39. Pistas en la noche

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Después de la videollamada con Bea y Álvaro, Juanjo se quedó mirando la pantalla de su laptop, las palabras de sus amigos resonando en su cabeza. "Sé más claro", le habían dicho. Claro que no era fácil, no cuando se trataba de Martin. Siempre había algo que lo frenaba: el miedo a arruinarlo todo, a malinterpretar las señales, o incluso el temor a que lo que sentía no fuera correspondido.

Pero, ¿y si Martin realmente estaba lanzándole esas pistas? ¿Y si había estado esperando que Juanjo se diera cuenta todo este tiempo? Mientras se recostaba en su cama, Juanjo se dio cuenta de que estaba sonriendo solo al pensar en la posibilidad. "Quizá sea hora de dejar de lado las dudas", pensó.

Tomó su teléfono, contemplando el nombre de Martin en su lista de contactos. Una parte de él quería llamarlo de inmediato, pero decidió que un mensaje de voz sería menos directo, más fácil de manejar. Y qué mejor excusa que el proyecto de literatura que ambos debían entregar pronto.

Tomó aire y presionó el ícono del micrófono.

—Oye, Martin —empezó, tratando de sonar casual, aunque el corazón le latía rápido—. Estaba pensando que deberíamos empezar a planear el proyecto de literatura. Ya sabes, no quiero que nos pille el tiempo y, además, me gustaría saber qué ideas tienes. Podemos vernos mañana en la biblioteca o donde te quede más cómodo.

Soltó el botón y se quedó observando el mensaje. ¿Era demasiado obvio? Quizás sí, pero no importaba. Al menos estaba abriendo la puerta. Envió el mensaje antes de poder arrepentirse y dejó el teléfono a un lado, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación.

Martin, por su parte, estaba en su habitación, acostado sobre su cama, con una enorme sonrisa en el rostro. Había pasado todo el día pensando en Juanjo y en cómo últimamente se sentía más conectado con él. No podía negar que, aunque a veces lo sacaba de quicio, había algo en la forma en que Juanjo lo cuidaba, en sus bromas, en esos momentos en los que parecían estar completamente sincronizados.

El sonido de una notificación interrumpió sus pensamientos. Martin estiró la mano hacia su teléfono y lo desbloqueó. Al escuhar que su telefono le decia que tenia un mensaje de Juanjo su sonrisa se amplió. El audio se reprodujo de manera automatica y escuchó atentamente la voz de su amigo.

—"Oye, Martin... Estaba pensando que deberíamos empezar a planear el proyecto de literatura..."

Martin rió por lo bajo. Sabía perfectamente que Juanjo estaba usando el proyecto como una excusa para hablar con él. No le molestaba en lo absoluto, de hecho, le hacía mucha ilusión. Era un cambio refrescante, sentir que Juanjo también estaba interesado en pasar tiempo con él fuera de las típicas charlas sobre la escuela.

No tardó mucho en responder. Tomó su teléfono, y empezo a grabar de voz dispiniendose a responder.

—¡Ey, Juanjo! Me parece una gran idea lo del proyecto. Podemos vernos mañana en la biblioteca si quieres, como siempre. Ya sabes que me gusta cuando me ayudas con las cosas... —Martin hizo una pausa, sonriendo—. ¿Tienes alguna idea en mente para el tema?

Envió el mensaje y se recostó nuevamente, con una mezcla de nervios y emoción. Sabía que Juanjo no le había escrito solo por el proyecto, y eso lo hacía sentir bien, incluso especial.

Pocos minutos después, el teléfono de Martin vibró de nuevo. Otro mensaje de Juanjo.

—Mmm... —se escuchaba la voz de Juanjo más relajada, como si estuviera sonriendo—. La verdad es que no he pensado mucho en el tema, pero estoy seguro de que podemos sacar algo bueno juntos. Además, siempre terminamos haciendo buenos trabajos, ¿no? Aunque, si soy sincero, también quería saber cómo te fue ayer con el doctor. No lo mencionaste esta mañana...

Martin se quedó en silencio por un momento después de escuchar la última parte del mensaje. Claro, Juanjo estaba preocupado por él, pero aún no se sentía listo para decirle la verdad. No era que no confiara en él, sino que quería asegurarse de lo que estaba ocurriendo con su vista antes de hacer cualquier anuncio. Y, además, una parte de él disfrutaba de cómo las cosas estaban entre ellos en ese momento: la cercanía, la atención de Juanjo, la manera en que lo cuidaba.

Sin embargo, sabía que debía responderle algo, aunque fuese una media verdad.

—Ah, lo del doctor... —empezó Martin, mientras grababa su respuesta—. Bueno, me dieron unos medicamentos para los ojos. Dicen que aún no saben cuándo voy a poder ver mejor. Todo está un poco en el aire, pero... confío en que las cosas mejorarán con el tiempo. Ya sabes, poco a poco.

Envió el mensaje y soltó un suspiro, sintiendo el peso de la conversación en su pecho. Por un lado, deseaba que Juanjo supiera que las cosas estaban mejorando, pero por otro, temía que, al hacerlo, su dinámica cambiara. Y, sinceramente, no estaba listo para eso.

Unos minutos más tarde, Juanjo respondió.

—Entiendo... bueno, lo importante es que te sientas bien y sigas las indicaciones de los médicos. No quiero que te preocupes demasiado por el proyecto de literatura, podemos llevarlo con calma. Además, siempre puedo leer los textos en voz alta para ti... —hizo una pausa y luego continuó—. Ya sabes que me gusta ayudarte.

Martin sonrió. Esa última frase resonó en su cabeza. Era un pequeño gesto, pero para él significaba mucho. Juanjo no lo trataba con lástima, y eso era algo que valoraba más de lo que podía expresar.

—Gracias, Juanjo —respondió Martin en otro mensaje de voz—. Realmente aprecio todo lo que haces por mí. No sé qué haría sin ti.

Envió el mensaje, sintiendo que, aunque no estaba siendo completamente honesto sobre su vista, al menos estaba siendo sincero en cuanto a lo que significaba la presencia de Juanjo en su vida.

Juanjo escuchó el mensaje con una sonrisa en los labios. Sabía que Martin estaba guardando algo, pero no lo presionaría. Lo importante era que él estaba bien. Y, aunque las palabras de Martin eran simples, había algo en la manera en que las decía que lo llenaba de calidez.

—Sabes que siempre estaré aquí para lo que necesites, Martin —respondió Juanjo finalmente—. No importa lo que pase, siempre puedes contar conmigo.

Martin, al escuchar esas palabras, sintió un cosquilleo en el estómago. Sabía que no solo se referían al proyecto de literatura o a la situación con su vista. Había algo más en esas palabras, algo que ambos sentían pero que aún no estaban listos para admitir.

—Igualmente, Juanjo. También puedes contar conmigo para lo que necesites —respondió Martin.

Y así, entre mensajes de voz, bromas sobre el proyecto y comentarios que parecían cargados de más significado, la conversación continuó. Ambos sabían que estaban caminando en una línea delgada entre la amistad y algo más, pero ninguno quería apresurarse. Había una extraña pero cómoda paz en ese juego de pistas, en esas palabras no dichas pero claramente entendidas.

La noche avanzaba, y con cada mensaje, ambos se sentían más cerca, aunque ninguno de los dos dijera explícitamente lo que realmente estaba ocurriendo en sus corazones.

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