38. Revelaciones en la tarde

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Por la tarde, Juanjo estaba sentado en su escritorio, observando la pantalla de su laptop mientras la videollamada con Bea y Álvaro comenzaba a cargar. Había pasado gran parte del día dándole vueltas a lo que había sucedido con Martin aquella mañana. Entre bromas, complicidad y nervios, algo dentro de él se había removido. Necesitaba hablar con sus amigos.

—¡Ahí está nuestro galán! —dijo Bea con una sonrisa burlona cuando la imagen de Juanjo finalmente apareció en sus pantallas.

—¿Cómo va eso, campeón? —agregó Álvaro, recostado en su cama, mirando a la cámara con un gesto relajado.

Juanjo suspiró, sabiendo que la conversación no iba a ser fácil, pero al mismo tiempo, sintiendo el alivio de poder compartir lo que llevaba guardado.

—Pues... va. Aunque no sé si voy o vengo —dijo, medio en broma, mientras se acomodaba en la silla.

Bea lo miró fijamente, captando el tono de su voz.

—¿Otra vez es Martin, verdad? —preguntó, dejando de lado la burla y poniéndose más seria. —Sabes que puedes contar con nosotros.

Juanjo asintió. Sabía que podía confiar en ellos, pero poner en palabras lo que sentía siempre le costaba más de lo que quería admitir.

—Es que no sé... últimamente lo siento más cerca. Esta mañana, cuando estábamos en la banca de siempre, me dijo algo que me dejó pensando... —comenzó, recordando ese momento.

—¿Qué te dijo? —preguntó Álvaro, mientras jugaba distraídamente con el cabello de Bea.

Juanjo respiró hondo, como si cada palabra que iba a decir fuese algo revelador, algo que aún no terminaba de procesar.

—Me dijo que quizá podía encontrarlo porque... estábamos conectados. No lo dijo en serio, claro, pero no sé, lo dijo de una manera que me dejó pensando.

Bea arqueó una ceja, interesada.

—¿Y cómo lo dijo? ¿Bromeando o en plan de que realmente lo siente? —preguntó ella, con la curiosidad pintada en el rostro.

Juanjo se encogió de hombros.

—Pues, lo dijo con una sonrisa, pero parecía nervioso. Y no es la primera vez que suelta algo así. Me lanza comentarios que me confunden... como si intentara darme pistas.

Álvaro, quien había estado escuchando atentamente, se incorporó en la cama.

—Es que, amigo, te está dando pistas. ¡Está claro que Martin siente algo por ti! —exclamó Álvaro, casi sorprendido de que Juanjo no lo hubiese visto antes.

Bea asintió con entusiasmo.

—Totalmente de acuerdo con Álvaro. Martin ya está siendo súper obvio contigo, y tú sigues ahí, haciéndote el tonto.

Juanjo se quedó en silencio por un momento, dejando que las palabras de sus amigos se asentaran. ¿De verdad Martin estaba tratando de decirle algo? Y si era así, ¿por qué le costaba tanto verlo?

—No lo sé... no quiero hacerme ilusiones. Martin está pasando por muchas cosas con su vista, no quiero presionarlo ni confundir las cosas —dijo finalmente, sintiendo un nudo en el estómago.

Bea soltó un suspiro y se inclinó hacia la cámara, con una expresión comprensiva.

—Mira, lo entiendo. Martin está en una situación delicada, pero eso no significa que tú tengas que quedarte callado. A veces, cuando las personas están pasando por momentos difíciles, lo que más necesitan es claridad. Y lo que yo veo es que tú también sientes algo por él, ¿o me equivoco?

Juanjo apretó los labios, mirando a un lado como si buscara una respuesta en el aire.

—No, no te equivocas —admitió finalmente, bajando la cabeza.

Álvaro sonrió, sabiendo lo difícil que era para Juanjo admitir ese tipo de cosas.

—Entonces, ¿qué esperas? —preguntó—. Si te gusta y crees que él también siente algo por ti, deberías ser un poco más claro con él. A lo mejor él también está esperando que tú des el primer paso.

Juanjo frunció el ceño, intentando procesar lo que sus amigos le estaban diciendo.

—¿Pero qué le digo? ¿Debería hablarle directamente de lo que siento? No quiero arruinar nuestra amistad. Y si me equivoco, y no siente lo mismo, todo será muy incómodo.

Bea sonrió con ternura, comprendiendo el miedo de Juanjo.

—No tienes que lanzarte con una declaración dramática de amor —dijo, con tono suave—. Solo intenta ser más sincero con tus sentimientos. No es necesario que lo pongas todo sobre la mesa de golpe, pero si Martin está soltando esas pistas, tal vez deberías empezar a hacer lo mismo.

Álvaro se cruzó de brazos, pensativo.

—Martin ya está siendo obvio contigo. Es hora de que tú también le des algo de lo que pensar. ¿Recuerdas cuando te habló de su miedo a que las cosas cambien si recupera la vista? Eso no es solo sobre su ceguera, Juanjo. Está hablando de algo más profundo, algo emocional.

Juanjo asintió lentamente, dándose cuenta de que quizás sus amigos tenían razón. Había estado esperando demasiado, temeroso de arruinar lo que tenía con Martin, cuando tal vez lo que necesitaban ambos era más claridad.

—Entonces... ¿qué me sugieren que haga? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

Bea sonrió, satisfecha con el rumbo que estaba tomando la conversación.

—Empieza por ser un poco más abierto. No tienes que decirle todo, pero muéstrale que también te importa de una manera especial. Hazle saber que estás ahí, no solo como su amigo, sino como alguien que quiere estar a su lado, pase lo que pase.

Álvaro añadió con una sonrisa juguetona.

—Y si surge el momento adecuado, no tengas miedo de ser un poco más directo. Créeme, a veces los riesgos valen la pena.

Juanjo sonrió, sintiendo que, después de mucho tiempo, las cosas empezaban a tener más sentido.

—Gracias, chicos. No sé qué haría sin ustedes.

—Pues ya sabes, ahora solo falta que des el paso —dijo Bea, guiñándole un ojo.

—Y nosotros estamos aquí para lo que necesites —añadió Álvaro.

Juanjo colgó la videollamada, sintiéndose más ligero, pero también consciente de que tenía una nueva tarea por delante: ser más claro con Martin y, tal vez, dar ese salto que tanto le asustaba.

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