*JUANJO*
El sol de la mañana iluminaba el instituto Agnès Varda con una luz cálida que contrastaba con la sensación de desasosiego que Juanjo Bona sentía en su interior. La escuela era un edificio antiguo con una arquitectura imponente, y aunque su exterior tenía un encanto histórico, Juanjo no podía evitar sentirse como un pez fuera del agua. Había llegado a Sète para empezar de nuevo, pero el primer día le estaba resultando tan difícil como esperaba.
La clase de inglés se desarrollaba con la misma rutina monótona que Juanjo había conocido en Londres, pero el hecho de estar en un nuevo país con un nuevo sistema educativo hacía que todo pareciera aún más aburrido. La maestra, una mujer de mediana edad con una paciencia infinita, estaba dictando la lección mientras los estudiantes pasaban la página 23 de sus libros de texto.
-Tomen sus libros, página 23, por favor - ordenó la maestra con un tono profesional pero cálido.
Juanjo, sentado en la última fila, tenía la mirada perdida en el paisaje a través de la ventana. El sol brillaba y el patio del instituto parecía acogedor, pero él estaba atrapado en una burbuja de aburrimiento. La idea de pasar otro año escolar en una clase que le parecía ridículamente fácil lo molestaba profundamente.
-Juanjo? - la voz de la maestra lo sacó de su ensimismamiento. - Juanjo Bona, ese es tu nombre, ¿verdad?
-¿Qué? - respondió con un tono de indiferencia, sin levantar la vista del libro.
-Viviste en Londres, pero eso no te exime de seguir el curso - dijo la maestra con un tono que buscaba ser comprensivo pero firme.
-Esta bien - contestó Juanjo con una pereza evidente, abriendo el libro con desdén. Para él, el curso de inglés era una repetición de conceptos que ya conocía, y sentía que estaba perdiendo el tiempo. - ¿Está contenta?
-Con ese tipo de actitud, no - respondió la maestra, con un toque de severidad. - ¿Puedes guardar tu teléfono, por favor?
Juanjo, que estaba distraído con su celular, lo miró con frustración antes de guardarlo lentamente. - Tengo que mantenerme ocupado, ya hablo inglés. No sé qué estoy haciendo aquí - dijo, claramente irritado.
Los murmullos comenzaron a recorrer la clase. Un estudiante al frente murmuró - Está presumiendo. - y varios compañeros lo miraron con curiosidad. La incomodidad de Juanjo se hizo más evidente a medida que notaba las miradas inquisitivas de sus compañeros.
-Si no estás contento, puedes buscar otra escuela que te acepte - dijo la maestra con un dejo de sarcasmo que no pasó desapercibido. - Te deseo ánimo.
-¿Está bien? ¿Ya terminaste? - Juanjo respondió con desdén, su tono desafiante marcando el fin de la conversación. Miró a la maestra con un desafío que parecía pedir una confrontación directa.
La maestra no se dejó intimidar y lo miró con firmeza. - Terminaré cuando te hayas disculpado, así que esperaré - dijo, mientras sus compañeros de clase volvían sus miradas hacia él, generando un ambiente tenso en el aula.
El silencio que siguió fue palpable. Juanjo sintió el peso de la situación y la presión de las miradas de sus compañeros. Sabía que tenía que manejar la situación con cuidado, pero no estaba dispuesto a ceder fácilmente.
Finalmente, con un suspiro de resignación, Juanjo se levantó de su asiento y, con una sonrisa irónica, empezó a hablar en inglés de manera exageradamente formal. - Lo siento mucho por mi comportamiento, señorita, no volverá a suceder. ¿Okay?
La maestra, visiblemente aliviada por la disculpa, respondió con una leve sonrisa. - Eso espero, por tu bien.
Con una última mirada desafiante, Juanjo se volvió hacia su asiento mientras la maestra comenzaba finalmente la lección. La tensión en el aula se relajó un poco, pero la incomodidad de Juanjo permaneció. A medida que la clase avanzaba, Juanjo seguía pensando en cómo su actitud desafiante no había hecho más que agravar su situación en su primer día.
Al final de la clase, cuando el timbre sonó y los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas, Juanjo se encontró en un mar de rostros que lo observaban con una mezcla de curiosidad y juicio. Se dirigió hacia la salida con la esperanza de escapar del escrutinio, pero un pequeño grupo de compañeros se acercó a él, ofreciendo saludos y comentarios de bienvenida. Aunque Juanjo los recibió con una sonrisa forzada, no podía evitar sentirse como un extraño en su propio primer día.
Mientras salía del instituto, se encontró con una escena en el patio que llamó su atención: un joven con una pierna enyesada estaba rodeado de amigos, riéndose y charlando. Era Martin Urrutia, conocido en la escuela por su amabilidad y la reciente recuperación de un accidente en bicicleta.
La imagen de Martin, rodeado de amigos y sonriendo a pesar de sus limitaciones físicas, contrastaba fuertemente con la actitud de Juanjo. Aunque no lo conocía bien, Juanjo sintió una chispa de curiosidad y una leve admiración. Se dio cuenta de que, a pesar de su actitud desafiante, había personas en el instituto que enfrentaban sus propios desafíos con una actitud positiva.
Ese primer día de clases había sido un desafío para Juanjo, pero también le había mostrado que su nuevo entorno estaba lleno de posibilidades y personas que podrían jugar un papel importante en su vida. Aunque no estaba dispuesto a admitirlo, el encuentro con Martin y la experiencia en la clase de inglés marcaron el comienzo de una nueva etapa, una que prometía ser tan complicada como intrigante.
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Nuestra medicina
RomanceEn un mundo donde las cicatrices emocionales y los secretos del pasado amenazan con sofocar cualquier atisbo de felicidad, Martín Urrutia y Juanjo Bona se encuentran en una encrucijada crucial en sus vidas. Ambos han enfrentado desafíos que los han...