Parte 40

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Resumen:

Después de la Batalla del Nido, se toman decisiones. Hipo será recordado como un héroe

Redención.

Los truenos retumbaban en los cielos negros; eran profundos, casi cálidos en su estruendo, como una promesa de apagar el fuego con lluvia.

A Chimuelo no le importaban las llamas que salpicaban el mar y la tierra. No le importaba cuántas vidas humanas se perdieran ni cuántos dragones perecieran en la explosión. Por un instante, Chimuelo no pudo sentir nada más que dolor; solo sabía que le dolía el cuerpo, la cabeza y la cola.

Otra sensación cobró vida. La humedad le lamió el vientre y las piernas, y Chimuelo recordó el duro aterrizaje contra una costa llena de rocas, un aterrizaje que lo dejó aturdido y aturdido en aguas poco profundas.

Un gemido bajo salió de su garganta mientras su conciencia continuaba recuperándose.

El cielo se quebró, los cielos se abrieron y empezó a llover. Las gotas golpeaban los ojos de Chimuelo repetidamente; parpadeó y entrecerró los ojos mientras arrastraba su cuerpo fuera de las aguas poco profundas. Le tomó un tiempo sorprendentemente largo cubrir la corta distancia hasta la tierra. El agua se sentía espesa alrededor de sus piernas cansadas y su cuerpo exigía que descansara.

Otro gemido desgarrador conmovió su garganta.

Su amigo...

La conciencia llegó más rápidamente. Chimuelo apresuró su paso cojeando hacia tierra, recomponiendo sus puntos de referencia y sus recuerdos.

Docenas de vikingos sin rostro se pararon frente a él. Lo observaban, observaban el mar, con los rostros surcados de sangre y lágrimas vueltos hacia la carnicería. Buscaban como Chimuelo buscaba, sin ver nada en realidad, sus mentes borraban los restos por el bien de sus corazones y sus ojos buscaban rostros familiares.

Chimuelo vio al padre de Hipo; el hombre estaba empapado y manchado, cortado y quemado, con sangre que oscurecía su barba. Miró a Chimuelo con horror, probablemente esperando que su hijo estuviera con el Furia Nocturna.

Pero Chimuelo no tenía a Hipo, un hecho del que él era muy consciente.

En medio de su agonía, el dragón cojeó hacia el grupo de humanos. El forjador de fuego y la hembra se destacaban ante él, los dragones unidos y el joven alfa y el gran intelecto eran todos distintivos. Pero Hipo no estaba allí.

Entre la multitud se alzaron murmullos en el idioma de Hipo.

"¿Dónde está?"

"No entiendo-"

"No hay manera, no puede ser..."

::¿¡Dónde está Hipo!?:: Chimuelo les ladró. ::¿¡Dónde está!?::

Los estúpidos humanos no podían entenderlo. Chimuelo, molesto, se volvió hacia el silencioso conducto de piedra del que seguía saliendo humo.

::¡HIPO!:: llamó, rogando al punto de referencia por una respuesta. ::¡HIPO!::

Chimuelo olfateó y olfateó, moviendo la nariz del suelo al aire, y tarareó el nombre de su humano una y otra vez, pero Hipo no estaba entre ellos.

—Chimuelo... Chimuelo, detente... no está aquí... no está... —Astrid tenía lágrimas en los ojos. Parecía tan perdida como él, pero no podía entender ... ninguno de ellos podía.

::¡HIPO! ¡Respóndeme ahora mismo!:: Chimuelo intentó rugir. Sonó más como un gemido.

—Chimuelo, por favor —suplicó Astrid, como si él estuviera haciendo que la verdad fuera más difícil de aceptar.

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