no sería el último.Mi obsesión acaba de volverse mucho más real.
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Sombras en el Muro
RomantizmClara Martínez, una empleada común de una cafetería en el centro de la ciudad, lleva una vida aparentemente normal. Sin embargo, en la privacidad de su pequeño departamento, guarda un secreto oscuro: una pizarra cubierta de fotos, notas y detalles m...