Capítulo 13

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Capítulo 13.

Dolores mortales.

No sé donde estoy.

No me acuerdo de lo que a pasado.

Mi mente está completamente en blanco.

Mis recuerdos se esfumaron en el aire helado.

Sin previo aviso sentí un golpe repentino.

Un peso estrujandome las entrañas.

Haciendome cada vez más pequeña.

Haciendome cenizas.

Desintegrandome.

-¡Donde está mi mujer!

Esa voz hizo que algo se activara en mí.

A partir de ahí solo pude escuchar pitidos.

Chillidos que provocaron que mi cabeza diera vueltas.

Mi vista no tenía ni la fuerza ni el valor de cumplir su función.

Mis labios no podían separarse.

Ni para soltar una minuscula onomatopeya.

Me estaba undiendo en mi propio aliento.

Enterrandome en mi propio dolor.

Sofocandome cada vez que intentaba mover el mínimo músculo.

Me encontraba sufriendo en silencio.

Luchando contra mi propia respiración para no caer.

Para no derumbarme.

Mis dedos estaban paralizados.

Cuando conseguí apartarlos rozé mi cuerpo con delicadeza.

Hasta que toqué algo liquido.

Sangre.

Mi cuerpo estaba embenenado.

No sentía nada.

Mis huesos.

Nervios.

Vasos sanguineos.

Tendones.

Y ligamentos.

Ya no existían.

Mi hombro estaba pulverizado.

No tardaré en desaparecer.

Sin dejar rastro.

Solo sangre y huesos inmobiles.

Un cadaver vaporizado.

Un alma perdida.

En lo más allá del cielo.

O del infierno.

Este es el final.

Mi final.

Tenia que ceder.

Aceptar mi destino.

Desaparecer.

De una vez por todas.

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-¡Porfavor despierta!

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El juego del villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora