capítulo 14

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Capítulo 14.

Una luna de miel agridulce.

—¡Estela!
No pude girarme para saludarlo al notar que me comprimía.
¿Espera que?
Si que era cierto.
La temperatura de mi cuerpo ardió en menos de un segundo.
El silenciador me estaba abrazando.
El contacto de sus brazos contra mi cuerpo me hizo respirar de nuevo.
Era como si ese simple gesto hubiese servido para implantarme nuevos pulmones.
No estaba segura de si el era mi cura.
O mi perdición.
Después de unos instantes pude sentir los saltos de su corazón contra mi piel.
Transmitiendo toda su preocupación.
En la fuerza de su agarre.
—Uzziel estoy bien, tranquilo.
En ese momento el peliblanco se apartó de mi con rudeza.
En cuestión de segundos me sentí congelada.
Sofocada.
Necesitaba tenerlo a mi lado.
No puedo soltarlo.
No quiero hacerlo.
—Sé que es el caso, no te pongas dramatica—soltó a la defensiva.
—Lo dice quien saltó en mis brazos nada mas verme—le recordé con una sonrisa de oreja a oreja.
—Llevas en coma un mes—me confesó.
Dejé de sonreir en ese instante.
Esas palabras fueron interpretadas por mi cerebro como una patada en el estomago.
Estuve varias semanas sobre esta cama.
Habia perdido el conocimiento.
Casi muero.
Mi cuerpo se estremeció ante tantos pensamientos y mi marido dió varios pasos atrás.
Estaba sintiendo mi dolor mental.
Literalmente.
—No sobrepienses que estás muy débil.
No sabía si tomarme aquel comentario como un consejo, una advertencia o como una súplica.
Solo asentí.
Y me volví a tumbar.
Inmóbil como un tronco de árbol.
Casi podrían compararme con una momia cruzificada.
Sentí que me temblaban los huesos.
En ese mismo segundo dos individuos irrumpieron bruscamente en la habitación.
Tahiel y Alixa.
—¿Te encuentras bien?—preguntaron ambos a la vez al verme.
No hacia falta verme en un espejo para saber que mis pintas no eran del todo presentables.
Sin ningún tipo de aviso la pelinegra junto a mi esposo se dirigieron hacia la salida mientras que el pelimorado se acercaba.
Primero que todo me inspeccionó, al quedarse un buen rato focalizado en mi hombro dirigí mi vista hacia ese mismo lugar : me encontré delante de una gran benda pintada con una mancha de sangre.
—Teniendo en cuenta las informaciones que pude encontrar con respecto a lo que pasó, alguien embenenó tu copa a proposito y aprovechó que estubieras frágil para dispararte con una bala cuando la droga hizo efecto.
Todo mi cuerpo está cubierto de espinas.
Me sentía como una rosa a la que nadie podia tocar ni acercarse.
—Estala, ¿acaso te acuerdas de algo?
Me limité en negar.
En ese caso tendré que acerte unas pruebas.
—¿Si que eres médico?
—Estamos en el hospital de mi familia—respondió con una sonrisa torcida.
Después de lo que para mí fue una eternidad mi doctor se alejó de la habitación junto al papeleo que supuse que sería mi expediente.
Desde que me desperté no puedo evitar intentar recrear las imagenes de lo que habría podido pasarme antes del ataque sin ninguna respuesta realmente clara.
Algo me decía que esta noche al dormir encontraría alguna.
Mediante mis pesadillas incesentes.
O Uzziel.
Lo unico que sé en estos momentos con certeza es que estoy realmente enamorada.
Ya no lo puedo negar.
Ni exterminar estos sentimientos.
Porque eso sería engañarme a mi misma.
Ya lo había echo demasiadas veces.
Tengo que cambiar.
Cuanto antes.
Justo en ese momento el silenciador entró por la puerta, con los puños apretados, se estaba conteniendo ante algo que le molestaba, en un segundo tuve unas ganas incontrolables por saber la razón de su irritación.
Será Freya.
Alguna de sus misiones.
Algún problema familiar.
Yo...
—Por lo que veo...
—No hables—me cortó.
No entendía lo que le estaba pasando, puede que lo que me a ocurrido haya tenido alguna repercusion que ignoro.
Espero que no.
No quiero ser un estorbo.
No puedo serlo.
Mis músculos se paralizaron al notar que el peliblanco se sentaba en el lado opuesto de donde se encontraba mi cabeza, cuando mi vista se desvió hacia él pude ver que estaba sentado de espaldas.
Me hiba a confesar algo.
No sabia si seria bueno o no.
La espera me estaba axficciando.
—Siento haber sido tan idiota.
¿Como?
Al oir su disculpa sentí como una rafaga de viento freco me enfriaba la mente.
No entiendo porque pide perdón.
—¿Pero?...
—Aunque me dijiste que no te acompañara debia haberlo echo, por mi culpa casi mueres.
Casi muero.
Casi muero.
Casi muero.
Casi muero.
Casi muero.
Casi muero.
Casi muero.
¿Por su culpa?
No es posible.
—No te culpes—susurré.
—No puedo no hacerlo Mariel.
Me estaba llamando por mi nombre.
No se giró.
Las ganas que tenia de levantarme y ver sus expresiones  faciales estaban infectando mi cerebro.
—Seguramente no me defendí como es debido, tu no tienes que...
—Mariel.
Lo estaba pronunciando por segunda vez.
Las palpitaciones de mi corazón eran irregulares.
—El miedo puede paralizar a cualquiera, sé que es mi culpa porque aunque no lo pareciera ese sitio es muy peligroso, fui un tonto al dejarte ir a tu aire.
—Pero...
—Ya no importa—me volvió a cortar—Hasta Tahiel me dijo que es malo sobrepensar en estas condiciones, volveremos a tener esta cinversación cuando estés mejor.
—Deacuerdo...
—Descansa, volveré para traerte la cena, es mejor que intentes dormir.
—Bueno...
El peso que habia en el colchón se esfumó.
Y algo en mi también desapareció.
Quiero.
Quiero.
Quiero.
Quiero.
Quiero que se quede.
Necesito que lo haga.
Pero no tengo agallas para decirselo.
Mi cuerpo se volvió a congelar.
Me cubrí con la manta para encontrar el calor.
.
.
.
.
.
.
.
.
—¿No hibamos a lavar ropa?
—Cambio de planes.
Ya me acuerdo.
Oscuridad y dolor.
Es lo unico que veo y siento.
.
.
.
.
.
.
Otra bocada de aire.
—¿Otra pesadilla eh?
Una pregunta.
Una mirada angustiada.
Mi marido está preocupado.
—Algo así—respondí después de unos cuantos minutos de completo silencio.
—Aquí tienes.
Al escuchar esa voz tan dulce me esperaba un plato de comida caliente o la hoja de agreso para salir de ese lugar de una vez por todas pero lo que me extendió era algo muy diferente.
Cuando quise agarrarlo él me lo posó directamente entre mis manos.
Era un gato a croshet.
Con pelaje negro.
Ojos azul turquesa.
Y con un lazo morado alrededor de su cuello.
—¿Sabias que hablas en sueños?
Esa pregunta fue tan repentina que entendí enseguida que tenia que ver con el regalo.
—La verdad es que no—sonreí.
Me seinto rara.
Demasiado alegre para la situación de la que acabo de despertar.
Su presencia hacia que me olvidase de todo lo demás.
Y me estoy dando realmente cuenta ahora.
Uzziel es más que un villano.
He tenido una visión equivocada de su persona todo este tiempo.
Yo fui la idiota en toda esta historia.
—Muchas gracias—solté segundos después mirandolo a los ojos.
Mi cuerpo se despertó en aquel preciosao momento.
—Denada pero no me comas con la mirada.
Esa frase fue dicha con diversión.
No pude evitar sonreir.
Después de una cena bastante calmada y las indicaciones de su socio con respecto a mi herida y la situación pudimos irnos del hospital antes que previsto lo que me llenó de felicidad.
Porfin volverímos a casa.
Ahora tengo varios objetivos :
—Decirle lo que siento.
—Saber porque aparecí aquí.
—Vengarme de Maeva y su compinche.
—Buscar más informaciones sobre los sueños de los cazadores.
Admito que hay metas más complicadas que otras.
La más complicada sigue siendo la primera.
Al salir del lugar no pude evitar caminar con dificultad, sentía como si mis piernas estuviesen echas de piedra, como si estuviese consumida por un gran calambre.
Andar hasta llegar hacia el coche sin que el peliblanco notase mi dolor fue un gran esfuerzo pero lo conseguí.
Al llegar delante del vehículo quise abrir la puerta pero no pude, cuando me giré hacia él para hacerle seña y que sacara la llave se me quedó mirando con atención.
Demasiada.
Cuando quise apartarme.
No es cierto.
No queria apartarme.
Peto tenia que hacerlo.
Para no dejarme llevar.
Al final me quedé muy quieta, en el momento en el que quise preguntar que pasaba Uzziel me acoraló.
Lo está haciendo.
Los dos brazos extendidos, en equilibrio gracias al crital de la puerta que estaba detrás mia.
Lo miré estupefacta.
Su pecho subia y bajaba.
Su mirada reflejaba debilidad.
Remordimiento.
Cuando quise abrir los labios él me los tapó con un dedo.
Mi cuerpo estaba hirviendo.
Un calor abrasador atravesó todos mis atomos.
Incendiando cada una de mis particulas.
En cualquier momento podria explotar.
—No dudes en decirme cualquier cosa, ¿deacuerdo?, no quiero parecer un insensible.
—No lo eres—respondí con la respiración entre cortada.
No podia evitarlo.
Cuando lo notó se alejó dando dos pasos atrás.
No te apartes.
No soporto la distancia.
—Pues la proxima vez dime que no puedes caminar y te cojo.
Cogerme.
Calmate Berta.
—Em claro.
El peliblanco porfin pulsó el botón de las llaves.
Entré en el asiento del copiloto.
El mejunje de sentimientos que estaba sintiendo en aquel momento no podía describirse con claridad.
Me centré en mi aliento durante unos segundos, cuando mi esposo tomó asiento no pude evitar ponerme nerviosa, la posición de la que acababamos de separarnos no podia salir de mi cabeza, lo que me dijo se quedará guardado en mi memoria un buen tiempo.
Odio ser tan intensa.
Sentir todo con tanta fuerza.
Con tanto sentimiento.
Que acabo por destruirme.
No puedo evitarlo.
Tengo que declararle la llama que ya no puedo contener.
Pero el miedo siempre me imbade.
Soy patetica.
Sé que no funcionará.
Pero el sueño del otro día me da una gran esperanza.
Un destello tan potente que me cegó.
Una luz que seguiré.
Aunque no esté segura de las consecuencias.
—Hemos llegado.
Cuando calqué el suelo sentí su presencia delante mio.
—¿Puedes?
Solo asentí.
¿Enserio su sentimiento de culpa es tan grande?
Cuando estuve de pie el silenciador me dedicó una mirda significativa.
—¿Quieres que te lleve al salón o directamente en la cama?
—La segunda opción me tienta más—admití.
Algo me dice que ya no podré conciliar el sueño.
Las pesadillas me lo impedirán.
Cuando sentí el contacto del algodón fue como estar en el cielo, no me acordaba que este colchón era tan cómodo.
Había perdido un mes de mi vida.
Un mes en el que podría haber echo miles de cosas.
Cuatro semanas.
treinta días.
Desperdiciados.
—Intenta dormir, voy a hacer una llamada importante.
—Claro—me limité en responder.
—Y preparate mentalmente porque mañana vamos a un sitio muy especial.
—¿Donde?—pregunté levantandome de golpe lo que hizo que  sintiese un escozor en la herida y lo que además me provocó un gran dolor de cabeza.
—Es una sorpresa pero si te preguntas el porque debo recordarte que aun no tuvimos nuestra luna de miel.
—Pero si no es necesario porque ...
—¿Porque lo nuestro no es real?, sabia que hibas a decir eso.
Si que lo hiba a decir.
No encontraba las palabras adecuadas.
Me quedé muy callada.
—Yo quiero que sea real.
—¿Como dices?
—Al principio solo eras una distraccion hasta que te convertiste en mi más grande obsesión.

El juego del villanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora