El camino de la liberación

6. Esa noche

6. Esa noche

Mysaria le mantuvo la mirada a Daemon unos segundos y luego prosiguió su camino. Intentó mantener la compostura, pero en su interior se revolvía la pregunta de si realmente las habían visto en la cama. Y si las habían visto, ¿acaso había sido Daemon?

Por ahora, Mysaria lo dejaría pasar, después de todo sólo estaba sirviendo de apoyo a la reina, o eso podía parecer perfectamente desde fuera. En cualquier caso, Mysaria tenía trabajo que hacer y quería dirigirse a la villa de Rocadragón para hablar con sus contactos allí, por si hubiesen recibido alguna noticia de Desembarco del Rey que pudiese servirles para sacar ventaja en la guerra, o directamente noticias de Elinda.

Se puso su capa y descendió hacia la pequeña población. La isla de Rocadragón no era demasiado grande, incluso más pequeña que Marcaderiva, pero aun así había espacio para unas cuantas pequeñas poblaciones pesqueras y una villa junto al muelle donde había una taberna y algo de ocio para los habitantes de la isla. Ocasionalmente, Rhaenyra paseaba por allí. Le gustaba observar las vidas pacíficas y mundanas de la gente, vidas tan distintas de la suya. Mysaria creía que le recordaba al motivo por el que debía luchar por el reino y mejorar la calidad de vida de las personas que estaban, en cierto modo, bajo su protección. Y aunque nunca lo había mencionado, a Mysaria también le había parecido percibir en esos ojos azules cierto anhelo por ese tipo de vida, por una vida más apacible y libre de conspiraciones y de sangre. La verdadera Rhaenyra Targaryen todavía dormitaba en algún lugar de su alma.

Visitó primero a algunas viejas amigas de Desembarco del Rey que se habían mudado a Rocadragón, alguna de las cuales trabajaba en el budel de la villa. Y los burdeles eran, después de las tabernas, los lugares donde más verdades y noticias se soltaban por las bocas. La mayoría de gente comentaba la reciente batalla y las bajas y las hazañas que había habido. Le llegó también la noticia de las extrañas ausencias de la reina Alicent, a la que se le solía ver en el septo, pero al que había faltado varias veces en las últimas semanas. También Helaena estaba más desaparecida, y parecía que Aemond había sido visto de muy mal semblante, muy malo. Y algo más, Daeron Targaryen, el hijo más joven de Alicent y Viserys, había sido divisado montando a su dragón.

"Un dragón más para los verdes".

Luego se pasó por la taberna, pero nadie le comentaba nada de Elinda y en consecuencia, de la reina viuda.

"Ya debería haber enviado una señal para confirmar que abrirá las puertas de Desembarco, o indicaciones, o algo. Quizá tenga razón Rhaenyra y su intención sí sea traicionarla, cosa que no me sorprendería...pero, ¿así? ¿De esta forma tan poco elegante? Me parece raro en ella".

La tarde finalmente se consumió cuando vio que desaparecían los últimos retazos de azul oscuro del cielo para dar paso al negro profundo. En ese momento decidió abandonar la taberna y volver caminando hacia el castillo, donde ya se veía que encendían velas en la mayoría de estancias.

Estaba ya subiendo la cuesta hacia la entrada principal de la fortaleza cuando algo le cubrió la visión abruptamente, le habían puesto una tela cubriéndole toda la cabeza, y ahora la arrastraban hacia un lateral, lo que ella percibió como hacia las paredes de piedra del castillo. La empujaron sin decir una palabra, sólo oía una respiración agitada. La guiaron agresivamente hacia una entrada lateral que ella ya conocía, y sabía que conducía hasta las prisiones y las estancias más insalubres de Rocadragón. Pronto, la cogieron de los hombros y la empujaron hacia una estancia hacia la derecha.

Oyó que cerraban la puerta tras ella.

Seguía escuchando una respiración.

Le quitaron repentinamente el saco de la cabeza, y no vio a nadie. Pero una voz conocida habló detrás de ella: Daemon.