Es mejor que tengan crías a dragones adultos, dijo Rhaenyra cuando se reunieron para discutir la posibilidad de entregar huevos de dragón a los hijos de Viserys con su segunda esposa.
Y ahora ahí estaban todos, en el solar del rey, viendo a esas tristes criaturas acunar con asombro los huevos que Rhaenyra les ofreció. Excepto por el huevo de Daeron, que provenía del último embrague de Dreamfyre que quedó en Dragonstone, todos los huevos provenían del embrague más nuevo de Silverwing.
Maegelle no tuvo problemas en cederlos, pero Rhaella no estaba del todo conforme. No creía que esos niños fueran dignos de los huevos de los que Vermithor era padre. Vaegon compartía la opinión de la septa mayor.
Sin embargo, Rhaenyra quería jugar bien tanto como fuera posible.
Era una pena que una niña tan lista fuera tan noble.
No lo tenía contra ella, siempre era necesario un Targaryen de corazón suave para equilibrar el sentido despiadado de los demás, pero, considerando la situación en que se encontraban, la nobleza podría ser perjudicial.
—Quita esa cara. La reina se dará cuenta de tu animosidad hacia sus hijos, animosidad más allá de la que das en general, quiero decir —Maegelle le entregó una copa de vino.
—Como si se atreviera a decirme algo.
—Se quejará con el rey.
—Como si él se atreviera a decirme algo —repitió con intención.
Viserys les tenía mucho respeto a los tres.
—No irá más allá de una reprimenda vacía —su hermana concedió —, pero todavía interrumpirá tu tiempo y eso te molestará.
¿Cuándo se volvió predecible?
— ¿Qué están susurrando aquí, niños? —Rhaella se unió a ellos, sentándose entre ambos y exagerando las dolencias de sus articulaciones.
Desde que se vincularon con sus dragones ninguno había vuelto a sentir dolor. Era como si hubieran rejuvenecido; no en apariencia, pero sí en espíritu y sentidos.
—El desperdicio de privilegio que está sucediendo —gruñó.
Rhaella asintió.
—El bisabuelo y las bisabuelas deben estar maldiciendo en el reino de Balerion. Su padre también, niños.
Si Jaehaerys Targaryen hubiera sabido qué tan bajo caería su Casa al mezclar su sangre sin pesarlo dos veces y ponerla en peligro en el proceso, ¿habría permitido que Rhaenys se convirtiera en su heredera?
El Concilio del 101 había sido el mayor error de su padre, y no lo decía sólo por el rey débil con que resultaron. Sino al poder percibido que le dio a la nobleza.
Vaegon se arrepentía de haber sugerido tal cosa a su padre. En su defensa, no creyó que un hombre tan controlador como él lo haría y, además, Vaegon no lo había dicho en serio. Su respuesta había sido sólo una ocurrencia irritada hacia el padre que no recordó su existencia hasta que le fue de utilidad.
—No queda más que controlar todo lo que podamos y fortalecernos —Maegelle tomó un sorbo de vino, pensativa —. ¿Cómo está avanzando la construcción del castillo en Piedrasangre?
—Bien. Lord Celtigar escribió en su último informe que el torreón secundario estará terminado a fin de año. La gente que ha comenzado a mudarse a la isla mantiene un buen comportamiento, saben que serán expulsados de las viviendas y la propia isla si no respetan la ley de Daemon.
Desde que Rhaenyra resultó embarazada por segunda vez, Daemon decidió que los Peldaños de Piedra serían el asentamiento para su próximo bebé, sin importar que fuera varón o mujer. Todos sus hijos tendrían herencia, decidió, no vivirían de la bondad de su hermano mayor.
Así, invirtió el oro que había ganado durante sus viajes por Essos y el estipendio que le otorgaba la Corona por ser un príncipe de sangre. Daemon contrató arquitectos de Volantis pues era su deseo construir una fortaleza valyria como Dragonstone.
—Lucerys será lo suficientemente rico con el pago de los peajes, el comercio de mariscos y de sal —Rhaella dijo con alegría.
—No sólo suficiente. Bastante —Vaegon suprimió una sonrisa —. Lord Celtigar también escribió que encontraron asentamientos de minerales y piedras preciosas en las islas circundantes.
— ¿Crees que la Triarquía lo descubrió y por eso querían tanto apoderarse de los Peldaños?
—Lo dudo —respondió a Maegelle —. Las Tres Hijas sólo querían interrumpir el comercio en Westeros como su primer paso para una gran guerra. Y el Comedor de Cangrejos estaba ocupado defendiéndose de Caraxes como para explorar las islas en busca de recursos más allá de agua potable.
Frunció el ceño cuando vio a la reina empujar a Aegon hacia Visenya. La mujer no parecía contenta con sus propias acciones, pero llamó la atención de Visenya y la redirigió a su hijo. Rhaenyra, sentada junto a Viserys, también se dio cuenta, pero no intervino.
— ¿Qué territorios elegirán Rhaenyra y Daemon para Visenya y el nuevo bebé? —inquirió Rhaella, notando la mirada de Vaegon.
—Todavía lo están decidiendo. Hay un valle prometedor entre las Tierras de la Tormenta y Dorne. También unas colinas entre las Tierras de los Ríos y el Oeste. Y un prado con buena tierra en el Dominio.
No importaba que se esperaba que Visenya, por ser mujer, fuera entregada en matrimonio a alguna Casa, Daemon y Rhaenyra iban a construirle un castillo propio a su hija.
—Visenya, ven aquí —llamó cuando tuvo suficiente de ver tal barbarie.
¿Y si su Visenya se contagiaba de piojos o algo peor?
✨ฅ^•ﻌ•^ฅ✨
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**•̩̩͙✩•̩̩͙*˚ 𝓢𝓪𝓷𝓰𝓻𝓮 𝓮𝓷 𝓮𝓵 𝓪𝓰𝓾𝓪 ˚*•̩̩͙✩•̩̩͙*˚*
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