Capítulo 10: La calma

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Cuando estaba a punto de salir, Kiriel fue arrastrado hacia atrás por alguien que tenía su mismo rostro. Los demás rasgos de su atacante eran diferentes, su aura era más oscura, su cabello era platinado. Sus ojos parecían delineados y lo miraba con una sonrisa arrogante.

—¿Quién sos? —le preguntó Kiriel.

—Soy la persona que más odias en el mundo —le respondió él.

—No estoy para estos juegos, ya me tengo que ir —dijo Kiriel con firmeza.

—Qué coincidencia, yo también me tengo que ir, pero si planeas cruzar esa puerta, te cuento que sólo uno de los dos podrá hacerlo.

Kiriel lo miró unos segundos y corrió de nuevo hacia la puerta. Su doble también lo hizo, él lo empujó y estaba a punto de abrirla. Entonces, el otro le agarró la ropa de nuevo y lo estiró. Kiriel se dejó llevar por el envión, girando en el acto golpeó al hombre en la mandíbula con toda su fuerza. El tipo dió pasos torpes hacia atrás. Él aprovechó para salir de allí rápidamente.

Fue entonces que Kiriel abrió los ojos, se encontraba postrado en una cama con el cuerpo adormecido, lo primero que sintió fue peso sobre sus piernas y enseguida vio que se trataba de Alexia. Sin embargo, podía sentir como ella emanaba calidez, la misma calidez que lo envolvió cuando aparecieron las llamas. Él lo estaba procesando ¿Acaso la segunda oportunidad, el milagro, fue obra de ella?

—¿Alexia? —dijo él mientras acariciaba su cabeza. ¿Qué haces acá? pensó, pero no lo dijo.

Ella se despertó y lo miró sorprendida unos segundos para luego abalanzarse sobre él con un tierno abrazo. Él envolvió su cuerpo con su brazos correspondiendo, apretó un poco su cuerpo como si fuera posible estar aún más unido a ella. Se quedaron quietos, sintiendo la respiración del otro, con la mente en blanco, disfrutando el momento. Hasta que llegó la hora de hablar, entonces Alexia regresó a su asiento.

—Estoy feliz de que hayas despertado —dijo ella —esa noche yo... tuve que usar mi poder para curarte.

—¿Qué pasó conmigo? —preguntó él —mis recuerdos son confusos.

—¿Qué recordás?

—Bueno, estaba en mi departamento y después perdí el control de mi cuerpo —él hizo una pausa —fue aquella entidad, la que te estaba buscando.

—Sí, eso sucedió, ella entró en tu cabeza y eso te dañó mucho. Te curé, pero no sabía si lograrías despertar. Además —ella miró sus ojos, tenía miedo de su reacción, pero lo que tenía que decir, no lo podía evitar —hay un efecto secundario, tal vez ya lo notaste, tu cuerpo no es el mismo.

—¿Qué querés decir? —preguntó él frunciendo el ceño.

—Cuando comencé a curarte pensé que el daño sólo fue cerebral, pero todo tu sistema nervioso estaba corroído. Terminé extendiendo mi poder por todo tu cuerpo y eso significa que tu cuerpo ya no es el de un humano.

—Si no es el de un humano, entonces ¿Qué es? —la expresión de Kiriel se había vuelto sombría.

—No lo sé, sólo puedo decirte que cambió, probablemente te sientas extraño hasta que logres acostumbrarte —ella intentó tomar su mano, pero él la corrió instintivamente —no había otra manera Kiriel, si no era así, ahora estarías bajo tierra.

Él recordó las palabras de sus padres sobre su segunda oportunidad.

—Igual te pido que me perdones —dijo ella cabizbaja.

—No —le dijo él mientras tomaba su mano —no tenés que pedirme perdón, gracias a vos tengo otra oportunidad de vida, sólo tengo que adaptarme.

Ella se volvió a acercar a él, le dio una caricia en la mejilla antes de darle un beso. Él le devolvió el beso, luego le dio otro y otro. Cada beso era más largo, más intenso, como si quisieran fundirse el uno con el otro. Entonces, él, ignorando el leve dolor que le provocaba la sonda en su brazo, llevó sus manos hacia la cintura de ella. Él la atrajo con fuerza hasta tumbarla en la cama, luego giró hasta quedar sobre ella. Alexia, que se estaba dejando llevar por la pasión que sentía tuvo que empujarlo al notar que el brazo del joven estaba sangrando después de haberse arrancado la aguja del suero.

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