❛12. Soñadores de guerra❜

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Pilar siempre había entendido, en lo más profundo de su ser, que el destino no era amable

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Pilar siempre había entendido, en lo más profundo de su ser, que el destino no era amable. No era la cálida mano que te guía a la gloria, sino una fría presencia que arrastra consigo incluso a los más fuertes. Había sido testigo de cómo, uno por uno, sus amigos eran tragados por el inexorable paso del tiempo y las circunstancias. Al borde de aquel solitario templo, cuya piedra parecía absorber la tristeza de los siglos, respiraba profundamente, tratando de hallar en el aire salado del mar algún consuelo.

El templo de su madre perdido se erguía frente a ella, tan desolado como su corazón. El dios del mar, alguna vez un coloso entre los mortales, había dejado este lugar, llevando consigo la memoria de su hijo más querido. Pilar pensaba que tal vez había sido demasiado doloroso para Poseidón quedarse, enfrentar la ausencia de Percy en aquel santuario que alguna vez fue suyo.

Sus dedos temblaban levemente cuando alcanzó a acariciar el lomo de un libro que descansaba a su lado, dejado allí por el dios antes de partir. "Si vas a traer a mi hijo de vuelta, debes estar preparada", había dicho con una gravedad que aún resonaba en sus oídos. El cuero oscuro del libro, desgastado por las manos de los años, parecía susurrarle secretos. Pilar no se atrevió a ignorar esa advertencia, aunque el peso del deber la oprimía.

El título del libro, "Las perlas de la miseria", escrito en letras desvaídas, capturó su atención. Su autor, Austin Lake, no era un nombre desconocido para ella. Su hermano mayor, que había sido un prodigio de las letras y el saxofón en Nueva York, se había ido hacía años, como todos los demás, absorbido por las mareas del tiempo. Un suspiro lento escapó de sus labios mientras abría el libro, temerosa de lo que encontraría.

La primera página la recibió con la familiaridad cruel de nombres conocidos, como heridas abiertas en su memoria. Miró de reojo a la mujer que Poseidón había mencionado, intentando grabar sus rasgos, pero su mente estaba distraída por las palabras que comenzaban a arder en su interior.

"La desaparición del dios de la unión en el año dos mil veintiséis marcó el principio del fin para los siete de la profecía. Aunque la mayoría creía que su partida había sido voluntaria, pocos sabían la verdad detrás de su ascensión. El dios no estaba maldito. Sus amigos, en cambio, sí lo estaban."

Pilar se detuvo, sintiendo que el mundo a su alrededor se hacía más pequeño. Había creído, por este poco tiempo, que Perseus era el epicentro de todo, el eje en torno al cual giraban los destinos. Pero ahora, esas palabras revelaban una verdad más oscura. La maldición no había caído sobre él, sino sobre aquellos que quedaron atrás.

Con una mezcla de curiosidad y temor, continuó leyendo, el corazón latiendo como un tambor apagado.

"Annabeth: la valiente."

La descripción de Annabeth Chase, la legendaria hija de Atenea, se desplegaba ante ella como un tapiz de tragedia. Annabeth, la mujer que desafió monstruos y construyó imperios de sabiduría, había sido la primera en caer. No murió en una gloriosa batalla, como muchos habrían esperado, sino en la intimidad de su hogar, defendiendo lo que más amaba: su hijo. "Los grandes héroes no mueren en batalla," decía el libro, "mueren protegiendo aquello por lo que han luchado."

❝ Always an Angel. ❞             - - ̗̀๑❪ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora