6.Tensiones y bromas

140 6 0
                                    

*Juanjo*

Después del altercado en los pasillos, Juanjo, Alex y María se encontraban en la clase de literatura. La tensión entre ellos seguía latente, y aunque intentaban concentrarse en la lección, la presencia de Juanjo resultaba perturbadora.

"El mayor esfuerzo de la pasión es prevalecer sobre el interés," recitaba Manu, el profesor de literatura, con fervor. Juanjo, perdido en sus pensamientos, dejó escapar un suspiro, atrayendo la atención de Manu.

—¿Juanjo? ¿Algo que quieras compartir con la clase? —preguntó Manu, sacando a Juanjo de su ensimismamiento.

—No... —respondió Juanjo, un tanto desorientado— No es nada.

—Voy a insistir —dijo Manu, acercándose lentamente al pupitre de Juanjo.

—Es que... Montesquieu, "Las Cartas Persas", se estudia en la secundaria —soltó Juanjo con un tono altanero, ignorando la obviedad de su comentario.

Desde sus asientos, María y Alex observaban a Juanjo con desdén. Compartir la mayoría de las clases con él era una pesadilla, cada encuentro con él hacía que su día se arruinara un poco más.

—En francés también estás hecho un desastre —continuó Juanjo, en un intento de mantener su actitud desafiante. Sin embargo, Manu no estaba dispuesto a dejarse intimidar.

—No se trata de "Las Cartas persas" de Montesquieu —corrigió Manu, con una sonrisa divertida—. Estamos hablando de "Los caracteres" de La Bruyère. Parece que te has confundido, Juanjo.

—Esto es doloroso —comentó María en voz baja, buscando provocar una reacción en Juanjo.

—¿Qué dijiste? —replicó Juanjo, fulminándola con la mirada.

—Que esto me duele —contestó María, manteniendo la calma.

—Cierra la puta boca —gritó Juanjo, elevando el tono de la conversación.

—¡Juanjo! —exclamó Manu, visiblemente molesto—. Discúlpate con María ahora mismo. No toleraré ese lenguaje en mi clase.

—En tus sueños —respondió Juanjo, sin desviar la mirada de María y Alex—. Si me buscas, me encuentras.

*Martin*

Al final del día, María se dirigió a casa, cansada de los constantes enfrentamientos con Juanjo. Su actitud desafiante y prepotente la agotaba emocionalmente. Al llegar, decidió buscar refugio en la compañía de su hermano Martín y su mejor amigo Jurado.

—"El vino, el que temían los terrores de los pueblos ingenuos" —leía Jurado a Martin, quien parecía un poco inquieto—. "El que exorcizó a los sacerdotes ansiosos"...

—¿Sigo leyendo o prefieres que pare? —preguntó Jurado, al notar la incomodidad de Martin.

—¿Han visto a Erick? —preguntó Martin, desviando la conversación.

—No sé dónde está, probablemente esté jugando videojuegos. ¿Por qué lo preguntas? —respondió Jurado.

—No quiero que escuche la historia —admitió Martin, con un tono de preocupación.

—Tranquilo, Martin, está en la sala jugando —dijo María, tratando de calmar a su hermano—. Continúa con la historia, Jurado.

—De acuerdo, pero no sé por qué le tendría miedo a la historia si está absorto en su juego —bromeó Jurado, continuando con la lectura—. "Aquél a quien los sacerdotes inquietos exorcizaban, que las brujas evocaban en las noches oscuras sin verlo"...

Martin se acomodó mejor en su asiento, mientras María se alejaba, diciendo que iba por cereales, aunque tenía un plan diferente en mente.

—"A quien los presentimientos de los amos del mundo prestaron las formas monstruosas de los gnomos, espíritus, genios, hadas, duendes..." —seguía Jurado, con un tono cada vez más siniestro—. ¡Ay de nosotros!

De repente, María se lanzó para asustar a Martin justo en el momento más tenso de la historia.

—¡Casi me da un infarto! —gritó Martin entre risas—. ¡Un ataque al corazón!

—Fue demasiado tentador —dijo María, encogiéndose de hombros.

—¡Están explotando las debilidades de una persona discapacitada! —protestó Martin, aún riendo, mientras se acomodaba de nuevo.

—Hay que aprovechar, no siempre tendremos esta ventaja —bromeó Jurado.

—Bueno, sí... pero ya me vengaré después —contestó Martin, con una sonrisa traviesa.

—Mientras tanto, ¡sufre! —exclamó María, antes de lanzarse sobre Martin para hacerle cosquillas. Jurado, al ver esto, tiró el libro a un lado y se unió al ataque.

—¡Para, para, no! —gritaba Martin entre risas—. ¡Son dos contra uno, eso es injusto!


Nuestra medicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora