Capítulo 10

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Era una mañana normal en Lennon Corporation. El sol brillaba en el cielo, y la ciudad parecía moverse con la energía habitual de un día laboral. Paul McCartney y John Lennon, ansiosos por comenzar sus vacaciones, se dirigían al ascensor del edificio para salir del trabajo. John, con una actitud relajada y un leve brillo de anticipación en sus ojos, conversaba con Paul mientras esperaban que el ascensor llegara a su piso.

—No puedo creer que ya se acerca el día de nuestras vacaciones —dijo Paul con una sonrisa entusiasta—. Creo que hemos trabajado lo suficiente para ganarnos un buen descanso.

John asintió, satisfecho. —Definitivamente. Y al final de todo esto, una escapada a la mini ciudad en las montañas suena como el plan perfecto. ¿Has oído lo que dicen sobre la playa privada cerca de allí?

Paul rió, la idea de la playa privada parecía una tentación irresistible. —Sí, he oído que es increíble. ¡No puedo esperar a relajarme allí!

Cuando el ascensor llegó al piso, las puertas se abrieron con un suave "ding" y ambos entraron. John presionó el botón del vestíbulo mientras Paul revisaba su teléfono, enviando un último mensaje antes de salir. Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó su descenso.

Todo parecía normal hasta que, de repente, el ascensor se detuvo con un sacudón. Las luces parpadearon y luego se apagaron, sumiendo el espacio en una oscuridad casi total. Un pitido monótono y constante comenzó a sonar desde el sistema de emergencia, un recordatorio inquietante de que algo estaba mal.

Paul levantó la vista del teléfono, mirando a John con una mezcla de sorpresa y preocupación. —¿Qué está pasando?

John, intentando mantener la calma, presionó el botón de emergencia en el panel del ascensor. Sin embargo, el botón no respondió. —Parece que estamos atrapados. Algo debe haber fallado con el sistema.

Ambos se miraron, la oscuridad del ascensor intensificando la sensación de claustrofobia. El calor comenzó a acumularse rápidamente, y la pequeña caja metálica se volvió incómodamente cálida. El pitido constante no ayudaba a calmar los nervios. John intentó mantener la compostura, pero podía ver la ansiedad en los ojos de Paul.

—Vamos a mantener la calma. Seguro que están trabajando en ello. Lo primero es asegurarnos de que estemos bien —dijo John, tratando de sonar más seguro de lo que realmente se sentía.

Paul asintió, aunque el creciente calor y la falta de ventilación comenzaban a ser una molestia. —¿Cuánto crees que tardarán en sacarnos de aquí?

John revisó el panel del ascensor nuevamente, aunque era evidente que no había mucho que pudieran hacer. —No estoy seguro. Pero lo mejor es tratar de mantenernos tranquilos y esperar a que lleguen.

A medida que pasaban los minutos, la situación en el ascensor se volvía cada vez más incómoda. El calor era casi opresivo, y el pitido constante no ayudaba a aliviar la creciente tensión. John y Paul comenzaron a hablar para distraerse, intentando mantener la calma mientras esperaban.

—Recuerdo la primera vez que entré en un ascensor aquí —comentó Paul, tratando de iniciar una conversación—. Estaba tan nervioso, sin saber si encajaría bien en esta empresa.

John sonrió levemente, recordando su propio inicio en la empresa. —Sí, yo también me sentía igual al principio. Pero pronto te das cuenta de que la gente aquí es bastante amigable. ¿Cómo ha sido para ti trabajar aquí?

Paul se acomodó mejor en el pequeño espacio, intentando aliviar un poco la incomodidad. —Ha sido una experiencia interesante. He aprendido mucho y he conocido a personas geniales. Pero hoy estoy deseando tener un descanso.

Afinidades De Oficina | MclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora