Capitulo 52 ✞︎Fʟᴏʀᴇs Aᴍᴀʀɪʟʟᴀs✞︎

4.2K 251 11
                                    

༒︎

𝐒𝐋𝐀𝐕𝐈𝐊

Me colocó mi traje azul marino sin corbata, mi Rolex y me echó perfume. Volteo a ver a Elia que ya está lista para bajar. Ella luce hermosa; el embarazo le asienta muy bien. Lleva un vestido blanco acromático de hombros descubiertos, aretes del mismo color, así como el tacón.

Todo es exactamente de Dior.

—Te verías mejor con mi camisa y sin bragas —suelta un jadeo; me ve sobre su hombro de arriba abajo. 

—Te verías más bueno sin ropa, ruso —se defendió sonriendo coqueta. 

Enarcó una ceja, sonriendo de costado. Elia rie a caracajadas notando mi intención. A pasos lentos llegó al costado de ella, abrazándola por detrás y la palma de mi mano sobre mis hijos. 

—Eres hermosa, Prekrasnyy —susurró roncamente en su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja con los dientes—. La mujer más preciosa que he visto, tsyplenok. 

— Lo sé. 

Se voltea rodeándome el cuello con sus brazos; no dejo de sonreír mientras noto que se pone de puntilla, tratando de llegar a mis labios. La tomo de la cintura pegándola a mí y la elevo. Pega sus labios con los míos, en un beso suave que sube a uno ardiente cargado de deseo y amor. La bajó despacio, sujetando su rostro entre mis manos, inclinándome a besarla como se debe. 

—Estás guapísimo —besa mi mejilla y la camisura de mi labio limpia el labial corrido alrededor de mi boca; yo hago lo mismo con ella. —Este traje es la envoltura de mi bombón —muerde su labio inferior. Me prende que haga eso. 

— ¿Esa es tu nueva forma de llamarme?

— ¿No te gusta? 

—Me fascina, pero cuando estemos con los demás socios no me llames así, Persik.
 

—Entonces no te gusta —me mira mal y se aleja de mí —solo dímelo y dejaré de hacerlo animal. 

— Lyubov' 

—No necesito más drama en mi vida, ruso —dice burlona y altiva—. Es mi forma de marcar lo que es mío.

—Qué rara manera de marcarme —busco sus ojos, pero ella no quiere mirarme a la cara—. Les pertenezco de los pies a la cabeza a ti y a mis hijos, Sol.

Pinta sus labios de un color rosa mate, termina y se voltea tomando su pequeña cartera blanca. 

—Vámonos —me sonríe pasando por mi costado, dejándome atrás; me quedo plantado mirándole el tracero redondo que se pega al hermoso vestido. Suspiró, negando con la cabeza, y la seguí como un perro. 

Intento agarrarla de la cintura, pero Elia me evita bajando con rapides del Jet. Mis escoltas la saludan con una inclinación de cabeza, así como también a mí. Isagi aparece en mi punto de vista; cuando me nota me doy cuenta de que está reprimiendo una sonrisa. 
Maldito chino.

—Pequeña Lia —le sonríe a mi sol y le gira un ojo. —Adelante, princesa —abre la puerta del Cadillac blanco. Elia sube sin dirigirle la palabra; lo miro de arriba abajo, y enarca una ceja seria. — Mi señor, adelanté. 

—Cuida tu boca si no quieres perder ambas manos —amenacé con frialdad y subí con Elia a mi lado.
Isagi sube en el asiento de acompañante del copiloto que es Lucca. 

—Hacia mi penthouse —ordené para Jason. 

—Si señor. 

Tome la mano de Elia, entrelazandola con la mía. Ella mira cuando lo hago, pero no me contradice. Solamente queda en silencio. 

Cinco minutos después la camioneta se adentra al estacionamiento del edificio. Bajo y doy la vuelta para abrir la de Elia. 
Elia baja, acomodando el vestido, y con su mano derecha se arregla su cabello castaño largo. 

—Isagi, muestrame el camino —el chino me mira de reojo; le advertí sonriendo de lado con indiferencia.

El chino se hace a un costado, mostrándole el camino hacia mi penthouse.

Estas muerto, chino. 

Contengo la respiración viéndolos, incredulo. Elia camina cómodamente con Isagi; lo está haciendo porque dije antes. Y está logrando lo que quiere. 

Esperan en la puerta hasta que llego junto a ellos. Elia se crusa de brazo, masticando goma de mascar. Su bello rostro está sería mejor dicho enfuerecida tanto así que tiene sus ojos húmedos y rojos conteniendo la rabia.

—Largate —odene para Isagi, pero Elisa por fin me a la cara y siento que puedo respirar— Sol.

—¿Quieres que me valla? —su voz sonaba lejana, apenas la escuchaba. Ahora mismo siento que mi corazón se quiebra como un frágil cristal; por primera vez en mi vida me siento como una basura.

—No, joder, claro que no es lo que menos quiero —la atrape en mis brazos—, mi amor, lo siento, no quiero que te enojes conmigo —agarro su rostro entre mis manos—; no soportaría ver cómo te alejas de mí.

—Entonces, has las cosas bien, ruso, porque no dejaré que me trates mal— Sus ojos están llorosos y su rostro enfadada, pero se ve la tristeza. —Aunque tengamos un vínculo y por más que este enamorada de ti, no puedo dejar pasar cualquier cosa por más pequeña que sea.

—Mejoraré mi vida, solo te pido que estés conmigo —la abrazé fuerte, acariciando su cabello—. - Sabes que puedes hacer conmigo lo que se te venga en gana, pero lo único que tienes prohibido hacer es abandonarme.
 
Buscó con desespero sus ojos y le sonrió para calmarla. La abrazó de nuevo unos minutos hasta que su cuerpo tenso se relajó a mí. 
 
—Ven —entramos al penthouse. 
 
Cierro la puerta detrás de mí; Elia se adelanta con pasos lentos. Es una señal de que mi sorpresa la sorprendió. 
 
𝐄𝐋𝐈𝐀
 
No sé qué hacer ni qué decir, lo que estoy viendo me deja completamente sin habla, no debería, pero con Slavik es imposible. 
 
El penthouse está cubierto de flores amarillas y rojas. Hay un camino con pétalos de margaritas amarillas por diferente dirección. 
 
En el centro no están los muebles. En el centro del living está un piano negro que brilla por las luces de las velas que están por el suelo y el candelabro blanco que alumbra. Al igual que una mesa preparada elegantemente para una cena romántica. 
 
Repaso mi mano por mi cabello despeinándolo. La cartera se me cae de la mano y con una mano me tapo la boca. 
 
— Slavik...
 
—¿Te gusta? — su voz ronca y cautelosa me hace querer comerle la boca. 
 
Todo de él me encanta. Me gusta y me fascina. 
 
Me encanta su voz ronca, su forma de hablarme. De hacer que me ría a carcajadas me encanta tanto, que no me puedo llegar a enfadar por una semana con él. Con mi animal sexy. 
 
¿Cómo logro hacerlo? No me importa por qué ya me tiene por completo. 
 
— Es hermoso, me encanta — con agilidad me deshago de mi tacón, tirándolo a un lado del penthouse, para correr a mi ruso y saltar envolviendo mis piernas alrededor de su cintura. Él me sostiene enseguida —¿Cómo no puedo enojarme contigo? Eres tan increíble, gracias por hacer esto por mí.
 
Y de verdad se lo agradezco porque nadie jamás ha hecho esto por mí, y no si esto es amor o no, pero me importa un carajo lo que digan, lo quiero a él y punto. Eso nadie podría cambiarlo. 
 
—¿Por qué toda esta linda sorpresa? — paso mis dedos por su cabello sedoso y dejar un beso en sus ricos labios. 
 
—¿No sabes, printsessa? — dice escéptico, niego con la cabeza en silencio, deteniendo mis movimientos. 
 
— No sé de que hablas. 
 
— Hoy es veintiuno de septiembre — sigo en silencio, esperando una respuesta concreta. —Nena, hoy se regalan flores amarillas — dice regalándome una flor amarilla.
 
¿Flores amarillas? ¿Por qué se regalan flores amarillas? 
 
No tengo la más jodida idea. Por qué también es mi primera vez en esto. 
 
Soy la más perdida en este podrido planeta. 

༒︎

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨 1 [en Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora