Aquello por lo que vivir

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El resto de su aislamiento por el tifón, lo pasaron de esa manera. Era una rutina extrañamente dulce, en donde, al término de sus ejercicios, Chidori iba a la habitación del joven para comprobar su estado. Al estar los dos encerrados en un hospital, las charlas nunca fueron especialmente profundas; a veces Chidori solo se colocaba una mascarilla y aprovechaba el tiempo que la doctora le brindaba solo para dibujar al lado de Makoto mientras que él dormía, aún así,  la compañía del otro nunca fue algo que se sintiera incómodo. De un modo extraño e inexplicable, era más significativa de lo que había sido hasta ahora.

Sin embargo, en algún momento el tifón tenía que terminar. La lluvia amainó y las nubes se abrieron como un gran portón, dejando entrar al sol en la ciudad de Iwatodai. La fiebre de Makoto terminó de irse también y podría marcharse a casa, dejando al muchacho con cierta inquietud, como un niño que no quiere dejar a su amigo en el parque luego de que su madre le diga que ya es hora de volver a casa. A su vez, la pelirroja sintió por primera vez un profundo pesar al sentir que, mientras que Makoto salía a vivir su vida, ella tenía que quedarse postrada en esa cama de hospital.

- Me voy, iré a la residencia a ver cómo están los demás -Decía el joven con los auriculares sobre los hombros y ya habiendo recuperado el color en su rostro.

- Si -Respondió la chica de manera cortante, mirando por la ventana como un ave enjaulada.

Makoto, quien no podía entender el porqué de ese repentino mal humor, luego de todo el tiempo agradable que pasaron juntos, solo pudo guardar silencio. ¿Quizá para ella solo fue aburrido? No lo pensaba, a fin de cuentas, ella lo visitaba cada que se podía y le confortaba con la calidez que irradiaba su presencia.

No podía dar con una respuesta concreta, y pensaba que tratar de adivinar sus sentimientos solo sería una actitud tosca y desconsiderada ante alguien que no le gusta decir lo que piensa. Así que se puso en pie, levantó la mochila del suelo y se acercó a la cama. Llamándola para por lo menos, tener una última mirada de su rostro, una que lo acompañe durante el solitario trayecto a casa.

- Volveré pronto... Por cierto, escuché de tu doctora que haz estado esforzándote estos días en tu rehabilitación, eso me alegra -Comentó con una sonrisa pacífica.

- Esa señora es una chismosa, no tiene porqué andar contando mis cosas... -Interrumpió arisca y sin voltear hacia el peliazul.

El chico entonces se resignó, no sin antes guardar en su mente, la imagen que tenía ante sus ojos: Chidori volteando hacia la ventana, mirando hacia un infinito y resplandeciente cielo azul.

"Si, eso es suficiente." Pensó el muchacho mientras abandona la habitación con las manos en los bolsillos, dejando un extraño vació tras él al salir. Con la joven solo pudiendo soltar un suspiro amargo para intentar dejar salir algo de esa presión que le oprime el pecho, pero el malestar no se iba, se hacía más grande y le cerraba toscamente la garganta, con sus ojos comenzando a llenarse de lagrimas.

Maldijo profundamente y desde lo más hondo de su corazón, el tener que desperdiciar tiempo valioso estando atrapada entre esas cuatro paredes que la tenían prisionera. Mientras que, luego de un largo viaje por teleféricos y autobuses, el líder del SEES abría discretamente, una de las puertas dobles de la residencia, llevando el sol del medio día a sus espaldas; sin embargo, sus intentos de sigilo se fueron al traste cuando fue recibido por los ladridos estridentes de Koromaru, quien corre hacia él y le salta en el pecho, casi derribándolo.

- ¡Líder! -Le llamó Fuuka, levantándose del sillón para seguir el ejemplo del joven y correr hacia él, abrazándole.

- Nos tenías preocupados -Dijo Akihiko apoyado sobre la pared, con una sonrisa de alivio en su rostro.- Sé que no podías comunicarte, pero aún así, lo hemos pasado mal sin saber donde estabas.

La novia de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora