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El tiempo pasó, y Carre seguía con Fernanda, intentando dejar atrás los recuerdos de Angie. Se había desconectado por completo de las redes, dejando de hacer streams. Sus ojeras se hacían más notorias con cada día que pasaba. Dormir se había vuelto su mayor enemigo, porque cada vez que cerraba los ojos, los sueños lo llevaban de vuelta a Angie. Había intentado llamarla una vez, y el caos que se desató con Fernanda lo convenció de no volver a intentarlo.

Esa noche, sin embargo, el cansancio lo venció. Se dejó caer en la cama sin darse cuenta de que Fernanda estaba del otro lado. En cuanto el sueño lo envolvió, Angie apareció en su mente, tan viva como siempre. Pero no fue solo su subconsciente el que la invocó. Fernanda lo escuchó murmurar su nombre en sueños, y cuando abrió los ojos, ya la tenía gritándole. La furia en su rostro era algo que Carre no podía soportar.

— ¡No puedo más con esto! —exclamó Fernanda, sin contener la rabia.

Él no respondió. La culpa lo embargaba, pero sabía que no ayudaría discutir, no en su estado. Así que, con la mayor calma que pudo reunir, intentó tranquilizarla.

—No quiero que te alteres por esto —le dijo, antes de salir de la habitación y acomodarse en el sofá. Prefería eso a seguir con la discusión. Después de todo, el bebé no tenía la culpa.

Mientras intentaba distraerse, empezó a chatear con Spreen.

"Este idiota no entiende nada", pensó con frustración mientras veía sus mensajes

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"Este idiota no entiende nada", pensó con frustración mientras veía sus mensajes. De repente, un sonido en la habitación lo alarmó. Subió corriendo, temiendo lo peor. Al abrir la puerta, la vio: Fernanda estaba inclinada, sosteniéndose el vientre con una mezcla de dolor y pánico en los ojos.

— ¡Rompí fuente! —gritó ella, con la respiración agitada.

El tiempo pareció detenerse por un segundo, pero Carre reaccionó rápido. Corrió por la maleta que el médico les había dicho que prepararan y llevó a Fernanda al coche. El camino al hospital fue una tormenta de gritos de parte de Fernanda, respiraciones entrecortadas y una desesperación que lo consumía. No estaba preparado para esto, pero sabía que debía mantener la calma por el bien de los dos.

Al llegar al hospital, todo se volvió un torbellino de actividad. Fernanda fue llevada en una silla de ruedas, mientras él intentaba seguir el ritmo. Finalmente, lo llamaron para entrar en la sala de parto. Su corazón latía con fuerza mientras tomaba la mano de Fernanda, tratando de darle todo el apoyo posible. Sentía el peso del momento; su hijo estaba a punto de nacer.

—Ya casi —le susurró, aunque sabía que nada podía calmar la intensidad de lo que estaba viviendo.

Tras varios empujones y momentos de tensión, el sonido que esperaban llenó la sala. El llanto de su hijo, potente y claro, retumbó en cada rincón. Era un varón, su hijo, Mateo. Carre dejó escapar un suspiro de alivio, sus ojos fijos en el pequeño ser que acababa de llegar al mundo.

Latidos desiguales (carre angie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora