Eleven...

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La realidad en la mansión Salvatore era demasiado obvia como para ignorarlo, todos sabían cuánto tiempo ha pasado y lo cerca que debe de estar Klaus. Al parecer, en esa instancia se centraron únicamente en Elena con el objetivo para salvarla, sin tener en cuenta que Klaus no solo buscaba a la chica Gilbert sino que también a la menor de los Salvatore.

Jane Salvatore, atrapada en sus propios pensamientos, caminaba por los pasillos de la mansión, observando cómo sus hermanos se preparaban para enfrentar el peligro inminente. Aunque el aire estaba cargado de tensión, la nostalgia de un tiempo más simple llenaba el ambiente, un tiempo en el que los bailes significaban diversión y no una lucha por la supervivencia.

Esa noche, el plan era claro: asistir al baile, esperar a que Klaus hiciera su movimiento y detenerlo antes de que pudiera causar daño. Jane sabía que sería arriesgado, pero no podía dejar que sus hermanos enfrentaran a Klaus solos. Había pasado demasiado tiempo al margen, observando en silencio, y esta vez, decidió que estaría con ellos.

La casa había quedado a nombre de Elena Gilbert, aunque Janette sabía que corría más peligro la pelicastaña que ella, no evito sentirse mal por no poder heredar la casa Salvatore.

Caroline había llegado temprano aquella mañana para recoger a Jannete, luego del incidente que ocurrió con ellas una hermosa amistad comenzó a surgir. Sus gustos eran tan similares que solo variaban en la constante adaptación que tenía que tener Jane en su vida diaria y gracias a Caroline logro comenzar a vestirse mejor que solo vestidos.

Cuando ambas muchachas llegaron a la escuela en la que prontamente seria inscrita la Salvatore se quedaron ayudando a decorar el lugar en el que se celebraría. La rubia se dirigió hacia Matt que solo miraba en dirección a Jane, removiéndola incómodamente por tal sensación.

—¿Jane, puedes ir a buscar esto por mí en esta aula? —Termino de dar las indicaciones de donde quedaba hasta dirigirse hacia su novio.

—Está bien Caro.

Camino despreocupadamente por los llenos pasillos de la escuela hasta llegar a la sala de arte y poder encontrar las pinturas, aunque no pesaban tenía miedo de dejarlas caer haciendo un desastre por el lugar.

Un choque en su hombro derecho la hizo cerrar los ojos por el impacto, mandándola directamente al suelo y ocasionando que las pinturas se regaran por el lugar.

—Lo siento... —Jane murmuro mientras miraba todo el desastre que hizo.

Levantó su mirada para encontrarse con el mejor amigo de su hermano. Alaric Saltzman.

El hombre se le quedo viendo anonado por unos minutos lo que removió a Jane. La situación en ese momento era demasiado rara desde la perspectiva de la pelinegra porque sentía como su corazón se aceleraba y sus mejillas se tornaban de un color rojizo.

Con solo volver a verla frente a él, la sensación que estuvo guardando durante tantos siglos volvió a reaparecer.

Ahora sabría cómo protegerla, cuidarla y hacerle recordar lo que vivieron juntos, era su alma gemela y la única mujer que querrá en su vida.

Su cabello azabache se veía exactamente igual como hace siglos, igual de etérea y hermosa. Cómo una ninfa que te atraía constantemente a caer en sus manos, Klaus no era nadie para rechazar esa idea. Mientras intentaba mantenerse oculto y cercano el momento lo recordara dándole sentido a sus sentimientos. No volverá a dejar que lo olvide jamás, aunque le toque destruir el mundo para que recuerde.

—Tranquila, no vi donde veía fue mi error. —"Alaric" le tendió una mano a Jane ayudándola a levantarse amablemente. —Buscare a alguien para que lo limpie, así que no te preocupes después las llevo.

𝐒𝐎𝐔𝐋 ▎ 𝗞𝗹𝗮𝘂𝘀 𝗠𝗶𝗸𝗮𝗲𝗹𝘀𝗼𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora