4. Primeros pasos

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*Martin*

En el acogedor apartamento de la familia Urrutia, el aroma del desayuno recién hecho llenaba el aire. Rebeca, con una expresión de preocupación en el rostro, se movía por la cocina mientras preparaba las últimas cosas para la mañana. María, con un plato de cereal en la mano, charlaba animadamente con Martin, que estaba sentado a la mesa.

-María - empezó Rebeca, mientras le pasaba una bandeja con un desayuno ligero a Martin - cuéntame sobre el chico nuevo del que hablaste ayer.

-¿Juanjo Bona? - María asintió mientras se acomodaba en la mesa. - Parece que tiene un carácter bastante complicado.

-¿Qué está buscando? - preguntó Martin, con un toque de curiosidad mientras trataba de servirse leche en su vaso. Su intento resultó en un pequeño derrame, y la frustración se hizo evidente en su rostro. La falta de control sobre su entorno le era un desafío constante desde el accidente.

-¿Cómo se llama? - intervino Álvaro Jurado, el mejor amigo de Martin, quien había llegado a la cocina con una sonrisa familiar. Álvaro y Martin se conocían desde la infancia y, dado que vivían en el mismo edificio, solían desayunar juntos antes de ir a la escuela.

-Juan José Bona, pero le dicen Juanjo - respondió María mientras tomaba un sorbo de su café. - Es el sobrino de un policía.

-¡Maldita sea! - exclamó Martin mientras intentaba limpiar la leche derramada con una servilleta, su frustración evidente. La situación le resultaba cada vez más difícil de manejar.

-Espera un minuto. Oh, Martin... - Rebeca se acercó con un trapo, lista para ayudar a limpiar el derrame. - Te limpiaré.

-No tengo cinco años, puedo hacerlo - contestó Martin, con una mezcla de enojo y vergüenza. Todos los presentes en la cocina lo miraban con comprensión, conscientes de lo desafiante que era para él manejar su nueva realidad.

-Hay barritas de cereales - comentó María, tratando de desviar la atención.

-No quiero ninguna - respondió Martin, su tono irritado. Se inclinó para terminar de comer el cereal que se había servido, sintiendo la presión de los ojos de su familia sobre él. - ¿Todos me están mirando comer como un idiota?

-No, Martin, escucha... - Rebeca intentó acercarse a él, su preocupación evidente.

-Ya no tengo hambre - Martin se levantó de la mesa, moviendo la silla con un poco de brusquedad.

-Espera... - Rebeca trató de ayudarlo, extendiendo la mano para guiarlo hacia su habitación.

-Está bien, puedo hacerlo solo - respondió Martin con firmeza, apartando la mano de su madre.

-Martin, es normal luchar al principio. ¿Okay? - intervino María, tratando de ofrecer palabras de aliento mientras ayudaba a Martin a llegar a su habitación.

Rebeca, triste y preocupada, observó cómo su hijo luchaba con su nueva realidad. Aunque todos intentaban apoyar a Martin, a veces sentía que sus esfuerzos no eran suficientes. - ¿Has hablado de su regreso a la secundaria con él? - preguntó Jurado, buscando una forma de ayudar.

-No - respondió Rebeca con un suspiro. - El viernes, parecía entusiasmado, pero no se dio cuenta de lo difícil que sería.

-Necesita ver gente - dijo Jurado con preocupación. - De lo contrario, se volverá loco.

-Si quiere volver a la escuela, tiene que aceptar nuestra ayuda - intervino María, regresando al comedor después de dejar a Martin en su habitación.

-Al final, aceptará - dijo Rebeca, abrazando a Álvaro y María con gratitud. - Esto es solo el principio, sigue siendo difícil.

-No sé qué haría yo, quizás me volvería loco - Jurado tomó un trago de café, tratando de encontrar consuelo en la rutina.

-Todo es temporal, ¿de acuerdo? - dijo Rebeca con determinación. - Para que esté bien, tenemos que mantenerlo con ánimo.

En ese momento, un grito proveniente de la habitación de Martin hizo que todos se pusieran de pie con rapidez. - ¡Oh mierda! - gritó Martin, su voz llena de frustración.

Jurado se levantó de inmediato y se dirigió hacia la habitación de su amigo, encontrándolo en el suelo después de tropezar con los libros de la escuela y la alfombra. - ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? - preguntó Jurado, con una mezcla de preocupación y timidez.

-Sí, pero no pasa nada - respondió Martin, mientras se tallaba el pie con frustración.

-Dejanos ayudarte, sería mejor - dijo Jurado, acercándose a su amigo con una actitud comprensiva.

-Puedo ponerme una camisa - Martin intentó vestirse, pero se frustró al no encontrar éxito.

-Evidentemente no - dijo Jurado, acercando la camisa de Martin hacia él. - Ahí tienes, campeón.

-Gracias... - respondió Martin, su voz cargada de desánimo. - Esto es más difícil de lo que pensé.

-Te la estás poniendo... - Jurado comenzó a decir, pero no pudo terminar la frase.

-Ya sé, está al revés - respondió Martin, irritado.

-Vamos, te ayudaré - Jurado se acercó con una actitud de apoyo, tratando de ayudar a su amigo a vestirse.

-¡SUÉLTAME, MALDITA SEA! - Martin estalló, su enojo explotando en un grito.

-Habla de otra manera - Jurado también estaba a punto de levantar la voz.

-Te hablo como quiero - dijo Martin, sin pensar en el impacto de sus palabras. - No te das cuenta de lo miserable que es esto.

-Sí, puedo verlo. Tú no tienes que desquitarte conmigo - respondió Jurado con calma, tratando de mantener la situación bajo control.

Martin, al darse cuenta de su error, se dio cuenta de que su reacción había sido desproporcionada. - Tengo que aprender a cuidarme solo, a ser independiente.

-Martin, no sabemos cuánto durará esto. Mientras tanto, déjanos ayudarte - dijo Jurado con comprensión. - Podrías tener una gripe, y sería lo mismo.

-No es una gripe - contestó Martin, con un tono de resignación. - No sé si volveré a ver.

-Si lo harás - respondió Jurado con ánimo, tratando de transmitir confianza. - Mientras tanto, te ayudaremos un poco.

Jurado ayudó a Martin a prepararse para la escuela, mostrando su apoyo incondicional y la esperanza de que, a pesar de las dificultades, las cosas mejorarían con el tiempo.

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