Astaroth era, sin duda, el favorito de Lucifer. Como uno de los siete príncipes del infierno, había demostrado ser más que un simple demonio, era su mano derecha, su confidente, era su hermano.
En ausencia de Lucifer, Astaroth resolvía cualquier asunto y siempre era el encargado de llevarle noticias, buenas o malas, al rey del inframundo. Ambos habían sido desterrados del cielo hace siglos, y desde entonces, Astaroth se había convertido en el más leal y confiable de los príncipes del infierno.
Lucifer confiaba plenamente en él, y Astaroth se esforzaba cada día por demostrar su lealtad. Su unión era tan fuerte que Lucifer creería cualquier cosa que Astaroth le dijera, sin importar cuán improbable fuera.
Astaroth se había ganado el respeto de Lucifer con su dedicación incondicional. A diferencia de otros seres que creían poder engañar a Lucifer, Astaroth no podía ni quería mentirle.
Por eso, en cuanto Astaroth se enteró de los planes del señor del cielo, corrió a informarle a Lucifer de inmediato.
En ese momento, ambos estaban sentados en sus tronos, observando cómo el cielo comenzaba a relampaguear con fuerza.
Astaroth se burló —Creo que alguien quiere que pensemos que está enojado.
—Para ser Dios, mi padre es muy estúpido— Lucifer sonrió, la malicia brillaba en sus ojos completamente negros.
—¿De verdad espera que nos creamos esto?— preguntó Astaroth con su voz llena de desdén.
—Lo creemos, Astaroth, creemos cada cosa que hace— respondió Lucifer, su tono cargado de ironía y burla.
Ambos sonrieron, disfrutando del momento.
Vieron el momento exacto en que dos ángeles comenzaron a caer. Debido a la velocidad y la tormenta, no podían observarlos con precisión, pero eso era lo de menos ahora. Algo había llamado su atención.
—Lucifer...
—Lo estoy viendo, Astaroth. No digas lo obvio.
—¿Qué no lo diga? Se atrevió a arrancarles las alas. —Lucifer no respondió. —Di algo.
—¿Qué quieres que diga? Así es mi padre. Un ser egoísta al que no le importa nada más que él y sus estúpidos humanos.
Lucifer sonrió, una sonrisa llena de maldad, tan tenebrosa que cualquier persona temblaría al verla.
—Él mataría a todos sus ángeles con tal de detenerme.
Los dos se quedaron en silencio, concentrados en la caída de los ángeles, aún recordando esa sensación de estar cayendo al vacío que ellos mismos habían experimentado.
El sonido de la caída comenzó a escucharse gracias a la conexión que había entre ambos reinos. Ambos odiaron eso de inmediato, pues las trompetas celestiales aún seguían sonando y los gritos del más pequeño aún eran gritos de ángel.
Los ojos de Astaroth se volvieron totalmente negros al instante mientras observaba cómo los dos demonios inferiores que estaban a su lado para atenderlos comenzaban a retorcerse, tapando sus oídos desesperados por dejar de escuchar.
Las trompetas se detuvieron al mismo tiempo que el ángel más grande abrió la boca para hablar. —Estaremos bien, Nhu— su voz resonó en todo el infierno, ya no era una voz angelical, pero seguía siendo hermosa.
Los demonios que estaban a su lado dejaron de gritar, como si las palabras del ahora caído, los hubiera tranquilizado a ellos también. Sin embargo, los gobernantes del infierno sabían que era porque aquellos ruidos celestiales se habían terminado, acabando así con su sufrimiento.
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La redención de Lucifer ZeeNuNew
Hayran KurguLa redención es el acto de recuperar o restaurar algo que se ha perdido, dañado o degradado. En el caso de Lucifer, es buscar algo que fue arrebatado de la manera más cruel posible: sus alas. En el abismo de la caída, donde las sombras se extienden...