❛8. Simplemente soltar❜

589 115 4
                                    

Nico caminaba por una de las arterias más transitadas de Chicago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nico caminaba por una de las arterias más transitadas de Chicago. Lake Shore Drive era una de las principales vías que conectaba diversos barrios. Odiaba salir del inframundo; desde la muerte de Will por un infarto, había desarrollado un profundo resentimiento hacia la vida en la Tierra.

Ya no estaba el calor de Will, ni su presencia en la sala o en la cocina, ni los aromas que impregnaban la cama, ni el desagradable perfume a flores silvestres que él solía usar como ambientador. Se había ido, y ahora Nico se sentía solo en el mundo. Su padre le había permitido ver a Will, pero las visitas cesaron cuando, después de cinco años, el rubio decidió reencarnar.

¿Cómo podía ser tan egoísta? ¿No amaba Nico lo suficiente como para quedarse con él?

Nico lo odiaba, odiaba a quien amó con todo su corazón. ¿Pero qué era el amor sin un toque de odio? Nunca regresó a la Isla de los Bienaventurados, pero se enteró por Thanatos que Will había bebido del Leteo y había cruzado las puertas del ciclo. Lloró, lloró por ese amor por el que tanto luchó, lloró por la persona en la que se convirtió cuando Will se fue, y lloró por la persona en la que convirtió a Will cuando él se fue.

Ahora, Nico era un hombre de cuarenta y nueve años, solo y abatido en su apartamento en Texas. Su esposo se había ido para siempre, había decidido olvidarlo, y Nico nunca pudo perdonarlo.

Al ver el dolor de su único hijo semidiós, su padre le ofreció la opción de ascender a la divinidad. Nico aceptó, asumiendo el título de Dios de las Almas Perdidas y Protector de las Almas Jóvenes. Su apariencia cambió, recuperando la juventud de sus veintitrés años.

Ahora estaba aquí, diecinueve años después, realizando su rutina habitual: buscar las almas que Thanatos no había recogido y guiarlas al inframundo.

Se acercó a la carretera, su mirada captó el mar de reojo, y sintió el mismo dolor en el pecho que había experimentado durante cincuenta años. Los ojos del mar, pensó, mientras cerraba los ojos por un breve instante.

Ojos como el mar, cambiantes, azules o verdes, a veces más claros o más oscuros, habían sido los ojos de su primer amor. Llenos de vida y alegría hasta que él asumió el manto de la divinidad.

Sintió cómo su mandíbula se tensaba mientras avanzaba hacia la multitud que se agrupaba en medio de la calle. Gente gritando y niños llorando; Nico creyó escuchar a alguien rezar por que esas almas encontraran la luz.

En fin.

Nico ni siquiera parpadeó al contemplar la escena frente a él. El asfalto estaba manchado de sangre y escombros, una serie de huellas rojas que contrastaban con la oscuridad del pavimento. Dos vehículos estaban totalmente destrozados en medio de la carretera: uno de ellos, un sedán gris, yacía volcado sobre el lado del conductor, con sus ruedas todavía girando lentamente en el aire. El otro, una camioneta negra, se encontraba en un estado igualmente catastrófico, con su capó abollado y las puertas abiertas de par en par, como bocas silenciosas que gritaban sin voz.

❝ Always an Angel. ❞             - - ̗̀๑❪ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora