Tres años. Tres interminables años habían transcurrido desde el día en que el cuerpo frío y sin vida de Kyle había sido consumido por las llamas. Tres años desde que Perseus, el dios que había sido héroe, vio cómo el fuego se llevaba al último resquicio de su humanidad. Desde entonces, nada había vuelto a ser fácil, ni ligero, ni siquiera soportable. Había aprendido a vivir con su dolor, sí, pero eso no significaba que el luto hubiese menguado. Si acaso, la pérdida lo había consumido, arraigándose en cada célula de su ser divino. Porque Perseus era, después de todo, el dios del duelo. Nadie como él comprendía la íntima agonía de cargar con la muerte, de abrazar la ausencia.Sabía sobrellevarlo, porque no había alternativa. Pero ese conocimiento no aliviaba el peso que le oprimía el pecho cada vez que cerraba los ojos. No podía escapar de los recuerdos, ni de la oscura sombra que le susurraba al oído que el sufrimiento era su verdadero compañero. Era un dios, sí, pero los dioses también conocían el vacío. Perseus había vivido la mortalidad, y, en su inmortalidad, la muerte le perseguía con mayor ferocidad.
Había pasado ese tiempo rodeado por el eco de sus propios pensamientos, una espiral descendente de soledad y lamento. El Olimpo seguía su curso, indiferente al dolor de uno de los suyos, como si su tragedia personal fuese solo un capítulo menor en la gran narrativa de los dioses. Pero para él, no había tregua. El rostro de todos los niños que había perdido, las pequeñas figuras de sus niños, seguía apareciendo en sus sueños, una visión tan viva que casi podía sentir su cálido abrazo, solo para despertarse, destrozado por la realidad de que muchos de ellos ya no estaban, y que nunca volvería a estar.
Sin embargo, en algún rincón de su corazón inmortal, una tenue chispa de perdón había empezado a encenderse. No para los dioses en su totalidad, no para el Olimpo que le había traicionado, pero sí para su padre. Poseidón. El dios que, durante años, había representado todo lo que Perseus había aprendido a odiar, todo lo que lo había llevado a aislarse en su propio dolor. Pero con el paso del tiempo, la dureza de su resentimiento se fue desgastando. Perseus había llegado a la dolorosa conclusión de que no podía vivir el resto de su eternidad cargando con aquel rencor. No contra él. Así que, lentamente, comenzó a permitir su presencia. No de manera abierta ni afectuosa, sino de un modo que casi parecía resignación. La sombra de su padre volvía a ocupar un espacio en su vida, apenas tolerado, pero presente.
Habían pasado tres años desde aquel fatídico día, y aunque el resentimiento seguía enterrado bajo la piel de Perseus, había aprendido a dejarlo ir, poco a poco, como un veneno que, a fuerza de ser enfrentado, deja de corroer las entrañas.
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❝ Always an Angel. ❞ - - ̗̀๑❪ Percy Jackson
Fantasy𝐀𝐋𝐖𝐀𝐘𝐒 𝐀𝐍 𝐀𝐍𝐆𝐄𝐋 | ❛Madre te pido que me protejas, y yo prometo darte tu ansiada libertad❜ Pilar, descendiente de Apolo, habitante del campamento Mestizo, fue encomendada con la misión de hallar las perlas de la unión. Los dioses, en un...