Lo he perdido todo,
hasta las cosas que no sabía tener,
la costumbre de mirarme en los reflejos
de la lluvia sobre el asfalto,
la canción desafinada
que se escondía en mis labios
como un secreto a punto de estallar.
Perdí la risa que se enredaba
en la comisura de tu boca,
las tardes de domingo.
Perdí las palabras que nunca dije,
esas que se quedaron
colgadas del aire,
enredadas en la garganta
como pájaros torpes
que no aprendieron a volar.
Sé que he perdido
lo que no sabía que era mío,
lo que nunca supe tener
y que ahora, desde este lado del abismo,
me llama con un nombre
que tampoco es el mío.