El camino de la liberación

10. La Reina Encadenada

10. La Reina Encadenada

Rhaenyra había pasado las primeras horas de su vuelta a Desembarco del Rey haciendo una vuelta de reconocimiento por la fortaleza y por las calles aledañas al castillo. Todo estaba volviendo a estar en orden. Los guardias leales a los Verdes fueron llevados presos, y todos los miembros cabecillas de otras grandes Casas que estaban por allí fueron presionados para que se decantasen por un bando u otro.

Daemon había ido tras Aemond, aunque habiendo ido solo dudaba que llegase a ser tan temerario como para enfrentarse a Vhagar.

Mysaria fue la que hizo llamar a Helaena y a su hija y las hizo pasar a los aposentos de Rhaenyra, que todavía no había llegado.

Cuando Rhaenyra entró, lo hizo sin miramientos y cerró la puerta tras ella. Helaena atrajo a su hija Jaehaera hacia sus piernas, en un amago de protegerla contra esa recién llegada, su hermanastra Targaryen.

-Bien – dijo Rhaenyra directamente al entrar en la estancia y parar a unos metros de Helaena y su hija -. Sé que esta situación puede resultar un poco brusca pero era necesario hacerlo así. Lo siento, Helaena, también sé que tú y tu hija, y bueno...y tu hijo, sois y habéis sido víctimas de las circunstancias, os habéis dejado mecer por los tiempos y por aquellos en el poder – la rubia suspiró -. Conmigo también lo han intentado - alzó el mentón -. Sólo quería transmitirte que no tienes nada que temer, estarás a salvo mientras yo sea la reina. Además...tu madre me lo pidió.

Mysaria se dio cuenta de cómo Rhaenyra desviaba la mirada ligeramente hacia un lado, como si aceptar ese hecho le diese cierta vergüenza.

-Y... - Helaena aflojó inconscientemente la sujeción a su hija, algo más relajada - ¿qué le pasará a mi madre?

-No tiene por qué pasarle nada si demuestra algo de lealtad y explica sus comportamientos tan variables.

-Entiendo - asintió la joven tratando de mirar a los ojos a Rhaenyra pero no consiguiéndolo -. Sé que para ella es difícil lidiar con mis hermanos, especialmente con Aemond...como para todos. Pero ahora que Aegon ha desaparecido de repente, ella ha podido sentirse confundida y desesperada y...

-¿Quieres decir que Aegon se esfumó sin avisar? - Preguntó Rhaenyra frunciendo el ceño.

-Uhm, así es. Hace unos tres días que no está en la ciudad y nadie sabe adónde puede haber ido. Supongo que mi madre se ha desesperado buscándolo. Así me lo ha parecido, al menos.

Rhaenyra asintió con lentitud, y tras unos momentos ensimismada volvió a mirar a su hermanastra.

-Gracias, Helaena. Puedes volver a tus aposentos.

La chica hizo un gesto de respeto y se dirigió a la puerta con su hija de la mano. Pero justo antes de que Helaena cruzase el umbral de la puerta para abandonar los aposentos de Rhaenyra, pronunció unas últimas palabras, sin siquiera girarse para mirar a la reina.

-Tu corazón se romperá en dos y cada parte irá por su lado, e incapaz de juntarse, sólo una perdurará.

Era la primera vez que Rhaenyra la escuchaba con una voz tan firme y certera. Acto seguido, la joven Targaryen desapareció por la puerta, dejando a la mayor y a su consejera extranjera confundidas.

-Hace tiempo que hay habladurías sobre las sentencias, o pequeñas profecías que lanza Helaena Targaryen. Lo que quieren decir...nunca se sabe - comentó Mysaria, posicionándose junto a Rhaenyra con los brazos entrelazados.

-Nunca se ha sabido exactamente qué pasa por la mente de Helaena. Pobre chica – se lamentó Rhaenyra, sacudiendo la cabeza -. Las guerras tienen tantas consecuencias negativas para tanta gente y tan pocas positivas...¿en qué beneficia todo esto a seres inofensivos como Helaena? Y ya ni hablemos de la gente de las calles de Desembarco del Rey – se apoyó en la mesa del centro de la estancia -. Al final todo esto es un juego de dos, y todos los de alrededor sólo orbitan cerca por inercia esperando que les pase algo bueno.