Capítulo 10: El Eco del Silencio

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Antes de que se marchara, Hanae sacó un pequeño objeto de su bolso. Era un colgante que Aiko solía llevar, un símbolo de protección qué siempre la había acompañado. Se lo extendió a Ryo, sus ojos llenos de lágrimas.

-Aiko lo querría contigo -dijo Hanae-. Para que te proteja en tu viaje.

Ryo tomó el colgante, sintiendo el peso del amor no correspondido y de las promesas rotas

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Ryo tomó el colgante, sintiendo el peso del amor no correspondido y de las promesas rotas. Se lo guardó en su túnica, junto a su corazón, como un último recuerdo de Aiko.

-Gracias -murmuró, inclinando la cabeza-. Por todo.

Sin más palabras, Ryo dio media vuelta y se adentró en el bosque, dejando atrás la aldea, su pasado, y el eco de sus errores. Cada paso que daba lo alejaba más de lo que una vez fue su hogar. Aunque el futuro era incierto, al menos llevaba consigo el último vestigio de Aiko: su amor silencioso, su recuerdo inmortal.

A medida que desaparecía entre los árboles, las primeras lágrimas comenzaron a caer. Esta vez, no por la rabia o la venganza, sino por el dolor profundo de haber perdido todo lo que alguna vez había significado algo para él. Y en el eco del silencio, solo el susurro del viento acompañaba su camino hacia un destino desconocido.

El SILENCIO DE UNA FLORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora