Contra el pronóstico de la encendida mente de Juanjo, no se encontraba entre las sábanas de Martin.
Tampoco podían culparle, el maño no pudo evitar que su mente empezase a imaginar diferentes escenarios ficticios después de que el chico que le gustaba demasiado para su propio bien —dicho de manera suave— le invitase a subir con él a su casa a tan solo unos centímetros de su boca. Una boca que ese mismo chico acababa de besar con tantas ganas que le había dejado mareado en el asiento de su coche.
Pero no, lo cierto era que sí estaban tirados en el sofá del piso de menor. Pero estaban totalmente vestidos, y tras las caricias que Juanjo le daba a Martin en la mejilla solo había intención de asegurarse que el chico que tenía recostado sobre su pecho era real. Que su reconfortante peso sobre él y los besos que intercambiaban ocasionalmente no eran producto de su imaginación.
Sabían que tenían que hablarlo, pero estaban dejándose tiempo para asimilar lo que acaba de pasar en medio de la ligera penumbra que provocaba la tormenta que se estaba dando fuera del piso. Era relajante ver el contraste entre la calma del interior con la energía de fuera, esporádicamente interrumpida por destellos que iluminaban el cielo antes del trueno. Les daba espacio para pensar, sobre todo al aragonés, que todavía no podía creer lo que había pasado.
No es la persona que realmente me gusta.
Aquellas palabras resonaban en su cabeza constantemente. Escuchar al vasco decir eso y sentir sus labios contra los suyos había sido como quitarse un peso de encima. No debería ser así, porque eso significaba problemas, pero se había sentido tan bien con ello que volvería a repetir el momento mil veces si pudiese.
Le gustaba a Martin.
El pensamiento le calentaba el pecho y al mismo tiempo le daba vueltas en la mente, porque le despertaba curiosidad: ¿Le gustaba tanto como a él le gustaba el vasco?
Porque en el momento no se paró a pensarlo mucho, demasiado eufórico ante la certeza de que era correspondido por el contrario, pero tal vez se estaba columpiando mucho. Porque tal vez era erróneo pensar que el menor también estaba dispuesto a romperse el corazón mil y una veces si eso significaba tenerlo durante un tiempo. Que estaba dispuesto a fingir que no estaban destinados a otra persona aunque fuese por un tiempo, con tal de no tener que preocuparse de donde acabarían los sentimientos que no podrían demostrarse.
Tal vez estaba proyectando, y el contrario no estaba dispuesto a ni siquiera algo momentáneo con el. Tal vez era algo meramente físico para él.
Quizá fue el malestar que le causaba esa incertidumbre lo que le incitó a romper el silencio.
"A mi también me gustas, Martin." Dijo, viendo como sus palabras causaban que el menor levantase la cabeza de su pecho para mirarlo a los ojos, sin llegar a eliminar la cercanía. "Mucho."
Los ojos del vasco parecieron iluminarse como estrellas y eso le hizo sentir un poco mejor, porque parecía tan sincero que le hizo pensar que no era el único mostrándose vulnerable.
"Pero no sé si estamos en la misma página."
La expresión del menor pareció recaer un poco, pero siguió mirándolo con esa mirada transparente. "Te escucho."
"Por mucho que me reviente, el destino, o lo que sea, siempre se sale con a suya." Empezó ligeramente molesto. Y triste, sobre todo triste. "Estamos condenados a fracasar."
Y decirle eso al menor le dejó un sabor amargo en la lengua, y más todavía cuando sintió que se tensaba contra su cuerpo, como si se estuviese preparando para el rechazo. Le sentó fatal, y quiso reconfortarlo al instante, nuevamente llevando una de sus mano a su mejilla.
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En busca de tus colores
FanfictionEn un mundo en el que todo es blanco y negro hasta que tocas a tu alma gemela, Juanjo se despierta viendo todo a color. ¿El problema? No recuerda quien le tiñó el mundo de colores.