El aire estaba cargado de una energía extraña, como si las paredes mismas supieran que algo estaba por suceder. No debería estar aquí, lo sabía, pero no podía resistir. Desde que recibí aquella nota misteriosa -"Cuidado con lo que deseas"-, algo en mí se había encendido. Una mezcla de intriga y terror, de deseo y autodestrucción.
El evento era elegante, mucho más exclusivo que el anterior. No era fácil infiltrarse en lugares así, pero había aprendido algunos trucos. Lo que no había previsto era encontrármelo tan pronto. Apenas entré al salón, mis ojos lo encontraron, como si una fuerza invisible nos empujara el uno hacia el otro. Alexander estaba allí, imponente como siempre, rodeado de personas que no importaban en lo más mínimo para mí. Mi atención estaba clavada en él, y lo sabía.
La tensión en el ambiente era palpable, como si todo se redujera a ese momento. Pero ambos éramos expertos en ocultar nuestras emociones. Actuaríamos como si no supiéramos nada, como si fuéramos dos extraños que casualmente se cruzaban de nuevo en el mismo lugar.
Con un vaso de champán en la mano, me deslicé por la sala, fingiendo interés en las conversaciones banales que flotaban a mi alrededor. Las risas vacías y el sonido de copas chocando entre sí se sentían distantes. Todo lo que podía sentir era la presencia de Alexander, que parecía seguirme, incluso sin moverse.
Intentaba mantener la compostura, actuar como si fuera solo una noche más. Pero cada vez que me acercaba un poco más a él, mi corazón latía con más fuerza. El juego en el que ambos estábamos inmersos había dejado de ser meramente emocionante; ahora estaba cargado de peligro.
Finalmente, cuando estuve lo suficientemente cerca, lo sentí girarse hacia mí. Nuestras miradas se encontraron, y por un segundo, el resto del salón desapareció. Allí estaba de nuevo, esa tensión que no podía ignorar, el fuego que había empezado a quemar desde aquel primer encuentro. Pero al igual que antes, ninguno de los dos dijo nada. Ni una palabra, ni un gesto que delatara lo que realmente sucedía entre nosotros.
-Clara -dijo finalmente, rompiendo el silencio, su voz baja, pero con ese tono controlado que siempre me hacía estremecer-. No esperaba verte aquí.
Me forcé a sonreír, a levantar la barbilla con una confianza que no sentía del todo. No podía mostrar debilidad. No con él.
-Alexander -respondí, intentando igualar su tono casual-. Qué coincidencia.
Sabíamos que no era una coincidencia, pero jugábamos el papel de desconocidos a la perfección. Él sabía de mi obsesión, y yo sabía de la suya, pero ninguno estaba dispuesto a admitirlo abiertamente. Aún no.
-¿Disfrutando del evento? -preguntó, mientras daba un paso más cerca. Podía sentir el calor de su cuerpo, el poder que irradiaba su mera presencia. Me estremecí, pero mantuve mi postura firme.
-Tanto como uno puede en este tipo de lugares -respondí, sin apartar la vista de sus ojos. No iba a ceder. No iba a permitir que me viera vulnerable.
Un silencio pesado cayó entre nosotros, y sentí la necesidad de escapar, de romper el momento antes de que él tomara más control de la situación. Pero no lo hice. Me quedé allí, atrapada en ese fuego que ambos alimentábamos.
-Es curioso -dijo de repente, con un tono más oscuro-. Parece que últimamente coincidimos bastante, ¿no te parece?
Ahí estaba, la insinuación, la primera señal de que sabía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Mi corazón se aceleró, pero no dejé que lo viera.
-Tal vez el destino tenga un sentido del humor retorcido -respondí, intentando mantenerme serena.
-Quizás -murmuró él, dando otro paso, tan cerca que podía oler su colonia, el aroma que había llegado a asociar con peligro-. O tal vez... no sea el destino.
Sus palabras me hicieron contener la respiración. El doble sentido era claro. No era el destino lo que nos había reunido aquí, era él, era yo. Ambos estábamos jugando este juego desde hace tiempo, y ahora las piezas comenzaban a moverse más rápido.
No podía seguir con esta conversación. No aquí, no ahora. Si me quedaba más tiempo, acabaría revelando más de lo que podía permitirme.
-Ha sido un placer verte de nuevo, Alexander -dije, tomando la decisión de dar por terminada la conversación-. Pero creo que debo retirarme.
Intenté alejarme, pero su mano rozó la mía, tan sutilmente que nadie a nuestro alrededor lo notó. Un gesto tan leve, pero que me dejó paralizada en el acto.
-Clara -susurró, inclinándose ligeramente hacia mí-, no siempre es prudente correr del fuego. A veces, hay que enfrentarlo.
Me quedé allí, con la mente en blanco, sin saber cómo responder. Finalmente, logré apartarme, mis piernas sintiéndose pesadas como si estuviera luchando contra una fuerza invisible. Mientras me alejaba, pude sentir su mirada siguiéndome, como si hubiera ganado una pequeña batalla. Pero sabía que esto apenas comenzaba.
El encuentro había sido un paso en falso, tanto para él como para mí. Las tensiones seguían aumentando, y ninguno de los dos estaba dispuesto a rendirse.
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Sombras en el Muro
RomanceClara Martínez, una empleada común de una cafetería en el centro de la ciudad, lleva una vida aparentemente normal. Sin embargo, en la privacidad de su pequeño departamento, guarda un secreto oscuro: una pizarra cubierta de fotos, notas y detalles m...