Miércoles 24/02/21
Anoche la pasamos realmente mal. Nuestra compañera de cuarto Graciela se despertaba a cada rato porque le dolía esto o aquello. Quería que llamáramos a la enfermera porque necesitaba ir al baño, O porque se quería parar y no podía. A Cami y a mí no nos dejó dormir. En un momento ella se puso al lado de mi cama y me pego un susto... Me pidió que apague el aire acondicionado porque tenía frio. Prendí el tele para ver la hora: 01:30hs... Al rato el enfermero que no paraba de entrar y salir de nuestra habitación por su culpa nos dijo que ya eran las 03:30hs. y yo, no había pegado un ojo.
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Después del desayuno fue lindo. Estuve hablando con las señoras Marta y Marisa, también estaba Alfredo haciendo trucos con el mazo de cartas. Lo que me hace acordar que no anote que ayer antes de la cena estuvimos jugando al chinchón, nosotros 4 y Jeremías.
Marta y Marisa son muy genias. Marisa es vegetariana igual que yo. Charlando esta mañana en el desayuno me enteré que Alfre es policía.
Más tarde llego la profesora del taller creativo y nos llevó al patio a pintar mandalas. Yo elegí una de un zorro y otra de un ciervo. Se paso muy rápido la hora y no pude terminar de pintar, pero la pase muy bien charlando con mis compañeros, además la profe es muy piola.
Cuando terminó el taller guarde los dibujos para seguir pintándolos mañana. Entonces llego mi psicóloga y nos pusimos a hablar por un buen rato. Cayó alguna que otra lágrima pero fue todo muy liberador. Me dijo que la doctora Miño se había comunicado con ella y eso me dio mucha paz.
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Las razones para entrar en un hospital psiquiátrico son muchas: tomarse 45 pastillas de clonazepam, cortarte los brazos o las piernas, entrar en una depresión tan grande que no salís de tu cama ni para ir al baño, tratar de ahorcarte, tener alguna enfermedad o trastorno mental como la esquizofrenia o la bipolaridad...
Las razones son muy diversas, pero hay algo que todos tenemos en común: el dolor. Todos sufrimos, nuestras almas se quebraron y estamos aquí para que nos curen, para que tomen cada uno de los trocitos de nuestras almas y los peguen con mucho amor y cuidado.
Y lo bueno es que en ese proceso nos apoyamos mutuamente los unos a los otros. Porque la realidad es que sabemos que si estamos aquí es porque estamos verdaderamente jodidos y en algún punto la cagamos.
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Creo que lo más bonito de aquí es que siempre nos dan postrecitos después de la comida. Turrones, galletitas dulces, malvaviscos y hoy nos dieron... ¡JUGUITOS CONGELADOS! Me hizo recordar a mi infancia.
Después entró un grillo e hicimos toda una travesía para sacarlo al jardín. Se supone que los grillos traen suerte y yo hoy me sentía particularmente feliz. Me puse a bailar con Jack en el pasillo.
Al final pasaron a Camila al blanco, le hice un poema sobre las mariposas y le di una carta para que se la dé a Martu cuando la encuentre. Resulta que al chico que escribió unas frases para mí en el cuaderno también lo pasan al Blanco. Él me agradaba, tocaba la guitarra, era lindo escucharlo.
Sali un rato al patio y estuve leyendo Luces del Norte. Le leí en voz alta a Imperio hasta que se quedó dormida. Después nos hicieron entrar de nuevo. Me hice amigo de una chica nueva, Samanta. Con ella jugamos al jenga y le hice una grulla de origami. Ahora voy a tratar de dormir un poco la siesta.
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Me despertó un enfermero pidiéndome la ropa sucia. También me pidió que tendiera la cama y me mando al comedor porque era la hora de la merienda. Té con leche y pan con mermelada.
Al terminar salimos todos al patio. Nos sentamos en una mesita a charlar, leer y tomar mates (ellos, a mí no me gustan). Estaba Martita, Marisa, Alfre (a quien le dicen coronel porque es policía), Jack, el señor que se metió a la cocina a robarse unos cereales (que descubrí que se llama Leo), Jere, Imperio, la chica nueva Samanta (que hoy salió del aislamiento) y Gonzalo (que es bombero). Charlamos de libros, de la vida en general. Descubrimos que Marta es abogada y que fue 16 años jueza.
También estaba Adolfo, él es un señor mayor. Es muy callado y reservado. Hoy almorzamos en la mesa con él y no dijo ni una sola palabra.
Más tarde llegaron cosas para mí: las cartas del Uno, libros de mandalas y lápices de colores, galletas, un jugo y golosinas. Cuando terminé de ordenar las cosas me fui al salón común y entre todos jugamos al Uno.
Es curioso, somos todos de diferentes lugares, con diferentes edades, cada uno con sus propios problemas y es como si nos conociéramos de toda la vida. Me siento muy aceptada en este lugar.
Cuando perdí me puse a pintar la mandala del zorro y se me sumo Imperio. Tuvimos una charla muy sentimental sobre el suicidio. Ella también lo intentó y nos sentimos comprendidos mutuamente. Entonces se sumaron Samanta y Leo. Sami también nos contó su historia sobre su intento de suicido... Todo fue muy emotivo, con lágrimas brotando y sentimientos a flor de piel.
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Después de la cena pusimos música (cumbia y cuarteto) y entre todos nos pusimos a bailar. Hasta las señoras mayores se sumaron, fue muy divertido. Me hicieron reír mucho y me enseñaron pasos de baile nuevos. Cuando nos cansamos salimos unos minutos al patio: algunos para fumar, otros para tomar aire fresco. Cuando entramos nos quedamos jugando al Uno hasta el cambio de enfermeros a las 22:30hs. Estuvimos jugando sentados en el pasillo porque estaban limpiando la sala común.
Fue una noche linda, pero se vio arruinada cuando entré a mi pieza y la vi a Graciela hurgando mis cosas. Se había comido 2 de las rodesias que me mando mi mamá. Me agarro mucha bronca ¡¿Qué HACIA ESA LOCA REVISANDO MIS COSAS!? Creadence se encendió en llamas y yo me fui a bañar para calmarme, pero Creadence estaba empecinado en que le hiciera algo a Graciela. Tuve que irme con el enfermero de guardia, porque si me quedaba dos minutos más con ella la mataba.
El enfermero me calmo. Estaba justo hablando con Jere y con Imperio, así que se quedaron conmigo los tres y me prepararon un jugo hasta que estuve mejor. Igual tuvieron que llamar al psiquiatra de guardia. Me receto un inyectable a pesar de que yo ya me sentía más calmado.
El enfermero fue muy amable conmigo. Le dio a Graciela una pastilla para dormir, a ver si así esta noche ella me dejaba dormir a mí... Creo que ella ya se durmió. Yo voy a ponerme a leer un poco antes de irme a dormir también. Por suerte nada malo paso y ya me siento mucho mejor.
Contador de ataques de pánico: 1

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CUANDO TOQUÉ FONDO
Non-FictionPlena pandemia. Simplemente me quebré. Creadence se apoderó de mí. Ya no quise vivir. Miento. Si quería vivir, él no quería que yo lo hiciera. Termine en un hospital psiquiátrico. Termine escribiendo esta historia. Escribir fue lo que me salvó. BASA...