Capítulo 4

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La mañana siguiente llegó con una extraña tensión flotando en el aire. John Lennon se encontraba frente al espejo en su apartamento, ajustando su corbata mientras repasaba en su mente la idea que había estado formándose desde la noche anterior. Sabía que las miradas, los rumores y los murmullos en la oficina sobre él y Paul no se detendrían por sí solos, y sentía que debía hacer algo al respecto. No solo por mantener su imagen como jefe, sino porque, de alguna manera, las especulaciones estaban empezando a afectarlo más de lo que esperaba.

Cuando bajó al vestíbulo, Paul ya estaba allí esperándolo, tal como lo habían hecho las últimas mañanas. Pero esta vez, John notó algo diferente en Paul. Estaba más callado, menos sonriente. Parecía sumido en sus pensamientos, y aunque ambos intentaron conversar de manera ligera, el silencio entre ellos era evidente. Paul apenas levantaba la mirada, y John, aunque incómodo por las miradas que volvieron a seguirlos en la calle, no podía evitar preguntarse qué estaba ocurriendo en la mente de su colega.

Al llegar al edificio de Lennon Corporation, las miradas inquisitivas y los cuchicheos no tardaron en aparecer. Era como si todo el mundo estuviera esperando ver qué harían o cómo interactuarían, alimentando la narrativa que se había creado sobre ellos.

John sintió cómo su cuerpo se tensaba, incómodo por la atención no deseada. Era su empresa, su lugar de trabajo, y no podía permitir que los rumores lo envolvieran. Decidido, entró en la oficina, se dirigió a su secretaria y organizó una junta de emergencia para aclarar las cosas de una vez por todas.

—Voy a acabar con esto hoy mismo —le dijo a Paul, quien apenas lo miró y solo asintió brevemente.

Una hora más tarde, la sala de conferencias estaba llena. Los empleados, algo confundidos por la convocatoria inesperada, intercambiaban miradas curiosas. John se puso de pie frente a todos, con una expresión seria, tratando de no dejar que los nervios lo dominaran. Paul, sentado en una esquina, miraba sus manos en silencio.

—Sé que últimamente ha habido muchos rumores corriendo por la oficina —empezó John, su voz firme pero tensa—. Y quiero ser claro con todos ustedes: no hay absolutamente nada entre Paul y yo más allá de una relación profesional y de vecindad. Somos colegas, y cualquier insinuación de que existe algo más entre nosotros es falsa.

El silencio en la sala era ensordecedor. Todos escuchaban atentamente, algunos con rostros de incredulidad, otros con expresiones de sorpresa. Paul levantó la mirada por un momento, y aunque intentaba parecer tranquilo, algo en su interior se estremecía con las palabras de John.

John continuó hablando, explicando que las especulaciones estaban afectando el ambiente laboral y que esperaba que, a partir de ese momento, todos se centraran en el trabajo y dejaran de lado los rumores personales.

Cuando terminó de hablar, algunos empleados asintieron, otros solo intercambiaron miradas entre ellos, pero el mensaje había sido claro. John había intentado poner fin a la situación de manera directa y profesional. Sin embargo, mientras todos se levantaban para regresar a sus tareas, algo no se sentía bien.

Paul salió de la sala de conferencias lo más rápido que pudo. Algo en el discurso de John lo había golpeado de una manera que no esperaba. A medida que caminaba por el pasillo hacia su oficina, su mente se sentía confusa, como si una parte de él no quisiera aceptar lo que acababa de escuchar.

"No hay absolutamente nada entre Paul y yo más allá de una relación profesional."

Esas palabras resonaban en su cabeza, una y otra vez, mientras una extraña sensación de vacío se apoderaba de su pecho. No sabía por qué, pero se sentía como si alguien hubiera tirado de una cuerda invisible dentro de él, una que había estado tensándose sin que se diera cuenta.

Entró a su oficina, cerró la puerta y se sentó en su escritorio, mirando fijamente su computadora sin realmente verla. Algo en su interior se había roto, pero no podía explicarlo. Era como si, de repente, todo lo que había sentido durante esos días —la extraña conexión con John, las pequeñas sonrisas, las charlas despreocupadas— se hubiera esfumado en un instante con las palabras que John había pronunciado ante toda la oficina.

Paul suspiró profundamente, pasando una mano por su cabello en un intento de calmarse. No tenía sentido quedarse allí, esperando a que la incomodidad creciera más. No sabía exactamente qué le estaba pasando, pero lo único que quería en ese momento era salir de la oficina, escapar de la confusión que lo rodeaba.

Así que decidió irse temprano. Sin decirle a nadie, recogió sus cosas, se levantó de su silla y salió del edificio. No esperó a John, ni siquiera se despidió. Simplemente se fue.

Caminando por las calles de Londres, Paul sentía como si el aire fuera más denso de lo habitual, dificultándole respirar. Se dirigió de vuelta a su apartamento sin pensar demasiado, sus pies llevándolo automáticamente a casa, mientras su mente giraba en círculos. Las palabras de John seguían repitiéndose, y aunque intentaba convencerse de que no había nada más allá de la realidad que John había expuesto, no podía evitar la sensación de que algo se había perdido en el proceso.

Cuando llegó a su apartamento, dejó caer su maletín en el suelo y se recostó en el sofá. El cansancio emocional lo invadió rápidamente, y antes de darse cuenta, sus ojos se cerraron y se quedó dormido, sumido en un sueño pesado y confuso.

Mientras tanto, en la oficina, John terminó su jornada sintiendo un peso extraño sobre sus hombros. Había hecho lo que creía correcto al aclarar los rumores, pero algo en su interior se sentía... mal. Había notado que Paul no estaba cuando terminó la junta, pero asumió que tal vez había tenido que salir por algún motivo urgente. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, la ausencia de Paul se hacía más notable.

Cuando finalmente decidió salir del trabajo, John caminó hacia la puerta, esperando encontrar a Paul esperándolo como siempre. Pero esta vez, Paul no estaba allí. El vacío que dejó su ausencia hizo que un extraño malestar comenzara a crecer dentro de John. Se preguntó si había hecho bien al hablar de esa manera en la junta, si había dicho demasiado o demasiado poco. Había intentado ser profesional, pero en el fondo, sentía que había algo más en juego.

El hecho de que Paul se hubiera ido sin decirle nada lo inquietaba, y aunque intentaba no darle demasiada importancia, no podía evitar sentirse responsable. Mientras caminaba de regreso a su edificio, el malestar seguía creciendo, como una sombra que se negaba a dejarlo en paz.

Al llegar al vestíbulo, John miró hacia el ascensor, sabiendo que Paul ya debía estar en su apartamento. Dudó un momento antes de entrar, pensando si debería tocar la puerta de Paul y asegurarse de que todo estaba bien. Pero, al final, decidió no hacerlo. Algo en su interior lo detenía, tal vez miedo a que la respuesta fuera peor de lo que esperaba.

John subió a su propio apartamento, pero esa noche, a pesar del cansancio, apenas pudo dormir. El eco de sus palabras en la junta seguía resonando en su cabeza, y con cada repetición, se daba cuenta de que, tal vez, había cometido un error.

Mientras John se removía en su cama, incómodo y lleno de preguntas, Paul seguía durmiendo profundamente en su apartamento, completamente ajeno a los pensamientos de John. Pero en el aire, algo había cambiado. Una distancia invisible, pero palpable, se había levantado entre ellos. Y aunque ninguno de los dos podía ponerle nombre, ambos sentían su peso.

Afinidades De Oficina | MclennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora