45. Una tarde inesperada

144 13 1
                                    

Era un sábado soleado, perfecto para estar al aire libre. El día comenzó de manera inusualmente tranquila. Juanjo había estado pensando en Martin desde aquella tarde en la cocina, cuando sus rostros estuvieron tan cerca que casi se besaron. Era un pensamiento constante que lo mantenía distraído. Sabía que, de alguna manera, todo había cambiado entre ellos, aunque no lo habían hablado. Las cosas se sentían diferentes, pero ninguno de los dos había dado el paso para aclararlo.

Aquella mañana, Juanjo se despertó con una idea. ¿Y si invitaba a Martin a pasar el día juntos? No lo llamaría una cita, por supuesto. Solo dos amigos saliendo a despejarse. Se animó a enviarle un mensaje de voz.

"Oye, ¿qué tal te caería salir un rato hoy? No es bueno estar encerrado todo el tiempo. Además, creo que podríamos practicar un poco con el bastón, no estaría mal que fueras un poco más profesional con él. Te paso a buscar al mediodía."

Martin respondió rápido, lo que sorprendió a Juanjo.

"Vale, me vendría bien salir un rato. Nos vemos entonces."

Eran las palabras que Juanjo necesitaba oir para sonreír todo el día.

*

*

*

A las doce en punto, Juanjo estaba afuera del departamento de Martin. Estaba algo nervioso, aunque no lo admitiría ni bajo amenaza. Tocó el timbre y, después de unos segundos, la puerta se abrió. Martin apareció, vestido de manera casual, con una chaqueta ligera y su bastón blanco en la mano. Todavía no había dicho a nadie que comenzaba a recuperar algo de la vista, y Juanjo no tenía idea de que Martin ahora podía ver, aunque de manera borrosa.

—Listo para nuestra aventura, ¿ciego? —bromeó Juanjo con una sonrisa juguetona.

Martin soltó una risa, mientras cerraba la puerta detrás de él.

—Aventuras contigo siempre son impredecibles, así que no estoy seguro de estar listo. Pero vamos.

Juanjo comenzó a guiarlo por las calles, y aunque Martin usaba el bastón, Juanjo no podía evitar mantenerse cerca, por si acaso. A veces lo tomaba del brazo de forma disimulada, más para sentir la cercanía que por necesidad. El sol brillaba, y la tarde era perfecta para caminar sin un rumbo específico.

—Deberías usar el bastón con más confianza —dijo Juanjo mientras caminaban—. No es solo para moverte, es como una extensión de ti. Te hace ver... más profesional, ¿sabes?

—¿Profesional? —Martin rió—. Nunca pensé que alguien podría ser un "profesional" en esto.

—Bueno, yo digo que sí. —Juanjo se agachó para ajustar la posición del bastón en las manos de Martin—. Mira, así. Mantén el ritmo constante. No es solo para detectar obstáculos; también es para sentir el camino.

Martin lo observó (aunque seguía fingiendo que no veía nada), siguiendo las indicaciones de Juanjo. La sensación de que Juanjo estaba tan cerca, tan atento, le hacía sentir algo diferente, una especie de calor que lo desconcertaba, pero no de una mala manera.

—Gracias —dijo Martin, algo más serio—. No me había dado cuenta de lo mucho que necesito aprender.

—Para eso estoy —respondió Juanjo, dándole una palmada en el hombro con una sonrisa cómplice—. Además, tienes talento para esto, aunque no lo creas.

Siguieron caminando, disfrutando del silencio y la compañía mutua. No tardaron mucho en llegar al parque, un lugar que Martin frecuentaban antes del accidente. Pero hoy, todo parecía diferente. Martin caminaba con más seguridad de la que Juanjo esperaba.

Nuestra medicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora