He puesto las flores
las más vivas,
las más brillantes,
las mismas que nunca verás,
para que encuentres el camino
y he encendido las velas
que no calentarán tu piel.
Te busco en la ofrenda,
en las fotos amarillas,
pero no estás.
No llegarás.
No importa cuántas veces
te invoque en silencio,
no importa cuántas velas
encienda para ti.
Te armo un altar de huesos y flores,
pongo el pan que no probarás,
la canción que no escucharás
y te espero,
como si pudieras cruzar.
Pasan los muertos,
todos vienen y se van,
menos tú,
que te hundes más hondo
en la tierra fría,
más allá del olvido,
mientras el día muere
sin que vuelvas,
sin que nunca vuelvas.