Funa-11

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Angie se despertó con un dolor punzante en la cabeza, sintiendo que el mundo le daba vueltas. No lograba recordar nada de lo que había pasado la noche anterior. Se levantó con esfuerzo y bajó las escaleras. Al llegar a la sala, vio a Tuli, quien estaba sentada en el sofá, demacrada, con el maquillaje corrido y el aspecto aún más descuidado que la noche anterior.

—Nah, boluda... ¡no vuelvo a tomar más! —dijo Tuli antes de levantarse rápidamente para vomitar por quinta vez.

Angie soltó una risa suave, aunque el dolor de cabeza no la dejaba disfrutar del momento. Miró la mesa y vio unas pastillas. Suspiró aliviada, agradeciendo internamente. Se sirvió una taza de té y, con las manos temblorosas, se tomó una pastilla, esperando que el alivio llegara pronto.

De repente, Spreen apareció bajando las escaleras apresuradamente, casi tropezando en su prisa. Su expresión era seria, y el tono de su voz lo dejó claro.

—Angie, boluda, la cagaste toda —dijo exaltado.

—¿De qué hablás, wacho? —preguntó Angie, confundida.

Spreen sacó su celular y le mostró un video. Angie vio con los ojos muy abiertos cómo, en la pantalla, ella aparecía borracha, besándose con alguien en medio del antro. El ruido de la música y las luces parpadeantes hacían que todo se viera más caótico.

Con el corazón acelerado, Angie tomó su propio celular y empezó a leer los comentarios bajo el video que ya circulaba por todas las redes sociales:

—"Qué regalada la Angie." 
—"Qué fácil salió." 
—"No se da a respetar, funenla XD."

Cada palabra la golpeaba como una daga. Sentía un nudo en la garganta y su pecho oprimido. Entró a Twitter y lo que vio fue peor: la misma oleada de comentarios crueles, repetidos una y otra vez.

Angie sintió que se le caía el mundo encima. No tenía idea de en qué momento de la noche había sucedido eso. La culpa y la vergüenza la invadieron al punto que le costaba respirar.

Sin pensarlo dos veces, subió corriendo a su habitación. Comenzó a meter su ropa en una maleta con movimientos torpes y desesperados. Tenía que irse. Necesitaba escapar de todo eso. En ese instante, solo había un lugar que se le ocurría: la casa de su mamá.

Latidos desiguales (carre angie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora