𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀 ✞︎ 𝐈𝐈 ✞︎

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𝐒𝐋𝐀𝐕𝐈𝐊

Recuesto mi espalda por la pared, prestando atención a mi esposa que se encuentra entrenando con Isagi en diversas técnicas con la navaja y el cuerpo.

Me cruzo de brazos y los músculos de todo mi cuerpo se tensan. Tiró la toalla al suelo y caminó a zancadas hacia donde están entrenando ellos. Sonrió como un hijo de puta en el momento que el chino me da la espalda, doble su brazo haciéndole una llave y con mi mano sobrante lo agarró del cuello empujándolo bruscamente hasta que cae sobre la colchoneta.

- También conozco unas técnicas que no tienes idea, pero puedo enseñartelo - espete serio con mi mandíbula apretada - Te enseñaré cuando usar y no usar tus manos.

Mi esposa me mira achinando sus ojos preciosos, resopla negando con la cabeza aún así ella se mantiene sonriente.

- ¿Ahora que hice? Se me olvidó que eres un diablo celopata - se levanta juntando las navajas que tenían usando - Déjame entrenar a mi alumna, jefe.

- Lárgate Isagi - tape el cuerpo de mi mujer impidiendo que este imbécil chino la vea un segundo más y lo mato - No voy a repetirlo.

- Pequeña Elia - ladea su cabeza con segundas intenciones hacia mi esposa que se encuentra detrás de mí con sus manos recorriendo mi espalda desnuda - Adiós princesa, nos vemos otro día caluroso.

Que todo se vaya a la mierda que lo mato ahora mismo. Camino a él con esa intención levantando mis manos pero los brazos de mi esposa se enrollan alrededor de mi cintura impidiendo que me mueva. Un gruñido ronco y enojado sale de mi garganta. No puedo aguantar un día más ver cómo este bastardo hace todo para molestarme ahora que tiene a Elia de su lado.

- Vas a tener que esperar sentado, porque la muerte todavía no tiene mi nombre en su lista, ruso- palmera mi hombro y sale del gimnasio como si no lo pudiera matar por la espalda.

- No harás lo que estás imaginando - susurra Elia mirando hacia donde lo hago, la espalda de Isagi.

- Amor, de ahora en adelante entrenaras solo conmigo - la atraje a mi pecho, apretando su trasero dándole nalgadas y las aprieto - Este tracero solo yo puedo venerar.

- Y tocarlo como quieras - rodea su brazo alrededor de mi cuello dándome besos cortos - A la hora que quieras, solo tu mi amor.

- ¿Lo puedo matar? - pregunte aunque espero que me deje hacerlo, sintiendome un idiota.

- No, tenías que hacerlo antes. Pero ya que lo perdone no podrás hacerlo.

- Pero...

- Pero nada - me suelta y recoge una botella de agua - vamos, los niños nos esperan.

- Ellos están emocionados por ver a su abuelo...

- Está bajo tierra no podrán verlo - soltó bajo pero no soy sordo.

- Elia - tome su mano con suavidad haciendo que me vea - No tienes que decirlo con ese tono.

- ¿Cual tono? ¿El del resentimiento? ¿Con ironía? - habla en voz baja - Dime, ¿Qué tono? No conozco ninguna, no se que es eso.

- Printsessa - la atraigo abrazándola y dejo un beso sobre su cabeza- No me gusta que te sientas de esa forma.

- Yo...lo siento - su voz entrecortada se siente como navajas sobre mi pecho - Es que lo extraño mucho.

- No iremos, recordarlo solo te lastima y no quiero que sufras.

- Iremos - me mira a los ojos y mi cabeza no da más para bajar a verla como me gustaría - Se los prometí a nuestros hijos y no quiero quedar mal.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨 1 [en Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora