Foto-16

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Sostenía a mi bebé recién nacido en brazos, mientras Fernanda dormía a mi lado. No quería despertarla; sabía que debía estar agotada. Acaricié con cuidado la pequeña frente de mi hijo cuando empezaron a llegar mis amigos: Ari, Juan, Rivers, Lit, Tuli, Sara y, como siempre, Spreen.

Tuli se acercó primero.

—¿Puedo cargarlo? —preguntó, con una sonrisa.

Asentí y le entregué al bebé con cuidado. Ella lo sostuvo con delicadeza y se tomó una foto. Al verla, le advertí:

—No deberías publicar su cara en redes sociales.

Tuli me miró con calma, mientras enviaba el mensaje.

—No te preocupes, Carre. No es para mis redes... es para Angie. Ella me pidió la foto porque no pudo venir.

Sentí cómo se me helaba el cuerpo al escuchar su nombre. Traté de mantener la compostura.

—Ah... ok —respondí con un nudo en la garganta.

Sabía que no era el momento de pensar en ella, estaba con mi hijo. Pero su nombre resonaba en mi mente, invadiendo cada pensamiento. De repente, Tuli se acercó un poco más y me miró directo a los ojos.

—Carre, ¿la extrañas? —me soltó sin rodeos.

La miré con duda, intentando evadir.

—¿A quién te refieres?

—A Angie —dijo, con voz firme.

Bajé la cabeza, sin poder disimular más.

—Sí... y mucho —murmuré, sin levantar la vista.

Tuli suspiró antes de hablar de nuevo.

—Sabes que la cagaste, ¿verdad?

Asentí, sintiendo el peso de mis propios errores.

—La re mil cagué —admití, con voz apagada.

—Tal vez esto sea un castigo —dijo, con un tono que no era de reproche, sino de realidad—. Jugaste con ella, con sus sentimientos. Angie está destrozada, Carre. Todavía te ama, te extraña... pero no quiere volver solo para que la lastimes otra vez. Ella quiere hablar contigo, arreglar las cosas.

Mi corazón se detuvo por un segundo. Al oír esas palabras, levanté la cabeza bruscamente.

—¿Ella está aquí? —pregunté, con un hilo de esperanza.

—No, aún no. Llega la próxima semana. Quiere verte, Carre, hablar contigo —respondió, sacando su celular—. Te voy a mandar la dirección del restaurante. Tienes que estar ahí el jueves a las 6 de la tarde.

Tomé aire, intentando procesarlo todo.

—Está bien... estaré ahí —dije, más por inercia que por decisión propia.

Tuli me sonrió suavemente mientras escribía.

—Ya te lo mandé. Bueno, me tengo que ir. Ah, y Angie me pidió que te felicitara por tu hijo.

Me abrazó antes de marcharse, y yo la correspondí con la mente en otro lugar.

—Gracias, Tuli... —murmuré.

Ella se fue, dejándome con una sensación de vacío y confusión. No quería que llegara ese jueves. No quería que todo terminara en un simple "seamos amigos". Nunca fui de esos chicos que se conforman con ser solo amigos de la mujer que aman.

Latidos desiguales (carre angie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora