10: La pastelera gourmet

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El olor característico de galletas recién horneadas invadió las fosas nasales de Juanjo en cuanto entraron en la pastelería.

Se encontró a si mismo rezando por que su estómago no le traicionase rugiendo, ahora despierto por el apetitoso olor que desprendían los diferentes dulces que había en el escaparate. No había comido nada desde que salió del trabajo, ya que había salido corriendo al encuentro con Martin.

Aquel día habían quedado temprano por la tarde, ya que el menor tenía turno en la discoteca y no podía permitirse quedarse hasta muy tarde ese día. Y al maño ni siquiera había pensado en llevarse nada preparado de casa, ya que había estado demasiado ocupado pensando en que volvería a estar con el menor.

El asunto —siendo este sus sentimientos por Martin— no había hecho más que empeorar desde la última vez que se vieron. Aún podía recordar lo bonita que sonaba la risa del menor después de un par de cañas de cerveza. Además, debía darle la razón a Ruslana: al vasco le salía el acento cuando bebía, cosa que hizo que las mejillas del aragonés se volviesen incluso más rosadas de lo habitual.

Le hacía olvidarse de todas las cosas vergonzosas que había relatado Lucas sobre la noche, porque lo único en lo que podía pensar era en como los ojos del chico del bigote parecían brillar un poco más cuando sonría, o como echaba la cabeza hacia atrás cuando reía a causa de algo que le había hecho mucha gracia.

¿La conclusión de esto? Iba cuesta abajo y sin frenos.

En ese momento, ya dos días después de aquel acontecimiento, habían quedado en una pastelería no muy lejos de la casa de Juanjo. Al maño le sonaba haber pasado delante de ella algún día, e incluso conseguía ponerle cara a alguno de sus trabajadores, pero en esta ocasión estaban buscando a una chica llamada Suzete.

Se pasó una mano por el pelo, algo nervioso. ¿Les contaría Suzete otro puñado de tonterías que había hecho estando borracho? ¿Se acordaría de él, siquiera? Esperaba que no, porque si no fuese porque era una excusa perfecta para ver a Martin, la búsqueda hubiese terminado con la humillación que había sentido al escuchar al uruguayo contar que casi se quita la camisa en medio de la discoteca porque tenía mucho calor.

El menor, que estaba a su lado, lo miró con cara divertida.

"Creo que hemos pasado por muchas cosas... extravagantes en esta búsqueda." Le dijo, pegándose a su costado, dándole un suave codazo en la costillas. "¿Qué tan mala puede ser una pastelera?"

La palabras consiguieron relajarle un poco, destensando sus hombros, pero seguía sintiendo los nervios anidarse en su abdomen.

"Llegado este punto me espero cualquier cosa."

Una risita escapó los labios el vasco.

"Venga, no te cagues ahora." Acabó por decir, cogiendo al maño por la manga de la chaqueta que llevaba puesta, tirando de él hacia el mostrador.

Mariposas revolotearon en su estómago ante el gesto, aunque no se hubiese quejado si en lugar de coger la manga, el chico del bigote hubiese entrelazado sus manos.

No se dio más tiempo a fantasear, puesto que ya estaban frente a un joven que Juanjo recordaba haber visto algún día, que los miraba con una sonrisa amigable.

"Bienvenidos, ¿qué os pongo?" Dijo amablemente.

Los dos chicos saludaron al unísono, mordiéndose las sonrisas en cuanto se dieron cuenta de que estaban volviendo a hacerlo; conectarse de esa manera inexplicable.

Pero fue el mayor quien sacó el tema. "En realidad no venimos a comprar nada, queríamos hablar con Suzete... Trabaja hoy, ¿verdad?"

El chico pareció sorprenderse un poco, pero terminó por asentir. "Claro, dadme un momentito que voy a buscarla."

En busca de tus coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora