El SILENCIO DE UNA FLOR

Capítulo 14: Sentimientos Revelados

Hanae los llevó hasta el árbol de cerezo donde Aiko solía pasar sus tardes. En sus ramas había algo diferente: pequeñas cintas rojas colgaban de las ramas, moviéndose suavemente con el viento.

-Antes de morir, Aiko me pidió que si algo le sucedía, colgara estas cintas en el árbol. Es una tradición de nuestra familia -explicó Hanae-. Cuando alguien parte con asuntos pendientes, estas cintas permiten que su espíritu siga vinculado al mundo de los vivos hasta que pueda resolver lo que dejó inconcluso.

Las palabras resonaron en Yuna y en Ryo, llenándolos de una mezcla de tristeza y esperanza. Ryo, con la mirada baja y el rostro marcado por la culpa, rompió el silencio:

-Yo... yo me siento culpable de su muerte. Si tan solo hubiera actuado de otra manera, quizás...

Yuna lo interrumpió, tomando su mano con firmeza. Sus ojos estaban llenos de determinación.

-No te sientas así, Ryo. Aiko no se puede ir si tú sigues pensando así. Ella te amaba, incluso cuando no podía estar contigo. Y tú también la amabas.

Hanae los miró con compasión, entendiendo el dolor que ambos sentían. Se acercó un poco más al árbol, tocando suavemente las cintas rojas que danzaban en el aire.

-Para que el alma de Aiko se libere y pueda descansar en paz, debes perdonarte a ti mismo -dijo Hanae con calma-. Solo así ella podrá perdonarte.

Con ese propósito en mente, Hanae tomó dos cintas del árbol y se las entregó a Ryo y a Yuna. Al instante, el viento sopló con fuerza, llevando consigo un susurro que parecía provenir de la misma naturaleza. Ryo y yuna sintieron una brisa suave en su rostro.

Yuna, incapaz de contener las lágrimas, sintiendo la presencia de Aiko en el aire. Era un momento de conexión, de amor y de despedida.

Ambos, Ryo y Yuna, se abrazaron, dejando que el llanto fluyera con libertad, liberando las emociones que habían mantenido reprimidas. El árbol de cerezo, testigo de su sufrimiento y ahora de su liberación, parecía brillar con una luz suave y reconfortante.