Capitulo 5 ✞︎Mᴇɴᴛɪʀᴀs Pɪᴀᴅᴏsᴀs✞︎

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ELIA

Bajo del auto, me tapo mejor con mi chaqueta que apenas me protege del frío. Entró al galpón, dónde están varios de mis hombres, custodiando a los que se les ocurrió robarme.

Arrastró una silla mugrienta y con asco me siento en ella. Al rato escucho pasos detrás de mí. Me enfoco en los hombres atados en la silla, cruzando las piernas.

- Iré directo al grano - dije sería viéndolos, uno de ellos sonríe de lado aún con la cara partida, los otros solo me ven en silencio - ¿Quien los mando?

Silencio. Volteo a ver a mis amigos, ellos están de brazos cruzados, examinó sus rostros y le sonrió a Atlas.

- Atlas, encargate - él me sonríe complacido y da un paso adelante - haz lo que quieras con el.

- ¡NO! ¡No por favor! - dice uno de ellos llorando, apenas toca el piso porque está colgado con cadenas.

Uno de mis mejores hombres, Atlas mejor conocido como el Horror. Sus tatuajes lo ayudan mucho, a veces es amable y otras no, así como también es un asesino y sicario experimentado, entrenado por el mejor en nuestra organización.

"Leon Pérez, le decían El Carnicero. Por ser cruel y un monstruo encarnado en un cuerpo humano, ni siquiera merece que lo llamen un ser humano....

- ¿Por dónde empiezo? - piensa un segundo, luego sonríe como un demente, se acerca a la pared lleno de armas, navajas, martillos, pinzas, cierras, cosas de electricidad y de más.

Tomó la pinza grande, pasó por delante de ellos. Rode los ojos cuando enpezo a decir ¡Ta te ti, al que le toca es a ti!.

El tipo del medio se remueve queriendo soltarse. Atlas agarra un puñado de su cabello para hacer que lo mire. Empieza a gritar y llorar, Atlas golpea su cuerpo con la pinza, algunas costillas empiezan a romperse, luego le da puñetazos como si se tratara de su saco de boxeo, su cuerpo lleno de cortaduras por la pinza y la piel roja. Atlas se pasa la mano por el cabello para mirarlo con inferioridad.

- Habla o te mueres...

- Yo...yo..yo no sé nada solo seguí órdenes, lo juro.

- Entonces no sirves para nada.

Abre la pinza, con una mano toma el brazo del tipo y lo mete dentro dispuesto a cortarle el brazo, en un abrir y cerrar de ojos, el brazo cae al suelo, su rostro lleno de sangre así también como sus manos. Se acerca a su estuche de colección de cuchillos, M48 la más grande. Se acerca de nuevo y empieza a apuñalar, una y otra vez, todo el lugar se llena de gritos, hasta que este se muere.

- ¡Ya Atlas! - grito deteniendolo, el sigue apuñalando al cuerpo - ¡Está muerto!

El suelta un suspiro largo, volviendo a su lugar limpiando su cuchillo.

- Tu - le apunte al que sigue, me levanto de la silla, lo tomo su barbilla para que me vea- Dame nombres y te dejo vivir.

- ¡Pudrete perra! - escupe, aprieto mi mandíbula y reprimo una sonrisa, chasqueo la lengua negando con la cabeza.

- Puede ser....pero- levanto un dedo negando con este- Respuesta equivocada.

- ¡Vete a la mierda, no diré nada!

- Entonces haré que te arrepientas de haberte metido conmigo, pendejo - mi acento argentino salió de mi garganta, hace tanto no lo hacía.

Pero eso no quiere decir que, yo no lo sea". Es lo que me repito mentalmente.

Sin verlo, me encamino cerca del mugriento, saco de mi espalda la navaja de mi madre. Agarro su cabello enredado entre mis dedos con fuerza, haciendo que me mire a la cara. Mis ojos con lagrimeo, a causa del enojo y la rabia que siento en estos momentos. Mi primer movimiento va su brazo derecho, lo saco y su asquerosa sangre me salpica mi preciada ropa. Grita con dolor, su mirada de odio reluce en sus ojos. Mi segundo movimiento, al tórax.

Su grito me aturdió, lo tomó del cuello. Lo aprieto con fuerza, mis ojos enfocados en el. No hay nadie más que yo con ganas de matar. No escucho ni un ruido a mi alrededor, nada sólo silencio. Su rostro se contrae por el dolor y su tratar de soportar, eso se desvanece cuando lo apuñaló está vez en el estómago, mi respiración se vuelve más pesada y retiro la navaja de su cuerpo.
A pasos lentos me muevo detrás de él, lo tomó de la nuca levantando su cabeza y mi navaja en su garganta. En un movimiento rápido y limpio el sonido de mi navaja contra su piel y la vena, se escuchó, su sangre chorreando por el filo de la hoja.

- ¡Oh dios mío! - levantó la mirada cuando escuchó la voz de Ziven, mi mirada lo hace titubear y se ríe sin ganas de morir.

Con asco suelto al moribundo, su cuerpo cae quedando colgado. El tipo que está a su lado, ve la escena con temor y su cuerpo temblando.

- Lexie has lo que quieras con él - hable pasando por enfrente de él, - Te dejare a una de las mejores de mi organización

El último no dice nada, se mantiene en silencio con la cabeza agachada.

- Dime quién es el maldito y te perdono la vida - Lexie le dice sentándose frente a él, uno de los guardias le trae un carrito con unos tornillos y alambres con púas con formas de anillos, otros sueltos y otros más grandes. Este no dice nada, mi hermana no tarda y le enredo el alambre alrededor de las piernas del tipo, lo ajusta con fuerza, la piel se le empieza a cortar, toda su pierna se llena de sangre, su cara roja. Ella la mira y carcajea, provocándome lo mismo. Toma uno de sus brazos, envolviendo otra vez con el alambre de púas, cada que enrieda lo aprieta más, el hombre grita y llora desconsoladamente, empieza a decirle que pare, ella hace caso omiso ante ese estúpido pedido.

- Con cada tortura que resives, desearas que te mate - lexie, le acaricia las mejillas y le da unas pequeñas abofetadas, con sus ojos le ruega que pare, con un cuchillo que no llegue a ver le entierra en el brazo, lo saca y le corta la muñeca.

Atlas ríe y Ziven empieza a gritar como un loco, carcajadas de Bianca y mi mirada sería sobre el tipo. Ninguno se interpuso a la acción de mi hermanita.

Mis hombres que están a nuestro alrededor miran la escena, sus ojos puestos en mi hermana y los dos cuerpos. Mis escoltas cerca de mí también ven con seriedad y sin inmutarse ante eso. Para ellos esto no es nada, pero esto demuestra que nos deben respeto y lealtad, si es que algún día no quieren estar en nuestras manos.

Por algo soy la líder de la Organización ALEM. Medio mundo es mío y de mi familia.

Eso es suficiente para que los inferiores sientan miedo hacia nosotros. Aunque a algunos les valga una mierda, eso dicen ellos estando lejos. Pero cuando nos tienen enfrente no tiene las pelotas para enfrentarnos, solo por la espalda. Cosa que no soporto y me dan más ganas de matarlos.

- !PARA¡ ¡Espera! - se retuerce queriendo alejarse, me acerco a él con una ceja elevada viéndolo - Te lo diré...pero por favor dejame vivir.

Sonrió satisfecha. Me encanta que me rueguen por su asquerosa vida.

- Ok, te dejaré vivir.

Maldita mentirosa >> me recrimina mi mente

No te metas, debilucha >> mi corazon regaña a mi mente.

Volteo a ver a mis amigos, Bianca me mira divertida, Ziven con su sonrisa macabra y Atlas solo sonríe de lado viendo al estúpido hombre.

- Habla.

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𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨 1 [en Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora