2 caminos-17

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Cuando todos mis amigos se fueron, Fernanda se acercó con Mateo en brazos. Su mirada ya traía esa molestia que había aprendido a reconocer al instante.

—¿Qué quería esa? —preguntó con un tono cargado de indignación.

—Nada, solo me estaba felicitando por Mateo —respondí, intentando mantener la calma, como si sus palabras no me afectaran.

—Ajá... —respondió secamente—. Espero que esa no te esté intentando meter en asuntos con Angie de nuevo —añadió, mientras amamantaba a Mateo con aire de superioridad, como si controlara cada parte de mi vida.

—No, tranquila —le dije sin más, tratando de esquivar la conversación, pero con una tensión creciendo en mi pecho.

—Bueno, ya vámonos a la casa —dijo, cubriendo a Mateo con una manta sin siquiera mirarme a los ojos.

—Dale —respondí cortante, sin ganas de prolongar más esa interacción.

Nos subimos al carro en silencio, el peso de lo que venía cayendo sobre mí como una losa imposible de levantar. Al llegar a casa, Fernanda me miró agotada.

—Voy a dormir, estoy cansada. Encárgate de Mateo.

El nudo en mi garganta se apretó más fuerte. Mateo estaba inquieto, girándose de un lado a otro, y mientras cambiaba su pañal, no podía evitar pensar en cómo mi vida se había convertido en esto... en un caos en el que ni siquiera sabía quién era yo realmente. Cuando terminé, Fernanda se levantó, lo amamantó otra vez, y nuestras vidas siguieron como siempre, en esa falsa normalidad.

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Jueves

El reloj marcaba las 4:00 de la tarde. Me encontraba en la sala de casa, solo, tomando un café, cuando recibí un mensaje de Tuli:

 Me encontraba en la sala de casa, solo, tomando un café, cuando recibí un mensaje de Tuli:

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El café casi se me derramó de las manos. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No estaba listo para esto. ¿Cómo se puede estar listo para enfrentar a alguien a quien has herido tan profundamente?

Intenté calmarme, me di una ducha larga, dejando que el agua me ayudara a juntar fuerzas. Me vestí despacio, con cada prenda sintiendo el peso de la culpa. Para cuando eran las 5:30, ya estaba en la mesa del restaurante, el lugar donde la vida me daría un giro más.

El celular vibró. Era Fernanda.

 Era Fernanda

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Latidos desiguales (carre angie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora