Capítulo 10: Bajo vigilancia

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La paranoia se ha convertido en mi compañera constante. Desde el momento en que comprendí que Alexander estaba más involucrado en mi vida de lo que había pensado, cada uno de mis movimientos se siente observado. Es como si cada paso, cada decisión, estuviera siendo monitoreada, evaluada desde las sombras. La sensación de estar bajo vigilancia no es solo incómoda, sino que empieza a consumir cada rincón de mi vida.

Los días siguientes al encuentro en la calle han sido una danza delicada entre la normalidad y el miedo. Mi trabajo en la cafetería continúa como siempre, pero el ambiente ha cambiado. Cada vez que un cliente entra, me pregunto si podría ser un espía, si las conversaciones triviales que escucho son en realidad intentos de obtener información sobre mí. He aprendido a ser más cuidadosa con lo que digo y hago, pero la sensación de ser observada no desaparece.

He notado detalles que antes me parecían insignificantes: un coche estacionado frente a la cafetería durante más tiempo del necesario, la misma persona que parece estar siempre en el mismo café, en la misma esquina, observándome sin que parezca que lo está haciendo. Incluso mis amigos más cercanos han comenzado a notarlo. Su preocupación es genuina, pero no tengo el valor para compartirles la verdad. ¿Cómo les explicaría que creo que un hombre misterioso está vigilándome de manera persistente?

Esta mañana, mientras me preparaba para el trabajo, encontré una nota en mi buzón. No estaba firmada, pero el mensaje era claro: "Sé lo que estás haciendo. Ten cuidado." Mi primer pensamiento fue que Alexander estaba enviando una advertencia, una señal de que no estaba tan lejos como creía. Mi corazón se aceleró al instante. ¿Cómo sabía exactamente dónde vivía? ¿Qué más había descubierto sobre mí?

Las imágenes y la información que tengo sobre él en mi pizarra han empezado a parecerme insuficientes. La verdad es que me siento como si estuviera jugando una partida de ajedrez en la que el adversario conoce todos mis movimientos antes de que los haga. Mi obsesión por Alexander, que alguna vez me parecía tan controlable, ahora se ha convertido en una trampa que me aprisiona. La necesidad de entender su motivación, su conocimiento sobre mi vida, se intensifica con cada día que pasa.

Al mismo tiempo, he intensificado mis propios métodos de protección. Cambio mis rutas para ir al trabajo, evito las mismas cafeterías y supermercados que solía frecuentar. Aún así, hay algo en el aire que no puedo evitar. La sensación de estar bajo vigilancia, la sospecha constante de que Alexander o alguien de su entorno está a mis espaldas, me hace sentir atrapada.

Cada noche, cuando regreso a casa, reviso la pizarra, buscando algo que no haya visto antes, una pista que pueda cambiar la dinámica entre nosotros. He comenzado a notar patrones en sus movimientos, aunque no estoy segura de qué significan. Hay algo calculado en su comportamiento que me inquieta profundamente.

Ayer, mientras revisaba las notas y fotos en la pizarra, noté algo nuevo. Un pequeño detalle en una de las fotos que antes había pasado por alto. Alexander tenía un reloj que nunca había visto antes. Parecía caro, distintivo, como si fuera una pieza importante en su vida. Decidí investigar más sobre ese reloj. Quizá encontrar algo en ese detalle podría darme una ventaja.

Sin embargo, cada investigación que realizo, cada esfuerzo por obtener más información sobre él, parece alimentar la vigilancia en la que estoy atrapada. Cada respuesta trae consigo más preguntas, cada pista más incertidumbre. La tensión entre la necesidad de conocer la verdad y el miedo a lo que esa verdad pueda revelar es abrumadora.

Las noches se han vuelto más largas y las horas de insomnio se acumulan. Las sombras que solían ser simples formas en la oscuridad ahora parecen tener vida propia, moviéndose de manera inquietante en la periferia de mi visión. Cada vez que salgo de casa, me encuentro mirando sobre el hombro, preguntándome si el siguiente paso que doy será el último en el que tendré la libertad de decidir por mí misma.

Y, mientras todo esto sucede, una parte de mí se pregunta si realmente estoy preparada para enfrentar lo que viene. La conexión entre Alexander y yo ha evolucionado de manera que nunca habría imaginado. La obsesión que una vez pensé que podía controlar ahora se ha convertido en una intrincada red de engaños y deseos, donde cada movimiento se siente como una jugada en un juego peligroso que no sé cómo ganar.

Sombras en el MuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora